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The
Guardian Por
John Hooper
Después de que le mostré mi
credencial me contó que no estaba casado, que tenía un hijo, que
trabajaba como ingeniero de sonido, pero rehusó darme su nombre. Desde
que el viernes el ultraderechista Partido de la Libertad entró como socio
igualitario en la coalición de gobierno, su líder Joerg Haider advirtió
que vigilará activamente a todos sus críticos. Y como un alto porcentaje
de la policía está formado por simpatizantes ultraderechistas, nadie
duda de que Haider cumplirá su palabra. Algunas mujeres se perdieron en
el interior de la marcha apenas empecé a hacerles preguntas.
Como los cordones policiales
rodearon efectivamente el centro de la ciudad, los manifestantes se vieron
obligados a convertir su protesta en una especie de peregrinación.
Marcharon hacia el Parlamento, rodearon después el ayuntamiento,
volvieron a enfrentar el cordón policial, hasta que finalmente se les
autorizó llegar al centro. Después, siguieron una ruta circular a través
de calles empedradas hasta llegar al cuartel general del Partido de la
Libertad.
Allí, poco antes de las dos de
la mañana, empezaron una sentada, frente a una policía antimotines
armada hasta los dientes, y rodeada de carros hidrantes. Pero, a
diferencia de lo que había ocurrido en noches anteriores, no hubo
violencia. Miriam Mkzoch, que me dio su nombre sólo después de
preguntarme si eso no iba a tener consecuencias para ella, llevaba una
pancarta donde se leía "Un NO pacífico". Me dijo que la idea
de esta larga marcha era "que fuera vista por mucha gente".
La estudiante Ronja Vogl dijo:
"Pienso que la gente va a empezar a darse cuenta. Pienso que ahora
habrá más conciencia". Sólo muy excepcionalmente vio Viena escenas
anárquicas como las de las últimas noches, y esto podría producir un
shock en muchos austríacos, que cambiarían su modo de ver las cosas. Al
menos, esto pensaban los manifestantes. En última instancia, las cosas más llamativas en esta marcha de protesta fue que estaba compuesta enteramente por jóvenes, y que, en una noche en la que los compromisos de la mayoría de los vieneses eran puramente sociales, sólo un par de miles de personas se encontraba en la calle para expresar abiertamente pero cuidadosamente su disenso contra un partido que había ganado el 27 por ciento de los votos. Entretanto, Joerg Haider estaba ayer en Berlín, junto con el flamante canciller, el conservador Wolfgang Schuessel. Los dos viajaron para sendos programas de televisión. En contra de lo que se esperaba, no fueron filmados en vivo, sino pregrabados, en medio de estrictas medidas de seguridad. Los dos defendieron la legitimidad del gobierno austríaco, y Haider repitió y matizó sus amenazas contra la UE y los social-demócratas y conservadores austríacos que "traicionaron a su patria" y buscaron para su partido la condena de las autoridades comunitarias. Por su parte, las autoridades alemanas ni se reunieron con Schuessel ni menos con Haider.
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