Desde
el punto de vista de la democracia austríaca, la Viena Roja de ayer
parece al menos tan peligrosa como la coalición negro-parda que debió
asumir su mando casi clandestinamente dentro de un Palacio Imperial
asediado, y cuyos miembros tuvieron que trasladarse como una hilera de
cucarachas por los túneles subterráneos entre el Palacio y la
Cancillería --a fin de evitar a la multitud-- para luego celebrar su
primera reunión de gabinete con las ventanas bien cerradas. En la
manifestación más grande y más violenta que se produjera en Viena
desde el Anchluss de Hitler en 1938, pareció comprobarse el principio
de que la calidad del enemigo predetermina la de la respuesta que se
le va a dar: si los Aliados respondieron a la barbarie hitleriana con
bombardeos indiscriminados igualmente barbáricos contra ciudades
enteras, ayer los arrojamientos de pintura, vidrios quebrados, piedras
y huevos, la detección de bombas de petróleo, los bastonazos de la
policía y las declaraciones de jefes de la marcha de que se proponían
el derrocamiento del gobierno dieron la exacta medida de la división
de la sociedad resultante del ascenso del Partido de la Libertad de
Joerg Haider al poder. El día de ayer puede fácilmente compararse al
Mayo Francés en el enfrentamiento de parte de la sociedad civil
contra lo que se considera y es una sórdida componenda entre el
inescrupuloso y declinante líder conservador Wolfgang Schuessel
--para ganar la cancillería ahora-- y los neonazis de Herr Haider
--para arrebatársela después--. Se parece al Mayo francés en la
medida en que muestra que parte importante de la sociedad ha perdido
toda confianza en el funcionamiento de sus instituciones, pero no está
garantizado ningún final feliz en la medida en que el principal
beneficiario puede ser precisamente Haider, fortalecido en sus
demandas de ley y orden frente al espectáculo de un gobierno débil y
patético y una multitud desbocada.
Estas son sólo escenas
tempranas del ajedrez que Haider jugará a distancia desde Carintia
--jugando a todos contra todos, apostando un día a unos, otro día a
otros--, y el conjunto de la sociedad. La crisis del Estado ya se
registra en términos macroeconómicos: la industria turística, una
de los principales generadores de ingreso de la economía (un 6 por
ciento del PBI), anticipa un futuro negro, y las calificadoras
internacionales ya advirtieron que podrían degradar a Austria de la
calificación AAA de riesgo/país que ahora disfruta. El rojo de ayer
puede ser sólo un anticipo.
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