Quienes firmamos
esta carta somos uruguayos que fuimos secuestrados en
la Argentina por Fuerzas Armadas de ambos países, que estuvimos
prisioneros en la cárcel clandestina "Automotores Orletti", en
la Argentina y trasladados clandestinamente a Uruguay, donde continuó
nuestra desaparición por meses, recluidos en cárceles clandestinas del régimen
militar uruguayo.
Somos sobrevivientes de uno de
los episodios más siniestros vividos en los años de dictadura por los países
del cono sur de nuestra América: el exterminio del opositor político por
un método de extrema crueldad; la desaparición forzada de personas. El
poder represor de este método es tal que, después de haber transcurrido
años de los hechos, recién comienza a conocerse la magnitud de esta práctica
del terror que alcanzó aun a niños que mantuvo cautivos y a quienes borró
su identidad.
Señor Presidente: le enviamos
esta carta y la hacemos pública a raíz de la que usted dirige al
escritor Günter Grass, dado que en ella se refiere a nosotros, los
uruguayos traídos clandestinamente de Buenos Aires.
No tenemos dudas de que usted
conoce cuanto aquí decimos, ya que, las denuncias y testimonios hechos
ante la Justicia y ante la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre
Personas Desaparecidas y Hechos que la Motivaron de 1985, fueron enviados
al Poder Ejecutivo del cual Ud. era titular.
Como ciudadano tuvo también,
seguramente, conocimiento de las notas y reportajes relativos al tema
divulgados en los medios durante todos estos años.
Debemos reconocer que, como
usted dice en su carta, ha habido avances. Uno de ellos --y no de poca
importancia-- es su reconocimiento público, como jefe de gobierno, del
traslado clandestino de ciudadanos uruguayos desde el extranjero.
Pero su carta exige
precisiones, porque induce a error. Nuestro secuestro en la Argentina (con
diferencia de días entre un detenido y otro) fue en julio de 1976 y
nuestro traslado al
Uruguay, el 26 de julio. El
secuestro del matrimonio Gelman en cambio, data del 24 de agosto, por lo
que nunca pudimos coincidir en Automotores Orletti ni haber sido
trasladados juntos. Coincidimos, sí, en nuestro cautiverio, que llegó
hasta el mes de noviembre en el caso de algunos y de diciembre en el de
otros, en la cárcel clandestina de la ex sede del SID (Servicio de
Inteligencia de Defensa) con una mujer embarazada a la que nunca vimos,
que dio a luz en el Hospital Militar donde fue trasladada a esos efectos.
Seguimos los acontecimientos de la atención de la embarazada, que
estaba en el piso superior al subsuelo donde estábamos prisioneros, a
través de las órdenes que un médico daba a la guardia y luego, en los
momentos previos al parto, por la orden de traslado recibida telefónicamente
y repetida en voz alta por el oficial de guardia. Días después se le
pidió a una compañera indicaciones para preparar una mamadera para un
bebé y en más de una oportunidad vimos pasar al soldado de guardia de la
cocina al piso superior con un biberón. La denuncia de un soldado, al que
todos reconocimos en 1985 como integrante de la guardia que nos custodió
en el cautiverio, que vio a la mujer embarazada y posteriormente con el
recién nacido, confirmó la veracidad de lo oído por nosotros.
Todos estos hechos fueron
denunciados ante la Justicia y ante la Comisión Parlamentaria en Uruguay
a medida que fuimos recobrando la libertad después de la prisión a que
la Justicia Militar nos condenó durante años, en calidad de presos políticos
y también lo hicimos ante organismos internacionales.
Nunca supimos el nombre de esa
mujer que dio a luz. Tampoco hubo denuncias de una mujer uruguaya
desaparecida en esas condiciones en nuestro país. Estos hechos exigían
una investigación que nunca se realizó. Es recién a mediados de 1998,
cuando el poeta Juan Gelman, quien seguía desde hace años una paciente búsqueda
de los rastros de su nuera a través de todos los sobrevivientes de
Orletti, que realiza sobre esas informaciones, la investigación que hasta
ahora se había omitido por parte de todos los organismos oficiales que
recibieron la denuncia. Esa investigación silenciosa y minuciosa han
llevado hoy a Juan Gelman, a la casi certeza de que la mujer sería su
nuera y que su nieto o nieta nació en Uruguay.
Respecto de los expedientes por
reparación patrimonial iniciados por algunos de los sobrevivientes de
Orletti, carecen de todo interés jurídico para otra cosa que no sea
probar los daños sufridos por los denunciantes en cuanto víctimas, de
modo que no hacen en absoluto al caso.
Quizás de las afirmaciones más
graves de su carta, Sr. Presidente, una sea la de quitar toda
responsabilidad del país en el secuestro de niños (y no es la primera
vez que lo dice). Nadie desconoce a esta altura la existencia del Plan Cóndor,
a través del cual los ejércitos borraron toda frontera para el
exterminio de sus opositores. Tanto los adultos como los niños fueron traídos
y llevados de acuerdo a las circunstancias de los planes represivos, de un
país a otro. Desgraciadamente los regímenes que sucedieron a las
dictaduras no actuaron, para la reparación de los daños, con la grandeza
necesaria. Las fronteras fueron usadas como pretexto permanentemente para
impedir hallar a nuestros desaparecidos.
Los niños ubicados hasta ahora
no lo fueron por obra de los gobiernos ni en un solo caso. Los hermanos
Julien Grisonas, de 4 años y 18 meses de edad fueron secuestrados con sus
padres, aún desaparecidos, en la Argentina; se les vio, consta en
testimonios, en Uruguay, en la misma cárcel del SID y luego fueron
llevados a Chile, donde fueron abandonados.
Paula Logares Grispón fue secuestrada el 18 de mayo de 1978 en
Montevideo, junto con sus padres aún hoy desaparecidos y ubicada luego en
la Argentina en poder de un represor. Finalmente queremos expresar que la felicidad que usted personalmente dice poder sentir en el caso de que el testimonio de alguno de los protagonistas de esos dolorosos sucesos permitiera ubicar al nieto de Gelman o a cualquiera de los niños desaparecidos en la Argentina, le es negada justamente por aquéllos que están bajo su autoridad institucional. Los testimonios que se han ofrecido desde el campo de las víctimas y la empecinada búsqueda de sus desaparecidos efectuada por los familiares, como es el caso del poeta Gelman, paradójicamente han sido los únicos aportes a esa felicidad, que es, fue y será nuestro único objetivo. Por lo mismo estamos dispuestos a brindar una vez más, nuestro testimonio donde sea necesario, con el fin de ese logro. Firman:
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