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UN DURO GOLPE A LA CGT
La venganza será terrible

En respuesta a los reclamos del combativo Hugo Moyano, el Gobierno decidió retener unos 6 millones de pesos que por ley debían girarse en enero a las obras sociales sindicales.


Por Diego Schurman
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--Si ellos se ponen duros, nosotros nos ponemos más duros.

  Alberto Flamarique masculló bronca. Hugo Moyano acababa de asumir la conducción real de la CGT con gritos de guerra. Y el ministro de Trabajo

prometió que el Gobierno, tarde o temprano, redoblaría la apuesta. Fue temprano: la cartera de Salud, que comanda Héctor Lombardo, decidió retener cerca de 6 millones de pesos que por ley debían girarse a las obras sociales sindicales.

  El dinero corresponde a la última recaudación mensual del Fondo de Redistribución. Con esa suma, los sindicalistas equilibran las cuentas de aquellas obras sociales deficitarias y responden a las demandas de servicios de alta complejidad de sus afiliados.

  La última cuota que percibieron las obras sociales sindicales es de diciembre del '99. Desde que asumió el nuevo Gobierno, la CGT está expectante, ya que la distribución de gran parte de ese dinero es discrecional y responde a intereses políticos.

  Las reuniones entre sindicalistas y funcionarios de Salud fueron constantes a fines del año pasado. Y hubo promesas de todo tipo. El propio Lombardo les aseguró a los gremios varias representaciones en el directorio de la Administración de Programas Especiales (APE), el organismo que maneja el Fondo de Redistribución.

  Pero la dura pelea por la reforma laboral rompió con todos los acuerdos.

Primero, el Gobierno sacó un decreto que dejó a los gremios sin representantes en la APE. Ahora, al conocer el tono combativo --con promesas de marchas y cortes de ruta-- que Moyano imprimirá a la CGT, se decidió retener el dinero que debían percibir para solventar las obras sociales.

  --El pastor y Nosiglia nos están traicionando. No cumplieron con ninguna de sus promesas --se quejó a Página/12 un encumbrado dirigente sindical.

  Aludió así a Lombardo, que además de sus conocimientos en salud es pastor evangelista, y al ex ministro del Interior de Alfonsín, Enrique "Coti" Nosiglia, dos interlocutores válidos para la cúpula de la CGT.

  Durante el período de transición Lombardo compartió sus horas con Nosiglia en el Hotel Elevage y se cruzó más de una vez con el gastronómico Luis Barrionuevo.

  Sin aire

  El plan de asfixia a los sindicatos tiene en Rubén Cano a su principal mentor. Cano integra el cuerpo colegiado de la Superintendencia de Salud y controla desde las sombras la Administración de Programas Especiales.

  Hasta el último jueves, el APE estaba manejado por Carlos "El Gato" Lapadula, un hombre del riñón de Carlos Menem nombrado por el propio ex presidente en el '98. Cano lo obligó a renunciar para rearmar el directorio del organismo, hasta ahora afín a los intereses del menemismo. Antonio Verduc, hombre del bonaerense Melchor Posse en la Secretaría de Salud de San Isidro, es ahora uno de los que suena más fuerte para ocupar ese puesto. 

  Cano es un médico sanitarista que trabajó con Lombardo en el gobierno porteño. Estuvo al frente del Presal, un programa del Banco Mundial para reequipar hospitales.

  En las últimas semanas anunció un plan de reducción del número de obras sociales sindicales. Quiere que de las actuales 300 no queden más de 50. Se trata de un primer paso para la desregulación total del sistema, para permitir la competencia abierta con las empresas de medicina prepaga. A pesar del compromiso público de Lombardo a los sindicatos para no producir tal desregulación, es un secreto a voces que ése será, a mediano o largo plazo, el próximo paso.

  El acto de asunción de Cano fue todo un símbolo para confirmarlo. El mercantil Armando Cavalieri fue el único sindicalista de primera línea que estuvo presente. El resto de los invitados pertenecía al mundo de las empresas de medicina prepaga, cobijados detrás del presidente de la cámara del sector, Pablo Giordano.

  Entre sus íntimos, y no tan íntimos, Cano dio los nombres de las obras sociales que considera "quebradas", un dato que alertó especialmente a los prestadores que quieren cobrar sus deudas.

  No fue el único anuncio que generó escozor entre los caciques gremiales. También pegaron el grito en el cielo cuando se enteraron de que Salud emprenderá una investigación sobre el destino del dinero pagado por la APE durante la gestión menemista.

  --Que investiguen lo que quieran pero que no sigan desfinanciando las obras sociales sindicales --se quejó en voz alta Cavalieri, a quien la APE le debe cerca de 13 millones de pesos por tratamientos de sida.

 Cruzando al cruzado

  Cano podrá comprobar que el gobierno menemista benefició a "sus amigos" en el reparto de los subsidios de la APE. La planilla de setiembre del año pasado, a la que accedió Página/12 es una muestra fiel, ya que allí aparecen las obras sociales de Cavalieri, el estatal Andrés Rodríguez, el gasista Oscar Mangone y el químico Reynaldo Hermoso, entre otros.

  Según un informe oficial, la obra social de los mercantiles (Osecac) percibió en setiembre 828.667,58 de pesos; los metalúrgicos de la UOM 709.811,23; Encotesa 600.000; la federación de la industria de la carne 600.000; bancarios 495.214,70; la estatal Unión Personal Civil de la Nación 412.327.

  No fueron los únicos. La ADOS (asociación de obras sociales en el interior, cuyo armado se adjudica a Barrionuevo) de Comodoro 359.517.06; ADOS de San Juan 352.260; los peones de taxi 343.368; gastronómicos 334.412,28; sanitarios 314.786; del vidrio 303.678; garajistas 300.000; maestranza 300.000; portuarios, 300.000; químicos 300.000; y Gas del Estado 300.000.

  Aun así, en su cruzada contra los sindicalistas, Cano no tiene el respaldo del resto de los directores de la Superintendencia de Salud. Y quedó registrado el último miércoles, cuando quiso suspender una de las habituales reuniones semanales con sus pares.

  --Vamos a sesionar con o sin vos --lo cruzó, palabras más palabras menos, Diego Capurro, otro de los directores.

  Capurro es un médico sanitarista que responde a Graciela Fernández Meijide. Fue gerente de IOMA durante la gobernación de Antonio Cafiero y proviene de las filas de la Asociación de Trabajadores del Estado y la Central de Trabajadores Argentinos. En otras palabras: se opone al desfinanciamiento de los gremios y a la desregulación del sistema de salud.

  Cano tampoco tiene asegurada la paz absoluta de parte de Daniel Espósito, otro de los directores. Espósito es un hombre vinculado con Rodolfo Rodríguez, representante en la Argentina de la consultora de Salud William Mercer. La consultora de Rodríguez, quien aspiraba un lugar en el PAMI o la misma Superintendencia, controla el cumplimiento de las metas fijadas por el Banco Mundial para la reconversión de las obras sociales.

Es, como Cano, nosiglista. Pero, a diferencia de él, se quedó sin un lugar en el Gobierno.

 

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