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La muestra se presenta
en la Villa Gainza Paz, una de las bellas mansiones aristocráticas que
La muestra de El Vasco
consiste en una instalación de pinturas, libros de artista y banda
sonora, en relación directa y profunda con el mar, tema que por otra
parte constituye de manera obsesiva el objeto de representación y evocación
de su obra desde hace más de una década. En la primera de las tres salas
se exhiben --ploteadas en la pared-- tres poesías visuales del poeta
concreto suizo Eugene Gomringer (1925) y su transcripción numérica --a
tres pequeñas telas-- con la altura de las mareas de los últimos días
de enero. En la pared de enfrente el artista colgó una gran tela en la
que sobre la imagen pintada de un mar/cielo se superponen varias tablas de
marea.
En la segunda sala se
oye el poema "Trilogía", del mismo autor, recitado en una banda
sonora que alterna esta lectura con la de las cifras de las mareas que
Besoytaorube transcribe como si volcara una lengua en otra. A su vez, el
sonido de sendos recitados, transcripto a un gráfico de ondas, es
exhibido en dos cuadros.
En la tercera sala hay
tres libros de mareas que al abrirlos descubren cajas de acrílico con
agua de mar (arena y algas) tomada de las mareas de aquellos mismos días
de fines de enero.
El primer contacto de
El Vasco con la poesía concreta fue en 1988, en un seminario de poesía
visual en San Pablo, ciudad con la que el artista tuvo una larga relación
laboral durante seis años. Simultáneamente, allá se fogueó en las
artes. Pudo asistir a los montajes de una serie de bienales, y presenciar
festivales de música --en los que escuchó en vivo, por ejemplo, a John
Cage-- y de cine; más todo un despliegue de actividades y exposiciones
--como una gran muestra de Duchamp--, que produjeron en conjunto el efecto
de un intenso período de formación para un artista incipiente. Por
entonces, mediados de los ochenta, dejó sus estudios de economía y
decidió dedicarse a las artes plásticas. Se conectó con artistas
brasileños, comenzó a producir arte por correo y trabó amistad, primero
epistolar y luego personal, con el gran artista argentino Edgardo Vigo,
que visitaba muy seguido Mar del Plata. El Vasco se inscribe en la Escuela
de Bellas Artes marplatense pero dura un mes. En 1986 participa de la
muestra temática La mirada inasible en el Museo Castagnino de Mar del
Plata. Al año siguiente forma parte de una muestra en el Museo de Bellas
Artes de Budapest. En 1988 se muda a San Pablo con su mujer (entonces
bailarina clásica), pero sin trabajo estable la experiencia dura seis
meses. Apenas vuelve obtiene una mención en el Salón Nacional
marplatense. En 1991 participa de la muestra Seis pintores de Mar del
Plata, en el Centro Recoleta de Buenos Aires y de la selección del Premio
Fundación Nuevo Mundo, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año
resulta seleccionado para participar de la primera Beca Kuitca que
organiza la Fundación Antorchas. En el '92, junto con sus compañeros de
beca integra la exhibición Pictórica, en el Centro Cultural Victoria
Ocampo, de Mar del Plata, y además forma parte de la exposición temática
sobre arte urbano argentino, en Nueva York. Al año siguiente, también
con los demás becarios, muestra en el Museo de las Américas, de
Washington, Pintura argentina de los '90.
Por otra parte, el
pico de su amistad con Vigo se produce cuando éste, invitado a la Bienal
de San Pablo de 1994, les confió a él y al diseñador y fotógrafo Mario
Gemin --antiguo amigo y colaborador de Vigo-- el montaje de su espacio.
Poco antes de su muerte, a fines de 1997, Vigo les dejó a ambos parte de
su obra.
En 1996, en el marco
de la Primera Bienal Nacional de Arte Joven de Mar del Plata, Besoytaorube
presenta una exposición en el Museo Castagnino, junto con Tulio de
Sagastizábal, Mauro Machado y Sergio Bazán. También en ese año gana el
Gran Premio Adquisición de la Bienal Regional de Arte del Museo de Arte
Contemporáneo de Bahía Blanca.
En la nueva muestra
que presenta en estos días, Daniel Besoytaorube parte de la noción
sinestésica de la poesía concreta -�que buscaba a través de lo visual
y espacial superar la estructura del verso-- para meterse con el mar a
través de la teoría (tablas y medidas) y de la materia (muestras tomadas
del mar y exhibidas en forma cajas de acrílico con forma de libro). Tanto
en los poemas de Eugene Gomringer (que nombran el viento, las estaciones,
el mar, el sol) como en la propuesta de la instalación hay un sustrato
precientífico en la matematización de la imagen y del texto que lleva a
cabo el pintor, en el que la aritmética sirve para organizar la sintaxis
y la geometría para organizar el espacio. La instalación, conceptual y
poética, exhibe un lirismo contenido y un ascetismo cercano al zen. Pocas
palabras, pocas imágenes, pocas texturas, pocos sonidos, pocas
"muestras" de mar. Todo está dosificado pero no resulta
insuficiente. El Vasco demuestra que la elocuencia a veces precisa de la
simplicidad y la economía expresiva y de recursos, a través de las
cuales los procesos racionales dan paso a otros, emocionales. (En
Manantiales, Villa Gainza Paz, hasta el 18 de febrero.)
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