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OPINION
Los puntos oscuros
Por Miguel Bonasso

Para Gladys Cabezas la verdad se alcanzó a medias. No le queda claro �y tiene razón� cuál fue la causa por la cual asesinaron a su hermano José Luis y qué pasa con una de las pruebas materiales fundamentales que es el arma homicida sobre la que siguen existiendo gigantescas dudas. Esto significa, ni más ni menos, que discrepa con los jueces de Dolores (Raúl Begué, Jorge Dupuy y Susana Yaltone) en un aspecto fundamental de su veredicto y consecuente sentencia, que es el móvil del asesinato. 

Norma, la madre del fotógrafo asesinado, estalla en llanto al momento de leerse el fallo.
Los familiares de la víctima piensan que sólo se conoció parte de la verdad y quieren seguir adelante.


Según la Cámara Penal de Dolores, José Luis Cabezas fue secuestrado y asesinado porque al fallecido Alfredo Yabrán le molestaba su asedio periodístico y por eso ordenó al jefe de su custodia, Gregorio Ríos, que organizara el operativo con el policía Gustavo Prellezo. Este móvil ha sido cuestionado por numerosos observadores. Más cuestionable aún es la situación de la que hasta ahora fue considerada el arma homicida, el Colt 32-20 del �pepito� uruguayo Luis Martínez Maidana, que fue imputado y sobreseído en esta misma causa. Nadie pudo explicar ni en la instrucción ni en el juicio oral de qué manera ese revólver pudo llegar a manos de Gustavo Prellezo, condenado ayer como autor material del asesinato. O, al revés, cómo pudo ir de las manos de Prellezo al placard de Martínez Maidana en Mar del Plata si no existían vínculos entre los pepitos y los horneros. En la causa, ahora ha pasado a cobrar relieve un nuevo revólver, con mirilla roja, que habría sido ilegalmente secuestrado por el ex oficial Sergio Rubén Camaratta a un detenido. 
La disconformidad de Gladys Cabezas con el debate y su remate pareciera indicar lo adelantado varias veces por Página/12: que la familia del fotógrafo puede tratar de iniciar un nuevo juicio; lo que ya ha comenzado a llamarse el Cabezas II. Los puntos oscuros sobran, a pesar de la seguridad �por momentos arrogante� del presidente del tribunal Raúl Begué en las bondades de la instrucción judicial llevada a cabo por el juez José Luis Macchi, con la estrecha colaboración policial del comisario Víctor Fogelman y la supervisión de la misma Cámara de Dolores que también condujo el juicio oral que acabó ayer. 
Acordes con el espíritu de los tiempos que rige en la provincia de Buenos Aires y pensando probablemente que la sociedad argentina reclama �mano dura�, los tres jueces de Dolores han aplicado penas muy severas a ocho de los acusados (ver nota central). Sabían que al hacerlo muchos medios aplaudirían su decisión como un parate a la impunidad, pero eso dista mucho, lamentablemente, de ser cierto.
Pero sean cuales fueren las consideraciones que a ciencia y conciencia los llevaron al fallo de ayer, las trescientas páginas de fundamentos no lograron, sin embargo, despejar algunos puntos oscuros que pueden llevar a pensar en posibles encubrimientos durante la investigación. Nada se dijo, por ejemplo, sobre los sesenta �no me acuerdo� del jefe de los investigadores Víctor Fogelman. Tampoco se aludió al misterioso papel donde uno de los investigadores que secundaban a Fogelman, el comisario Oscar Viglianco escribió �José Luis dos tiros�, seis meses antes de que la segunda autopsia revelara que efectivamente a Cabezas le habían disparado dos veces en la nuca. Viglianco, como lo recordarán los que han seguido el juicio, también le dijo que habían sido dos tiros a María Cristina Robledo, la viuda del fotógrafo. Viglianco fue casualmente el hombre que �encontró� y se calzó al cinto el Colt 32 de Martínez Maidana. El comisario, uno de los siete que secundó a Fogelman en el bunker de Castelli, no tiene los mejores antecedentes en materia de preservación de pruebas: la madre de la asesinada Leticia Bellstedt lo acusa de haber sustituido la bala que asesinó a su hija. La investigación, que el doctor Begué encuentra sobresaliente �a pesar de algunos observadores ligeros (que confiesan no haber leído totalmente el expediente)�, tuvo entre otros expertos al comisario Oscar Miniscarco, que estaba de cuerpo presente cuando la reciente masacre de Ramallo y tiene en su expediente una causa lejana por la llamada �masacre de Germania�. Tal vez la beatificación delexpediente, practicada por los jueces y algunos medios, impida que no se vea lo que deliberadamente fue apartado del mismo: como la coartada del suboficial Carlos Stoghe, que el propio Fogelman reconoció que no había sido convenientemente chequeada. Lo cual no impidió que él mismo incorporase como colaborador de la pesquisa a este policía, reconocido por Celsio Miguel Bogado, uno de los custodios del empresario postal Oscar Andreani, como uno de los sospechosos que merodeaban por la calle Burriquetas la noche del secuestro.
Aun los que se muestran complacidos con el veredicto y la sentencia, como el compañero de Cabezas, Gabriel Michi, señalaron ayer que deben investigarse muchas irregularidades, entre las que destacó la posible concreción de una zona libre para operar presuntamente facilitada por el ex comisario de Pinamar, Pedro Alberto �La Liebre� Gómez.
Todo lo cual conduce a pensar que policías de graduación mucho más alta que los tres condenados podrían haber formado parte del complot, lo que le daría a éste el carácter de una �conspiración�, figura que según el doctor Begué forma parte de una nuestra enfebrecida cultura más que de la realidad. Sin embargo, los que conocen la forma de actuar de aquello que se llamó �La maldita policía� es piramidal, jerárquica y excluye la acción solitaria de tres oficialitos de dos por cuatro que se largan por la suya. En todo caso habrá que pensar en una alianza de Yabrán con altas jerarquías de la Bonaerense. Pero entonces el móvil �ya de por sí modesto� se torna increíble, porque esas jerarquías no iban a dejar que sus florecientes negocios en la Costa se vieran en peligro por un hecho de características tan tremendas. Sin duda los jueces tienen que dictaminar por lo que está en el expediente, pero eso no justifica que lo deifiquen haciéndonos comulgar con ruedas de molino como la famosa cámara fotográfica, �presuntamente rota en pedazos�, que aparece de manera milagrosa justo cuando hacía falta una prueba material para sustentar los dichos de los horneros. Cuya confesión sigue siendo el elemento más fuerte del juicio, por la presunción del Tribunal �basada en el sentido común� de que nadie se acusa corriendo el riesgo de ir a prisión para siempre. Pero los cabos, que se pretendió atar con innumerables citas que incluyen sorpresivamente a Marguerite Duras, siguen sueltos y algunos tercos insisten en pensar que en este país sólo se condena a los actores secundarios.

 

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