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Por L. M.
Aunque fuera de competencia, el cine argentino
se hará sentir en la Berlinale. Y muy particularmente el documental. El
Foro del Cine Joven seleccionó Los libros y la noche, de Tristán
Bauer, sobre Jorge Luis Borges, y Saluzzi, ensayo sobre bandoneón y
dos hermanos, opera prima de Daniel Rosenfeld (26 años). A su vez, la
sección oficial Panorama (no competitiva) invitó al corto Lejanía,
de Leonora Kievsky, y a Botín de guerra, de David Blaustein, que
testimonia la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo por conseguir la
restitución de sus nietos, apropiados durante la dictadura militar. Antes
de viajar a Berlín, el realizador de Cazadores de utopías conversó
con Página/12 sobre su segundo largometraje, que aquí se conocerá
en marzo. --¿Cómo nació Botín
de guerra?
--Mucha gente que se interesó por Cazadores de utopías reclamaba
--medio en joda, medio en serio-- una segunda parte de la película, Cazadores
II, que contara lo que siguió a 1983, que es el momento en que se
detiene Cazadores... Por supuesto, yo no pensaba ni remotamente
hacer algo semejante, pero siempre me dio la sensación de que el tema de
los hijos de desaparecidos podía ser algo así como Cazadores II.
A mí me había impresionado muchísimo una imagen del 24 de marzo de
1996, en Tribunales, el momento en que simbólicamente nació la agrupación
HIJOS, cuando una banda muy grande de pibes van a golpear las puertas y
entregar un petitorio. Esa imagen me partió la cabeza. Y pensé que eso
podría llegar a ser el germen de una nueva película. Pero en marzo del
'97, vino a verme gente de Abuelas y me dicen que habían pensando en mí
para hacer un documental sobre la agrupación, de la que se estaban por
cumplir 20 años. Querían una película para recordar ese mismo año el
nacimiento de Abuelas. En ese plazo no se podía hacer un trabajo con la
calidad que exige la TV europea, pero entonces nos pusimos a pensar en un
documental de largometraje, a la manera de Cazadores de utopías. --¿Cómo fue encontrando
su forma la película?
--Había ciertos temas que las Abuelas querían que no faltaran: el
daño psicológico, la experiencia mundial de las Abuelas, los contenidos
que aportaron a la Declaración Universal de los Derechos del Niño, la
lucha por el derecho de identidad y la historia de la agrupación. Ellas
tenían una idea de lo que necesitaban que la película dijera y nosotros
teníamos que encontrarle una forma, el cómo. También apareció la
posibilidad de entrevistar a algunos nietos, a partir de la confianza que
fuimos generando en las Abuelas. Para mí, el tema de los nietos era muy
delicado, yo tenía mucho pudor, pero no bien las Abuelas nos abrieron la
puerta, también se fueron sumando los nietos. Las primeras entrevistas
con los nietos fueron muy duras, sobre todo para mí, porque ellos están
mucho más acostumbrados a contar su historia personal que uno a
escucharla. Pero había confianza política y también personal: sabían
que los íbamos a cuidar y sentían también que la historia de las
abuelas había que contarla y que el mundo tenía que enterarse. --¿Qué espera de la película
ahora que comienza a difundirse?
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