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Una de gangsters y samurais, al modo de Jarmusch

�Ghost Dog�, la nueva película del director neoyorquino, constituye un retorno a lo mejor de su cine. Desolación urbana, personajes imperdibles y diálogos absurdos se funden en un film donde se vuelve a lucir Forest Whitaker.
Forest Whitaker es un místico asesino a sueldo que pasa los días leyendo un manual de samurais.

 Por Rodrigo Fresán Desde Barcelona

t.gif (862 bytes) Ghost Dog es un gigantesco negro que vive en una terraza de un edificio abandonado cuidando a sus palomas mensajeras. Ghost Dog es un místico asesino a sueldo que pasa los días leyendo una y otra vez el Hagakure, el manual filosófico y existencial del perfecto samurai. Ghost Dog mata como quien respira y se debe a la voluntad de un viejo mafioso italiano, quien le salvó la vida varios años atrás. Ghost Dog es tan respetado por sus vecinos rappers como temido por aquellos que nunca lo vieron pero siempre oyeron hablar de él. Ghost Dog es una de las mejores creaciones del enorme actor Forest Whitaker y Ghost Dog: El camino del samurai es la nueva y otra vez excelente película de Jim Jarmusch quien �junto con Tim Burton, los hermanos Coen y Woody Allen� es una de las pocas garantías de calidad y cine de autor que le van quedando al cada vez más inocuo y efectista cine estadounidense, y a quien sólo puede acusárselo del imperdonable crimen de haber sacado de Italia a un personaje llamado Roberto Benigni.
Ghost Dog marca el retorno de Jarmusch a su mundo �luego de ese sabático que fue el documental rock Year of the Horse donde se narraban las idas y vueltas de Neil Young y su banda Crazy Horse a través de los años� y supone una suerte de revancha luego de Dead Man, su tan glorioso como incomprendido western existencial protagonizado por Johnny Depp. Los críticos �luego de aquel para muchos exceso estilístico� han celebrado el retorno del hijo pródigo a un paisaje más familiar y reconocible. Casi sin darse cuenta que Ghost Dog no es más que una astuta retraducción del tránsito de aquel cowboy obligado a matar para que no lo maten, a la vez que se las arregla para ser una exhaustiva summa jarmuschiana. Una suerte de resumen de lo publicado y nuevo comienzo donde aparecen todos los atípicos lugares comunes del cine de Jarmusch �la desolación de los paisajes urbanos, la mirada de un personaje extranjero (aquí un heladero franco-antillano), los diálogos absurdos (la conversación sobre los nombres de indios, rappers y mafiosi), los fundidos a negro (reemplazados aquí por iluminadoras parrafadas del Hagakure), la imposibilidad de adivinar hacia dónde va la trama� a la que se agregan aquí cierto cansancio resignado de un artista curtido y una violencia que remite más al pathos del primer Scorsese que a los disparos pop del único Tarantino.
El argumento es de una sencillez que remite a lo mejor de la serie negra estilo David Goodis: el neo-samurai Ghost Dog mata a la persona equivocada a partir de un error de cálculo de su amo mafioso. La familia, entonces, decide que la única manera de hacer la paz es borrar del mapa al autor material del asunto. Lo que no pueden saber es que Ghost Dog no es un perro manso y lo que se niegan a admitir es que ellos ya no son más que anacrónicas reliquias apenas sobrevivientes de tiempos mejores. Lo que sigue es Ghost Dog despachando a sus perseguidores uno por uno, con la resignada disciplina de quien no tiene ganas de que le anden matando las palomas.
�Vivo en el barrio neoyorquino de Little Italy, y he visto en la calle a muchos mafiosos, sobre todo miembros de la familia Gambino. También he percibido cómo las cosas han cambiado mucho en ese mundo. La vieja época de la Cosa Nostra quedó atrás. Los personajes que aparecen en mi película son como pesados dinosaurios, tipos que pertenecen al pasado, aunque no fue mi intención criticarlos ni presentarlos de forma romántica como suele hacerse en el cine. Son lo que son y así los describí�, dijo Jarmusch. De este modo Ghost Dog es el duelo a muerte de dos estéticas que desaparecen y la lucha sorda y desganada de dos especies en extinción: la ética del samurai versus el credo gangster.
Ghost Dog es �luego de la aparición de perfectos Jarmusch falsos como el Smoke de Wayne Wang y Paul Auster� también un interesante duelo donde Jarmusch se bate consigo mismo y gana a la hora de escaparse de los moldes y los patrones. El estreno del film coincidió con una retrospectiva total de este director en la Cinemateca de Barcelona al que �como a los creadores en serio� sólo cabe acusarlo de haber sido una influencia nefasta para los que intentaron y siguen intentando fotocopiarlo prescindiendo, por no contar con ello, del talento fundacional de quien prácticamente inventó el concepto de cine indie estadounidense. La revisitación de su obra produce entonces una extraña nostalgia y una renovada admiración por aquel que partiendo del concepto de road movie y haciéndolo transitar frente a diferentes telones de fondo (la insuperable buddy movie que es Stranger Than Paradise, el film carcelario en Down by Law, la película de episodios y short stories en Mistery Train y Night on Earth, los ya mencionados western Dead Man y la vida en la carretera de Year of the Horse, las viñetas quietas de personajes en movimiento que son los tres cortos de la serie Coffee and Cigarettes), no ha dejado de moverse en la dirección correcta.
Ahora, los cinéfilos del tipo arqueológico han creído ver en Ghost Dog una suerte de remake a nuevo de aquella El silencio de un hombre de Jean-Pierre Melville. Otros la sienten como una aproximación posmo al universo de los asesinos perfectos. Algunos la definen como �la película menos Jarmusch de Jarmusch�. Puede ser. Pero Ghost Dog es mucho más que un guiño al pasado, un reflejo de otro. Ghost Dog es un Jarmusch 100% donde, otra vez, El Tema vuelve a ser el respeto por el individuo, otro sentido homenaje a la figura del Hombre Solo que no encaja en las estructuras porque consciente o inconscientemente se niega a encajar en ellas. Como John Lurie negándose a aceptar que está enamorado de su prima, como Johnny Depp con una bala en el pecho, como Iggy Pop y Tom Waits agrediéndose con gracia entre cafés y cigarrillos, como el voluminoso Forest Whitaker cuyos movimientos torpes y pesados adquieren la gracia de una gacela a la hora de disparar y dar en el blanco, siempre. Como Jarmusch, quien hace poco declaró: �Espero que mi forma de hacer películas siga pareciendo extraña. Estaría aterrorizado si uno de mis films le gustase a todo el mundo. De hecho creo que dejaría de hacer cine�.
Todo parece indicar que el samurai Jarmusch puede quedarse tranquilo, que va a seguir filmando por muchos años más en un mundo con muchos gangsters por eliminar.

 

Jarmusch y Whitaker, director y actor de un gran film.
Confrontaron la ética del samurai versus el credo gangster.

 

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