El País de Madrid
Por Javier Valenzuela Desde Manchester, New Hampshire
La pelea por la Casa Blanca será más dura y emocionante tras las elecciones primarias celebradas el martes en New Hampshire. En el campo republicano, el héroe de guerra John McCain fue el gran vencedor de esta primera cita significativa con las urnas del ciclo presidencial, al aplastar a George W. Bush y quebrar el mito de que es invencible. En el demócrata, el vicepresidente Al Gore ganó por 6 mil votos al ex baloncestista Bill Bradley, que sigue en pie en el centro del cuadrilátero. Las espadas seguirán en alto hasta las primarias de Nueva York y California del 7 de marzo. McCain, un senador republicano por Arizona que fue piloto de guerra en Vietnam y pasó cinco años y medio en prisiones comunistas, fue la estrella de los comicios de New Hampshire. Este hombre bajo y recio, serio y obstinado, conservador e independiente, obtuvo en las primarias republicanas el 49 por ciento de los votos frente al 31 por ciento de Bush, el gobernador republicano de Texas y príncipe heredero de la dinastía política fundada por su padre, el ex presidente homónimo. �Este es el comienzo de una gran cruzada nacional, el principio del fin de las políticas engañosas de Clinton y Gore�, dijo McCain ayer al emitir su parte de victoria desde New Hampshire. McCain resumió luego el elemento central de su cruzada: �Vamos a arrebatarle el gobierno a los intereses especiales y devolvérselo al pueblo�. Con la fórmula �intereses especiales�, los norteamericanos se refieren a las grandes empresas y grupos de presión que, a través de su papel clave en la financiación de la política, determinan la orientación de las políticas gubernamentales. En contra de su propio partido, McCain combate a favor de una reforma radical del sistema de financiación de la política estadounidense. Frente a un McCain que predica que el Partido Republicano debe volver a sus �raíces reformistas�, Bush ofreció en New Hampshire una imagen de persona mimada por la fortuna y con pocas ideas propias. Al aceptar su derrota, el gobernador de Texas insistió ayer en que �éste es un largo camino y yo pienso terminarlo en el 1600 de Pennsylvania Avenue�, la dirección de la Casa Blanca. Bush cuenta con el apoyo masivo del aparato de su partido y con excelentes resultados en los sondeos efectuados en el resto de EE.UU. Pero en New Hampshire ha perdido lo que parecía su principal capital: la idea de que es un seguro caballo ganador. Al Gore escapó, en cambio, al desastre. Ganó las primarias demócratas, con el 52 por ciento frente al 48 por ciento de Bradley. Fue una corta victoria, apenas 6 mil votos de diferencia, pero rompe otro mito: el que afirmaba que el vicepresidente no puede ganar estas elecciones. �Seguiremos luchando hasta alcanzar la Casa Blanca�, proclamó un eufórico Gore en la madrugada de ayer. �Lucha� es la palabra clave en la resurrección política de Gore. La emplea cada dos por tres y la acompaña con gestos que remedan los de un boxeador. Son los signos de esa imagen viril y agresiva que le recomiendan sus asesores, y que ayer mismo comenzó a exhibir en viajes relámpago a Nueva York y California, dos de los 14 estados donde el 7 de marzo, el Supermartes, tanto los demócratas como los republicanos celebrarán primarias. Hasta derrotar a Bradley, en el Supermartes, Gore no podrá respirar tranquilo. Su ventaja en New Hampshire no deja fuera de combate al ex baloncestista. Al contrario, Bradley se ha beneficiado en este estado de un amplio apoyo ciudadano a los candidatos menos oficialistas, los que emiten mensajes de honestidad y reforma. Si los votantes de Gore valoraron su experiencia política y la buena marcha de la economía, los de Bradley subrayaron su idealismo y su esperanzadora propuesta de universalizar la asistencia médica y sanitaria.
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