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-‑¿Cómo es que lo
respetan más los rockeros que los músicos de folklore?
-‑Lo que pasa es que la
gente del rock es de verdad. En cambio, en el folklore todos están
cuidando su quintita, si te pueden pisar la cabeza te la pisan. No hay
solidaridad. El rock es de verdad, es solidario.
-‑¿Qué es lo que más
le importa del rock?
-‑Todo lo que aporte a la
construcción de una identidad más allá de lo musical. El hecho de
sacarles la careta a muchos, de contar la historia que no nos contaron, es
una buena tarea que está llevando a cabo la gente ligada al rock. Y la
muchachada ya se está enterando de eso. En Cosquín cerramos con 400
metaleros sentados ahí adelante. Lástima que nadie cuenta nada, porque
son todos cipayos de Mahárbiz. Los pibes se acercaron a Cosquín como
nunca antes lo había hecho, con remeras de Almafuerte, Divididos y todo
eso.
-‑¿Usted piensa que se
oculta información premeditadamente?
-‑Claro, yo no le puedo
decir a Mahárbiz que es un hijo de puta, pero sí que unos 400 pibes se
lo dijeron a puro cántico. Creo que sirve para generar un cambio en Cosquín,
donde está todo orquestado. Me molesta que dos o tres tipos manejen el
folklore y hagan lo que quieran. Deberían saber que gran parte de la
muchachada no escucha esas pelotudeces que hablan del amorcito, la
florcita o encamarse con la minita porque está buena. Hay gente a la que
no le va eso, le van otras cosas más pensantes. Cosquín necesita
artistas que cumplan con esas expectativas.
-‑El hecho de grabar este
disco en mapuche y castellano, ¿tiene que ver con una actitud pedagógica,
con una manera de concientizar "al blanco" sobre los problemas
aborígenes?
-‑La sociedad le dio la
espalda al mapuche. Por eso, la idea es revalorizar a ese ser que la
civilización considera un salvaje. Olvidan que mantiene vivos conceptos
como el respeto a la madre tierra, a los mayores, el no matar y el no
mentir, conceptos que el mundo occidental y moderno está perdiendo. Hoy
existe una tibieza moral impresionante y por eso yo apelo a la palabra del
hombre. Me da bronca que un papel que se lo lleva el viento tenga más
importancia que el honor de un hombre.
-‑¿En qué se diferencia
Volver a ser uno de Cutral-Co, su primer disco?
-‑El primero fue muy
testimonial, muy desde las tripas. Este es un poco más tranquilo, tiene
mucho que ver el mensaje, transmitir la verdad de una tierra que nos marca
a fuego. El viento, el frío, la postergación, el olvido. Y el hecho de
que pasan los gobiernos y cada vez estamos peor.
‑-¿Qué visión tiene de
Buenos Aires?
‑-Yo soy más de cielo
amplio y mirada al horizonte, cuando llego a Buenos Aires me siento un
poco oprimido. Pero también sé que tengo amigos que me están esperando
y que me van a hacer sentir bien. Lo más importante es el hombre por el
hombre, más allá del ámbito en que viva.
--Usted apareció en el cine,
en La película del rey y la francesa El navegante y los cóndores. Ahora
lo llamó Héctor Olivera para Historias circulares. ¿Qué expectativas
tiene?
‑-No soy actor, pero
Olivera me llamó para un protagónico que tiene mucho que ver con mi
obra. Trata la historia de un hombre mapuche que le enseña a un muchacho
todo lo que concierne a la cosmovisión del hombre de la tierra, en un
lugar cercano a Aluminé, Neuquén. Lo importante es que me convocaron
para algo en lo cual me reflejo como una persona que anda por la vida
aportando su trabajo para la construcción de una identidad, que tenga que
ver con las raíces de los pueblos originarios de toda América.
‑-Hijo del Río, La nave
de los locos o El largo viaje de Nahuel Pan también refirieron la
marginación del aborigen...
-‑Allá en el sur nos
devorábamos esas películas. Con nuestras familias nos emocionábamos y
pedíamos que ojalá el cine nacional no dejara de lado esa temática.
Escarbar nuestras raíces y mostrarle a la muchachada la manera en que se
tendría que formar el verdadero ser nacional.
-‑Pero en Buenos Aires El
largo viaje de Nahuel Pan, por ejemplo, no tuvo gran repercusión.
-‑Es una pena. ¡Cómo no
le van a dar importancia a estos hechos que tratan sobre personas que no
tienen acceso a la difusión masiva! Habría que darle más bola a lo
nuestro. Siempre hay un límite que impide a muchas personas conocer la
vida y el sufrimiento de los aborígenes.
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