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el Kiosco de Página/12

Mascotas
Por Antonio Dal Masetto

t.gif (862 bytes) Cada vez me convenzo más: el bar es el mejor sitio de la ciudad para buscar buenos consejos si uno anda arrastrando algún problema. Esta noche uno de los parroquianos confiesa que últimamente se está sintiendo un poco solo y pensó en conseguirse una mascota. Recuerda su infancia y su juventud en el campo, donde siempre tuvo perros. Perros de gran tamaño: un pastor alemán, un doberman, un gran danés, un San Bernardo. Es la compañía que le haría falta en esta etapa de su vida. Pero duda, porque vive en un departamento de dos ambientes y además su trabajo lo mantiene mucho tiempo fuera de casa.

  Los demás parroquianos tienen opiniones muy claras al respecto y se las hacen saber sin vueltas.

  --Pobre bicho, tanto tiempo solo se va a angustiar.

  --Tenga presente que por lo menos tres o cuatro veces al día hay que sacarlo para que haga sus necesidades.

  --Hay que pensar un poco en esos animales genéticamente preparados para la acción, para la aventura, para el rescate, para ser guardianes, y que en cambio son condenados al encierro y a la inactividad.

  --Viven alerta y extrañando. Un ruidito, un estímulo cualquiera, un recuerdo, y los tiene ladrando mañana, tarde y noche.

  --No se olvide que hay que prepararle la comida o caso contrario comprar esas cosas envasadas que tienen un olor horrible y atraen las cucarachas, las ratas y todo tipo de alimañas.

  --Recuerde que cuando entran en celo se ponen un poco pesados.

  --Cuando cambian el pelo la casa es un desastre y hay que andar con la aspiradora todo el tiempo.

  --Bañarlos.

  --Llevarlos al veterinario para las vacunas y el control de su salud.

  La lista es larga.

  --En determinado momento yo añoré la amable compañía de un gato y se me plantearon más o menos los mismos problemas --comenta la señorita Nancy--. Opté por un sucedáneo. Me compré un micifuz de porcelana. Pero no era lo que buscaba, tan frío, tan artificial. Hasta que la solución me llegó a través de un amigo que me regaló un bellísimo gato siamés embalsamado. Le puedo asegurar que es una compañía inestimable.

  La revelación de Nancy provoca una catarata de confesiones.

  --Doy fe, concuerdo completamente con la señorita Nancy. Yo a Sultán lo tengo embalsamado desde hace años. Es el rey del hogar. Tiene su lugar preferencial. A mi familia le encanta una mascota tan tranquila. Se terminaron los problemas con los vecinos, las quejas del administrador. Cuando salgo a caminar de noche lamento no poder llevarlo, pero sé que está en casa esperándome.

  --Lo mío es un poco más exótico. De chico, en mi provincia, jugaba con las iguanas y siempre fueron mis mascotas preferidas. En casa la tengo a Eulalia embalsamada, con su larga colita enroscada en una rama de algarrobo. Me hace feliz conversarle un rato cuando vuelvo del trabajo.

  --Veo que todos compartimos los mismos gustos. También nuestro papagayo Matraca está embalsamado desde hace mucho. Lo tenemos en un trapecio, en el hall de entrada. Cuando se abre la puerta corre un poco de aire y se balancea con ese plumaje de maravillosos colores. Matraca es la alegría de mis chicos y la envidia de los vecinos.

  --Mi mascota es una perra de caza, Daisy. Fue una gran perdicera, había que verla marcando la presa con precisión milimétrica. Y así es como la tengo, en su mejor momento, inmóvil, una pata delantera levantada, la cabeza y la cola rígidas formando una sola línea.

  Siguen los ejemplos. Todos cuentan, con cariño y orgullo, de sus mascotas. Desfilan hamsters, tortugas, conejos, ofidios, caburés, bambis, nutrias, urracas, osos hormigueros, hurones y por supuesto más gatos y más perros.

  --Nunca imaginé que la gente tuviera tantas mascotas embalsamadas --dice el parroquiano que se siente solo.

  --Amigo, tiene que saber que por cada veinte perros que usted ve moviéndose por ahí, hay ochenta embalsamados que habitan los hogares de la ciudad. Y en ascenso.

  --Me convencieron, ¿dónde puedo conseguir un buen doberman?

  Todo el mundo mete la mano en el bolsillo y le alcanza la tarjeta de su taxidermista de confianza.

  --Muchas gracias, señores. ¿Hay algún otro detalle que deba saber sobre el tema?

  --Esté alerta con las malditas polillas, son las peores enemigas de nuestros queridos animalitos.  


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