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OPINION
Viena, finde siècle
Por Claudio Uriarte

El líder neonazi Joerg Haider acaba de sortear con éxito el bluff lanzado el lunes por la Unión Europea, cuando 14 de sus 15 miembros (menos Austria, aunque hubo señales de interferencia por parte de su presidente, el conservador Thomas Klestil) amenazaron con aislar diplomáticamente a la república alpina en caso de que el FPO de Haider entrara a la nueva coalición de gobierno con el OVP (conservador) de Wolfgang Schuessel. Esa declaración se probó hueca, ya que ninguna legislación prevista por la UE contempla la exclusión de alguno de sus miembros salvo reiteradas violaciones a los derechos humanos (que Haider aún no ha tenido oportunidad de cometer), limitando la presunta �exclusión� de Austria a los contactos bilaterales con cualquiera de sus Estados miembros, pero no con el bloque como conjunto. Como dijo el diario The Guardian, �esto es como tener a Tony Blair sonriendo junto a un ministro del FPO en la foto de familia anual de la UE, pero negándose a recibirlo en Londres�.Es que en el fondo, el bluff europeo era tanto para Haider como para el consumo interno de los 14 países y para marcar alguna clase de distancia con la explosión de barbarie posmodernizada que encarna el gobernador de Carintia. En este sentido, se pareció a una especie de versión farsesca de la paradójica figura de �guerra humanitaria�, con montones de comunicados pero ninguna acción contra Viena. La impotencia de la UE y de EE.UU. para impedir el acceso al poder de Herr H. escenificó la llamada �paradoja de la democracia�, que invita a preguntarse qué hacer cuando un líder autoritario llega al poder por medios enteramente democráticos. Dentro de esto, la apuesta de la UE se parece más a una esperanza que a una estrategia: suplicar al cielo que Haider, por algún medio excluido a los 14, pierda su sortilegio sobre alrededor de un tercio del electorado austríaco.Al contrario del resto de Europa, Haider tiene tanto una esperanza como una estrategia. La esperanza es desgastar a Schuessel y volverse él mismo canciller, y la estrategia es retirarse astutamente a su feudo de Carintia, mandando a Viena a sus cinco neonazis de paja y esperar el momento de levantar la cabeza y marchar triunfalmente hacia la capital. El escenario no es imposible, con los conservadores ya en su nivel más bajo de popularidad, y con un Haider capaz un día de reivindicar a Hitler y al siguiente manifestar su deseo de viajar a Israel. Este hombre es un verdadero peligro.

 

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