En su nueva sede de Postdamer Platz, el festival también contará con títulos de Danny Boyle, Anthony Minghella, Oliver Stone, Milos Forman y el nuevo niño terrible francés, François Ozon.
|
Por Luciano Monteagudo Desde Leonardo DiCaprio hasta Gwyneth Paltrow, pasando por Matt Damon, Mel Gibson, Denzel Washington, Danny DeVito, Danny Boyle, Anthony Minghella y Kenneth Branagh, no son pocos en Hollywood los que este año decidieron, a partir del próximo miércoles, darse una vuelta por la edición número 50 del Festival Internacional de Berlín, a pesar del frío y de la nieve que suelen abatirse para esta época sobre la ciudad. Las grandes figuras, se sabe, suelen preferir el clima más templado de Cannes o Venecia, los otros dos festivales mayores del calendario cinematográfico internacional. Pero esta temporada el helado río Spree, que atraviesa serpenteante la capital alemana, parece estar decidido a robarle varias caras famosas al Mediterráneo, con la excusa de festejar el medio siglo de vida del festival, que tirará la casa por la ventana inaugurando una nueva sede, en la reconstruida Postdamer Platz.Aunque nunca fue fácil atraer a las estrellas de Hollywood al crudo invierno europeo, esa fue desde un comienzo una de las misiones que se impuso la Berlinale cuando inició sus actividades, allá por 1951, apenas seis años después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces, la ciudad �gran parte de la cual aún estaba en ruinas� todavía no conocía la infamia del Muro pero ya estaba dividida, de hecho, en dos grandes sectores, con la Unión Soviética a cargo de la franja oriental y las otras tres potencias aliadas (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña) atrincheradas en el oeste. Por su situación geopolítica, Berlín siempre fue �como ninguna otra ciudad lo sería� el epicentro de la llamada Guerra Fría y el festival nació bajo ese estigma. La idea de las autoridades occidentales (apoyada fervientemente por el canciller Konrad Adenauer, principal impulsor del �milagro alemán� de posguerra) era, al fin y al cabo, bien simple: llevar todo el glamour de un festival de cine a una ciudad sitiada, que era como una espina en el corazón de la Europa comunista.Con el tiempo, el festival de Berlín �en cuyas primeras ediciones fueron premiados films de Gene Kelly (Invitación a la danza), Ingmar Bergman (Cuando huye el día) y Henri-Georges Clouzot (El salario del miedo), hoy todos clásicos reconocidos� fue dejando de ser un mero instrumento de propaganda de las virtudes de Occidente para convertirse en un auténtico foro de debate cultural. La construcción del Muro (levantado en agosto de 1961, después de que los dos bloques llegaron al extremo de las diferencias irreconciliables) coincidió con el nacimiento de los llamados �nuevos cines� y la Berlinale supo dar cuenta de su tiempo, premiando con el Oso de Oro a Michelangelo Antonioni, Jean-Luc Godard y Roman Polanski, entre otros representantes de las tendencias de ruptura de entonces. El festival se convertiría también en una excelente plataforma de lanzamiento del Nuevo Cine Alemán, que hacia fines de los años 60 comenzaba a despuntar con los primeros films de Werner Herzog y Rainer Werner Fassbinder. La Berlinale, sin embargo, adquirió su verdadera personalidad a mediados de los años 70, cuando se convirtió en un punto de encuentro entre las cinematografías de Occidente y las de Europa oriental. Adelantándose en varios años al descongelamiento del mundo bipolar, el festival abrió sus puertas a los cines de Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia, Polonia y la Unión Soviética, cuyos films se convirtieron en las nuevas vedettes de la muestra alemana. Paradójicamente, hoy esos cines ya casi no existen, como si con la caída del Muro (en noviembre de 1989) toda una cultura, aún la más contestataria, se hubiera desmoronado.El festival, claro, fue el primero en reflejar ese proceso. Es que nada de lo que acontece en Europa parece ser ajeno a Berlín. Como ninguna otra ciudad, Berlín concentra las marcas más profundas de la historia de este siglo, como si fueran cicatrices. Algo que ni siquiera la flamante sede del festival �en el epicentro de lo que ahora se llama �la nueva Berlín�,un conglomerado de edificios de vidrio y neón levantado por corporaciones internacionales� podrá borrar.Hoy por hoy, para la Berlinale, ya no se trata sólo de inaugurar la temporada cinematográfica internacional (considerando que Cannes, su eterno rival, despunta recién en mayo), sino además de dar cuenta de la impresionante diversidad de expresiones que el cine tiene para proponer en este nuevo siglo. Con más de trescientos films reunidos en apenas doce días, Berlín tiene la virtud de albergar las manifestaciones más variadas �las retrospectivas, el Foro del Cine Joven, el Kinderfilmfest, íntegramente dedicado a los niños� aunque la atención de los medios gira sobre todo en torno de los 21 títulos que concursan por el Oso de Oro a la mejor película, que este año discernirá un jurado presidido por la actriz china Gong Li, que fue precisamente un descubrimiento del festival, cuando una década atrás deslumbró como la protagonista de Sorgo rojo, la ópera prima de Zhang Yimou, que entonces se llevó el premio mayor.Ahora Yimou tiene la posibilidad de volver a alcanzar el Oso de Oro con El camino a casa, un melodrama que promete llevar el género hasta sus límites, con una historia de amor amenazada por los vientos de la historia, encarnados en la Revolución Cultural. De hecho, Yimou viene de nuevo, como en sus comienzos, pisando fuerte, porque en setiembre pasado ganó el León de Oro de Venecia con Ni uno menos, su film anterior. El honor de abrir el fuego, el próximo miércoles, le tocará al local Wim Wenders, que estrena The Million Dollar Hotel, protagonizada por Mel Gibson, y realizada a partir de un tratamiento argumental de Bono, el líder de U2. Los alemanes también pondrán otros dos títulos en competencia, de sendos veteranos del �nuevo cine� de los 60 y 70: Volker Schlöndorff, el director de El tambor, presenta La leyenda de Rita, mientras que Rudolf Thome pondrá en pantalla Paradiso-Siete días con siete mujeres. Por su parte, Fassbinder vuelve a la Berlinale desde el más allá con la adaptación de una de sus primeras obras de teatro, Gotas de lluvia sobre piedras ardientes, realizada por François Ozon, el nuevo enfant terrible del cine francés. A su vez, Hollywood apuesta varias fichas: a La playa, de Danny Trainspotting Boyle, con Leonardo DiCaprio, en su primer protagónico después de Titanic; a El talentoso señor Ripley, de Anthony Minghella, con Matt Damon y Gwyneth Paltrow. Y a Magnolia, de Paul Thomas Anderson (el realizador de Boogie Nights), con Tom Cruise al frente del elenco.
|