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De todas formas, "el
tratamiento es libre, se corresponde con algunos extraños prototipos de
provincia e insinúa la idea de viaje y el encuentro con el
presente", completa. En este punto, la pieza adquiere carácter de
"metáfora de los últimos tiempos del país". Ricci es aquí
Villafañe, y Bruza (autor y actor), Alvarito. Dirige Daniel Machado y
Miguel Novello se encarga de las luces. La música pertenece a Hugo
Druetta, la escenografía y el vestuario a Carlos Méndez, y la asistencia
de dirección a Sandra Franzen. Director de Cultura de la Universidad
Nacional del Litoral (UNL) y autor de ensayos (entre otros, Hacia un
teatro salvaje), Ricci prepara otra pieza sobre un texto propio, Café de
lobos, "una vuelta de tuerca de Actores de provincia". En cuanto
al apoyo de la Universidad, es "sólo institucional: económicamente
funcionamos como grupo privado, independiente", aclara. --¿Qué significado tiene para usted la pampa? ¿Es un
paisaje favorable o adverso? --Es
el lugar de nuestras vivencias, y de ahí proviene el nombre del
Equipo. No podría decir si es favorable o desfavorable. Es nuestra
geografía inevitable. Influye en la temática de nuestras obras, en el
aire beckettiano que tienen, unas más que otras, por estar situadas en un
espacio sin límite. En Actores de provincia, la pampa influía en el
tratamiento de la distancia, en la mirada sobre los pueblos. En El
cruce... sucede algo parecido. Si en aquella otra historia los actores
buscaban una trama, aquí Alvarito y Villafañe intentan asir el presente.
Esa resonancia del paisaje se halla también en la literatura de nuestros
escritores. Pienso en los relatos de Juan José Saer. --De
quien estrenaron una obra...
--De Juani, que es también un
amigo, hicimos Verde y negro, y tenemos la intención de armar otra
historia a partir de un fragmento de La vuelta completa, una novela de
juventud. Es un tramo muy teatral, una fiesta de estudiantes. --A
propósito de El
cruce..., el director Daniel Machado ha hecho referencia a la necesidad
de una autopsia de la utopía. ¿Qué opina sobre este punto? --Aquí,
en este trabajo, no soy más que actor, pero sé, porque trabajamos en
equipo, que la intención no es sólo enfrentar una situación utópica,
sino ir al hueso e interpretarla. --¿Qué
es para usted la utopía?
--Un deseo de perfección, una
fuga hacia adelante, en todos los aspectos de nuestra vida. --¿Una cuestión
personal?
--No. Cuando lo personal
intenta reflejar lo colectivo deja de ser un proyecto individual. Si bien
no soy el autor de El cruce... y soy consciente de que hay diferencias
entre mi dramaturgia, hecha de historias aparentemente más elementales y
de un humor directo, y la de Bruza, quien trabaja una cuerda más
intelectual y analítica, creo que Alvarito y el doctor Villafañe son
espejo de un determinado contexto real y filosófico. --¿La
obra sugiere la necesidad de dar un sentido a la propia vida?
--No me atrevería a certificar
que los personajes estén abocados a justificar su vida. Sin embargo, los
dos están de alguna manera envueltos
en una utopía, entendida como una pasión esencial que no tiene
por qué ser justificada. --¿Cuál
es el público de Teatro Llanura?
--Este espectáculo lo
presentamos con auspicio de la Universidad Nacional del Litoral, a la que
estamos ligados desde hace años (Bruza es director del taller de teatro),
pero como equipo nos movemos más allá de Santa Fe. Buscamos al público
dentro y fuera de la Argentina. En los últimos cinco años hicimos
frecuentes giras por España y participado de festivales internacionales.
En nuestra ciudad el público no es tan numeroso como para que podamos
sostener una temporada. Hasta ahora, hicimos una buena cosecha, también
con El clásico binomio y Actores de provincia, donde, como en El
cruce..., contamos historias muy puntuales que, sin embargo, son bien
comprendidas en el extranjero. En todo el mundo hay gente con utopías
parecidas a las de los personajes de El cruce..., o con fantasías de éxito,
como en binomio. El público de teatro, en cualquier parte, se parece al
que conocemos, tiene algo de marginado, integra una especie de "lote
utópico". --¿Cómo
es hoy la concurrencia a los teatros? --Salvo durante los festivales, cuando los espectadores forman una cofradía, las obras son vistas por una cantidad limitada de gente. Pero es injusto quejarse, siempre hay alguien en la platea. En el teatro ocurre lo mismo que en la literatura. Un escritor con diez mil lectores puede considerarse feliz. Como escribe el director inglés Peter Brook en El espacio vacío, un espectáculo comercial en Londres reúne en una noche la cantidad de gente que pudo congregar en 20 años el teórico y director polaco Jerzy Grotowsky con sus piezas experimentales. Sólo que del comercial no quedará nada, y del trabajo de Grotowsky un arte y una marca.
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