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OPINION

Neonazi de fantasía

Por James Neilson

Si Joerg Haider es un "neonazi" por oponerse a la inmigración masiva y por haber dicho que la política de empleo de Adolf Hitler tuvo sus méritos y que los veteranos longevos de la SS son buenos muchachos, ¿cuáles serían los epítetos que cabrían para calificar a los políticos que recomiendan "meterles bala" a presuntos delincuentes, nombran como ministro de Seguridad al cabecilla de una asonada militar, braman por la pena capital e indultan sin razón evidente a los responsables de más de diez mil asesinatos? Y si lo que estamos viendo en Austria es el resurgimiento del nazismo deberíamos sentirnos muy aliviados, porque es bastante tenue la relación del partido de Haider, un populista verborrágico cuyas ideas cambiantes suelen reflejar el consenso de los clubes de golf más cercanos que en estas latitudes ni siquiera llamaría la atención, con el original encabezado por el demoníaco Führer que pronto dispondría del mejor ejército del planeta. De ser otras las circunstancias, el hombre plantearía un peligro auténtico --también lo harían muchísimos otros--, pero ocurre que no lo son.

  ¿Por qué, entonces, ha desatado tanta histeria la inclusión de haideristas en el nuevo gobierno austríaco? En parte, porque si hay algo en que todos pueden coincidir, esto es que los nazis son tan asquerosos como aterradores, y Haider ha brindado a una multitud de líderes europeos, muchos de los cuales no vacilan en tratar a dictadores sanguinarios como amigos íntimos, una oportunidad acaso irrepetible para informarnos de que en el fondo son buenos demócratas que nunca transarían con el mal.

  Hay otro motivo: el temor a lo que puede estar durmiendo en el subconsciente de los por ahora pacíficos pueblos del Primer Mundo. No es que Haider y sus amigos sean demasiado temibles, es que los occidentales, entre ellos los argentinos, sospechan que la tranquilidad apolítica que caracteriza a las sociedades modernas no podrá durar mucho, que tarde o temprano la Historia se despertará con un grito de furia y millones se pondrán en marcha en busca de una "alternativa" radicalmente distinta de un statu quo devenido exasperante. ¿Dónde se esconde la amenaza? No la encontrarán en el fundamentalismo islámico, en una rebelión de los excluidos o de los inmigrantes, para nombrar a los cucos más citados, y sus líderes no se asemejarán a Haider, aunque la aparición de éste suministró a muchos políticos un buen pretexto para exteriorizar su miedo. Si viene --y esperemos que no asome jamás--, saldrá de aquella parte de la mente humana en que se gestan inmensas aventuras políticas o religiosas que, a pesar de causar sufrimientos sin límites, pueden llegar a fascinar a pueblos enteros.

 

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