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OPINION
Lo social y lo religioso
Por Washington Uranga

El decimoquinto Seminario de Formación Teológica que acaba de celebrarse en Buenos Aires, en medio de un escenario magro en manifestaciones de participación, es una vez más un modo de participación transversal que atraviesa diferentes niveles sociales y opciones políticas. También constituye una manifestación cultural que deja en evidencia los diferentes rasgos de una Argentina multicultural a la que muchas veces Buenos Aires ignora. A todo ello se agrega la singularidad de una convocatoria hecha desde la experiencia religiosa que incluye en ese dato las demandas sociales, políticas y culturales de los sectores más postergados.El Seminario es un espacio anual al que se sienten convocados muchos militantes cristianos de base que encuentran en las pequeñas organizaciones o comunidades el modo de participación que más se aproxima a su vida cotidiana, sus necesidades y demandas. La comunidad de base, el grupo, la organización barrial o comunitaria es el lugar de la reivindicación, de la demanda, pero también el escenario del encuentro en la fe común, el espacio de la celebración, de la fiesta, del abrazo fraterno. De esta manera las comunidades y los grupos tienden a asumir a la persona en la integridad de su experiencia histórica vital, intentando no fragmentar o desagregar lo político, lo social, lo cultural o lo religioso. �Celebrar y defender la vida�, el lema común a muchos de estos grupos, remite precisamente a esta comprensión: tomar la vida del varón y la mujer en su totalidad, en todos sus aspectos, y contenerla en este espacio.Los Seminarios, a los que acuden personas llegadas desde toda la geografía argentina, se van constituyendo en primer lugar en un espacio para compartir �para �compartir la vida�, dirán los organizadores� y en segundo término, en una suerte de inorgánica puesta en común de preocupaciones y búsquedas. Ni unas ni otras encuentran aquí respuestas articuladas, modos de organización para la satisfacción de las demandas. ¿Porque estas respuestas no existen o porque el Seminario no es lugar para darlas? Probablemente por una suma de ambas razones. La desarticulación social existe y el Seminario, como los propios grupos religiosos de base, no son lugares para la acción directa. Sí para contención de los problemas, para la reflexión, para la manifestación de la solidaridad, para consolidación de las relaciones y los lazos.Quizás esa sea su mayor riqueza y su fuerza. Pero puede ser, al mismo tiempo, su mayor debilidad. En los años setenta, en medio de la primavera de participación social, desde las organizaciones eclesiales se producía una especie de trasvasamiento hacia los partidos políticos, hacia las organizaciones sociales o los movimientos populares. El ámbito religioso era un lugar de iniciación, de toma de conciencia o, definitivamente, un espacio para vivir y celebrar la fe. Hoy, con organizaciones políticas y sociales en crisis, algunos participantes de los Seminarios sienten que ciertas demandas se transforman en consignas repetidas año tras año y que no hay ámbitos organizativos para canalizar las ansias de cambio social. ¿Se le puede reclamar esta función a este espacio religioso? No hay una sola respuesta, ni entre los organizadores ni entre los participantes.El Seminario es cada vez más un ámbito ecuménico del que hacen parte no sólo los católicos sino representantes de otras Iglesias cristianas y de otras religiones. Sin embargo, la mayoría sigue siendo católica. Un catolicismo que presenta una cara distinta de la Iglesia, generando con naturalidad gestos de compromiso como el de acompañar a las Madres en la Plaza de Mayo, algo de lo que no fue capaz la Iglesia institucional en más de dos décadas.

 

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