|
--Como
cantante de tango, usted tiene un estilo muy austero. ¿Cómo hizo para
adaptarse al concepto de espectáculo que tiene Glorias Porteñas?
--Fue algo muy desafiante para
mí, porque soy una persona muy tímida, todo me da vergüenza y no me
gusta exponerme. Tuve que ponerme a trabajar en lo que tiene que ver con
la actuación, porque lo mío es el canto. No fue tan difícil porque
cuando una está cantando interpreta un personaje y cuando una actúa
también está poniendo mucho de sí misma. Igual, me siento muy protegida
por el vestuario de época. Es una especie de escudo. --¿El
espectáculo cambia respecto de la etapa con Soledad Villamil?
--Cambia en tanto los
personajes son distintos, y existen diferentes lugares de apoyo. Por
razones obvias, lo de Soledad estaba más volcado hacia la actuación y yo
me concentro mucho en el canto. Ella igual me ayudó mucho a formar mi
personaje. --¿Cómo
pasó de cantar blues a interpretar tangos de la vieja guardia?
--Al principio cantaba tangos
que me gustaban, pero no de una época determinada. Y un día me di cuenta
de que me sentía igual que cuando cantaba blues en inglés: por un lado
me encantaba, pero al mismo tiempo sentía que no era del todo auténtico.
Necesitaba saber por qué estaba cantando. Me llamaba la atención también
que me dijeran que mi voz no era para el tango, porque no canto como
Susana Rinaldi o Adriana Varela. Y me empezaron a llamar la atención
otras mujeres, y me di cuenta de que la historia del tango había, de algún
modo, "masculinizado" la manera de cantar de las mujeres. Busqué
más atrás y escuché voces distintas, la de Azucena Maizani, por
ejemplo. Y a través de esa búsqueda fui encontrando una identidad
interpretativa. --Si
en algún momento las mujeres "masculinizaron" su canto para
acceder al tango, ¿por qué ahora vuelven a diferenciarse buceando en las
cantantes de los años '20 y '30?
--Yo no soy socióloga para
contestar eso, pero supongo que tiene que ver con los cambios que se
fueron dando en la sociedad. En los '60 y '70, la militancia feminista
llevó a la lucha por la igualdad de la mujer con el hombre, y a veces eso
se exacerbó en otros planos. Ultimamente se aplacaron los ánimos y se
redescubren otras cosas, cuestiones de sensibilidad que hacen a las
mujeres y que, tanto en la vida como en el tango, le dan un perfil muy
definido. --Rosita
Quiroga y Mercedes Simone impusieron su personalidad, pero
el arquetipo de la "mujer tanguera" siempre fue
estigmatizado...
--Al principio sí, pero después
ocuparon lugares muy dignos. Lo que pasa es que en un momento hubo tantas
mujeres que algunas "llegaron" y otras quedaron en el camino.
Pero creo que supieron defender muy bien sus derechos. Lo que sí me llama
la atención es que no haya habido una que pudiera reflejar su historia,
su problemática, en canciones. Lo que cantaban ellas era la visión
masculina de la realidad femenina. --Muchas
veces se la ha comparado con Ada Falcón. ¿Usted cree que hay algún
punto de contacto?
--Me encanta Ada Falcón. Y me
parece muy distinta de las otras mujeres del tango, que eran un poco
"antidivas". Falcón era al revés, una diva total, y me fascina
esa condición, como me fascina también Marlene Dietrich, o Nacha
Guevara. Es ver a través de ellas una vida de fantasía, como ver
figuritas. Y yo, en cambio, soy una mujer casada, tengo un marido bárbaro
que me aguanta, un hijo que va a cumplir tres años, lavo la ropa, hago
las compras. Soy todo lo contrario a una diva.
|