Cuando
Emile Zola publicó el "Yo acuso" en 1898, partió a Francia
en dos. Y al año siguiente logró la libertad del capitán Alfred
Dreyfus condenado por espionaje a favor de Alemania. El ingeniero
Alvaro Alsogaray fue uno de los pocos políticos que defendió a los
militares genocidas argentinos. Y seguramente fue escuchado por el ex
presidente Carlos Menem que los indultó.
Dicho así, habría un
parentesco entre Alsogaray y el escritor naturalista francés. Y también
entre Dreyfus y Videla o Massera. Este silogismo fallido le encantaría
a María Julia, la hija de Alvaro, que también, de alguna manera, se
comparó con aquel capitán que fue condenado sin pruebas, en un
ambiente chauvinista, básicamente por su condición de judío.
Lo que demostró Zola fue
que el juicio nunca había podido comprobar las acusaciones que se hacían
contra el capitán Dreyfus y que lo había condenado el clima creado
en la opinión pública. En el caso de los genocidas argentinos, el
juicio probó los delitos más terribles, más bajos y miserables que
puede cometer un ser humano. La defensa de Alsogaray fue que el
torturado no puede declarar contra el torturador porque tiene
enemistad manifiesta contra el acusado y por lo tanto no es creíble.
Zola luchó por rescatar una
Justicia oculta entre la maraña de prejuicios, chauvinismo y
presiones políticas. Alsogaray trató de ocultarla con argumentos
burocráticos, mezquinos y formales. En realidad, el padre de María
Julia está en los antípodas ideológicos del escritor. Pese a ello,
a los liberales argentinos les gusta creerse emparentados con ese
luchador del fin de siglo pasado.
Quizás por eso María Julia
Alsogaray recurrió también a ese paralelo histórico entre sus
causas por enriquecimiento ilícito y la que condenó a Dreyfus. Pero
comete el mismo error que su padre. Ella asegura que no hay pruebas
para condenarla y que, si lo hacen, será por presiones políticas.
Está la justicia como concepto y está la formalidad de la justicia
que pueden no coincidir. Zola defendía la primera frente a las
posibles arbitrariedades de la segunda. Alvaro y María Julia al revés.
La mayoría de los funcionarios menemistas de primera y segunda
línea multiplicaron sus fortunas mientras estuvieron en el gobierno.
La gente no solamente condena y siente repugnancia por el robo o la
corrupción formalmente penada por la ley sino también por el
aprovechamiento de la función pública para hacer negocios
personales. Contra ese juicio no hay defensa. El "Yo acuso"
la condena, no la salva.
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