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Sin sacarlos de la celda y por TV digital juzgan a los 24 apóstoles

Hace cuatro años protagonizaron el sangriento motín de Sierra  Chica. Son considerados los presos más peligrosos. Hoy comienzan a juzgarlos por matar e incinerar a ocho reclusos y tomar rehenes.


Por Cristian Alarcón
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Será la primera vez que un juicio se realice en una cárcel y mediante un sistema digital de audio y video, que incluye un circuito de fibra óptica y todo un andamiaje tecnológico por el que, paradójicamante, se transmitirán relatos del más primitivo horror. Los 24 acusados, conocidos como los apóstoles de la muerte, serán juzgados a partir de hoy por los crímenes que cometieron durante el motín de Sierra Chica, en marzo de 1996, cuando 17 personas fueron mantenidas como rehenes durante ocho días --entre ellos una jueza y su secretario--, 7 internos fueron asesinados, troceados con facas y finalmente incinerados en un horno de pan, según se desprende de la instrucción de la causa, de 4400 fojas, realizada por un juzgado de Azul. El juicio se llevará a cabo en la Unidad de Melchor Romero, considerada la más segura del país. Considerados como los reos más peligrosos del país, los acusados seguirán el proceso sin salir de unas celdas construidas especialmente para el juicio, a medio kilómetro de los jueces, de sus abogados y de los testigos, a quienes verán en una pantalla gigante, digitalizados, tal como ellos mismos aparecerán, en varios televisores instalados en una reducidísima y segura sala de audiencias.

  Además de sus peculiares condiciones materiales, el juicio sobre los hechos de Sierra Chica será también uno de los más largos que se recuerden en los tribunales bonaerenses. "La lista es de 262 testigos y las audiencias para tomar esas declaraciones están previstas hasta el 20 de marzo", informó a Página/12 una fuente de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal de Azul, a cargo del juicio oral. Sin embargo, es muy posible que el lapso se extienda. Se prevé que "los testigos que fueron víctimas de los hechos declaren durante febrero y esas declaraciones creemos que serán extremadamente largas". Son los 17 rehenes que permanecieron en manos de los apóstoles entre el 30 de marzo y el 7 de abril, entre los que se encuentran el jefe y el subjefe del penal, dos de los primeros testigos del juicio, la jueza María de las Mercedes Malere --quien declarará el 16 de febrero--, su secretario Héctor Torrens, un médico, tres pastores evangelistas y un grupo de guardiacárceles.

  Sin embargo, esos rehenes, quienes jamás dieron entrevistas después de aquel infierno, sólo podrán reconstruir su propio calvario y no las escenas de horror que se vivieron en los pabellones 7 y 8 de la cárcel, de las que habrían permanecido ajenos. El segundo día de la toma, los líderes del motín se lanzaron a una brutal cacería de enemigos. En Sierra Chica había mil internos y no todos estaban de acuerdo con persistir en los reclamos. Por eso, los apóstoles decidieron terminar con los disidentes, a los que acusaron de buchones. Así fue que mataron a seis presos, cuyos cuerpos fueron exhibidos ante el resto como trofeos y como indicadores de lo que podría pasarles a los que intentaran frenar la revuelta. Luego fueron descuartizados. En la causa 2954 constan testimonios de los que vieron cómo un apóstol jugaba con la cabeza seccionada de una víctima y con sus ojos sacados de las órbitas, en el colmo de lo macabro. Los testigos de esas prácticas son un centenar de reos y la mayoría de ellos continúa en prisión: he allí la mayor dificultad del juicio.

  "Se encuentran en la situación lógica de todo preso que tiene que declarar y volver a la unidad donde estaba alojado. Eso le puede costar la vida", le dijo a Página/12 la fiscal del juicio oral, Silvia Etcheverry, a quien desvela lo dificultoso que puede resultar en esta etapa reconstruir lo que pasó tras los muros de Sierra Chica. De los 262 testigos, casi cien están distribuidos en cárceles bonaerenses y "no hay posibilidades de darles mayores garantías". Algunos de los testigos con los que la fiscalía tomó contacto manifestaron que han sido amenazados para que callen lo que vieron.

  El tribunal --integrado por el juez civil Adolfo Rocha Campos, el juez en lo criminal de Tandil Eduardo Galli y el abogado Héctor Rodríguez-- pondrá en marcha hoy un proceso en el que se utilizará por primera vez en el país una sofisticada tecnología para mantener a los presos lo suficientemente alejados de la sala de audiencias, pero presentes, a través de cámaras y pantallas de TV, en el proceso.

  Enjuiciados por tentativa de evasión, homicidio simple, privación ilegítima de la libertad y tenencia de arma de guerra, entre otros delitos, los 24 apóstoles se sentarán hoy en tres celdas, vestidos con overoles naranja, mirando con la desconfianza de siempre todo ese despliegue en torno de sus supuestas peligrosidades. La mayoría de ellos sin esperanzas de ver pronto algo más que rejas, convertidos en información que viaja por fibra óptica.

 

Despliegue de tecnología

El ex casino de oficiales de la Unidad 29, el penal de máxima seguridad del país, ha sido transformado en una sala de audiencias. En una habitación de 5 metros por 10, se instalaron los muebles de rigor para jueces, fiscales y defensores, la silla de los testigos y unas hileras de butacas para familiares y la prensa. El lugar adquiere otra dimensión con las dos cámaras de alta resolución, dos aparatos de TV empotrados en las paredes, el video wall y una consola de sonido con ecualizadores.

  La Suprema Corte Bonaerense decidió contratar un servicio de "teleconferencia" y la licitación fue ganada por la empresa TYSSA, de Telefónica de Argentina, que ofreció un soporte tecnológico más complejo que lo imaginado, a entre 3 mil y 4 mil pesos diarios, un costo inferior al que supone un operativo para trasladar a los acusados hasta Azul, donde debían ser juzgados.

 

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