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Fito Páez corrió como local y logró ganar por varios cuerpos

Unas 80 mil personas le pusieron color al Hipódromo Municipal de Rosario, donde el músico protagonizó un emotivo reencuentro con su público en el marco del ciclo de recitales gratuitos "Argentina en vivo".


Por Roque Casciero 
Enviado Especial a Rosario

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Lo que se vio el sábado a la noche en Rosario no fue más que un nuevo capítulo en la historia de amor entre Fito Páez y su lugar natal. El cantante convocó al primer recital gratuito de su carrera en esa ciudad y le respondió una multitud: hubo ochenta mil personas en el Hipódromo Municipal ubicado en el barrio del Parque Independencia. "Es bárbaro poder tocar a diez cuadras de donde nací", fueron las primeras palabras de Páez en la apertura del show de "Argentina en Vivo", el ciclo que lleva música a varias ciudades del país con la organización de la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación.

  Fito era local en Rosario y eso se percibía desde varias horas antes del comienzo del recital. Al mediodía ya había gente esperando para entrar al Hipódromo, mientras el músico y su esposa, la actriz Cecilia Roth, estaban instalados en las afueras de la ciudad, en casa de familiares. De hecho, Páez sólo fue a cambiarse de ropa a su habitación de hotel.

Algunos de los burreros que rondaban el Hipódromo sin entender muy bien por qué se agrupaba tanta gente podrían explicar así el desarrollo del show de Páez: largó con toda la furia, enseguida aquietó el paso por un rato y, desde la mitad de la pista hasta el disco, galopó hasta quedar sin aliento. Y con esa estrategia ganó por varios cuerpos.

  Con el cantante ataviado con traje y camisa de rojo furioso y toda su banda de blanco inmaculado (excepción hecha de la bella corista Ana Alvarez de Toledo, con un vestido que levantaba la temperatura ambiente), el comienzo era obvio: "Cerca, Rosario siempre estuvo cerca", cantó Páez. La canción se llama "Tema de Piluso" y está dedicada a otro rosarino famoso, Alberto Olmedo, aunque también puede interpretarse como metáfora de todos aquellos que se van de su lugar de origen siguiendo sus sueños. Aunque --como Olmedo, como Páez-- nunca se van del todo. La respuesta fue notable: a pesar de que el Hipódromo está frente a la cancha de Newell's, salieron a relucir las camisetas y los trapos de Central, el club de los amores de Fito. Hubo un solo estreno de la noche: "Hay algo en el mundo". Para que la gente pudiera corearlo, la letra se exhibía --como en los karaokes-- en las dos pantallas gigantes ubicadas a los costados del escenario.

  En "Es solo una cuestión de actitud" subió a escena Coki De Bernardi, líder de Coki & The Killer Burritos (uno de los teloneros; el otro fue Fabián Gallardo, antiguo guitarrista de Páez), quien aportó cierta sensación de descontrol y robó escena vestido sólo con un calzoncillo que mostraba una muñeca Barbie en su parte delantera. Se levantó un poco el ánimo del público, porque entre el agobiante calor de la noche y las canciones de pulso bajo que Páez había elegido para el comienzo, todo estaba demasiado tranquilo. Con "La casa desaparecida", una suerte de larga editorial de los días del menemismo, la gente volvió a aplacarse: al principio se prendieron muchos encendedores, pero antes de la mitad del tema ya se habían quedado sin gas.

  De ahí en adelante, el show no hizo más que crecer en intensidad. Las familias ubicadas a los costados del campo, que se habían sentado en sus sillas playeras o sus lonas, volvieron a pararse cuando Páez recuperó la fábula de "11 y 6", se emocionó con "Tumbas de la gloria" y saltó tanto como el propio artista con la versión de "Cerca de la revolución", de Charly García. Fito tomó aire, se sentó al piano y, tras una introducción blusera, hizo que todos corearan "Dale alegría a mi corazón" y "Cable a tierra" mezcladas. Siguieron las emociones fuertes con "El amor después del amor", "Polaroid de locura ordinaria", una potente "Ciudad de pobres corazones" y "Circo beat" (con la vocalista Claudia Puyó como invitada). Y

los bises continuaron la celebración, con "Mariposa tecknicolor" y --especialmente-- "A rodar mi vida". Para el momento en que Páez quedó vestido sólo con sus pantalones, mientras revoleaba su camisa como si estuviera en la popular de Central, la polvareda que levantaban los saltos de la gente hacía que fuera difícil respirar. Entre fuegos artificiales que iluminaban el cielo, Páez se despidió con "Buena estrella", esa canción de Abre que dice que "los tiempos están cambiando". Puede que sea cierto, pero eso no parece hacer mella en el amor entre Fito y su Rosario.

 

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