Cada vez me convenzo más: el bar es el mejor sitio de la ciudad para buscar buenos consejos si uno anda arrastrando algún problema. Esta noche uno de los parroquianos confiesa que últimamente se está sintiendo un poco solo y pensó en conseguirse una mascota. Recuerda su infancia y su juventud en el campo, donde siempre tuvo perros. Perros de gran tamaño: un pastor alemán, un doberman, un gran danés, un San Bernardo. Es la compañía que le haría falta en esta etapa de su vida. Pero duda, porque vive en un departamento de dos ambientes y además su trabajo lo mantiene mucho tiempo fuera de casa.
Los demás parroquianos tienen
opiniones muy claras al respecto y se las hacen saber sin
vueltas.
--Pobre bicho, tanto tiempo
solo se va a angustiar.
--Tenga presente que por lo
menos tres o cuatro veces al día hay que sacarlo para que haga sus
necesidades.
--Hay que pensar un poco en
esos animales genéticamente preparados para la acción, para la aventura,
para el rescate, para ser guardianes, y que en cambio son condenados al
encierro y a la inactividad.
--Viven alerta y extrañando.
Un ruidito, un estímulo cualquiera, un recuerdo, y los tiene ladrando mañana,
tarde y noche.
--No se olvide que hay que
prepararle la comida o caso contrario comprar esas cosas envasadas que
tienen un olor horrible y atraen las cucarachas, las ratas y todo tipo de
alimañas.
--Recuerde que cuando entran en
celo se ponen un poco pesados.
--Cuando cambian el pelo la
casa es un desastre y hay que andar con la aspiradora todo el tiempo.
--Bañarlos.
--Llevarlos al veterinario para
las vacunas y el control de su salud.
La lista es larga.
--En determinado momento yo añoré
la amable compañía de un gato y se me plantearon más o menos los mismos
problemas --comenta la señorita Nancy--. Opté por un sucedáneo. Me
compré un micifuz de porcelana. Pero no era lo que buscaba, tan frío,
tan artificial. Hasta que la solución me llegó a través de un amigo que
me regaló un bellísimo gato siamés embalsamado. Le puedo asegurar que
es una compañía inestimable.
La revelación de Nancy provoca
una catarata de confesiones.
--Doy fe, concuerdo
completamente con la señorita Nancy. Yo a Sultán lo tengo embalsamado
desde hace años. Es el rey del hogar. Tiene su lugar preferencial. A mi
familia le encanta una mascota tan tranquila. Se terminaron los problemas
con los vecinos, las quejas del administrador. Cuando salgo a caminar de
noche lamento no poder llevarlo, pero sé que está en casa esperándome.
--Lo mío es un poco más exótico.
De chico, en mi provincia, jugaba con las iguanas y siempre fueron mis
mascotas preferidas. En casa la tengo a Eulalia embalsamada, con su larga
colita enroscada en una rama de algarrobo. Me hace feliz conversarle un
rato cuando vuelvo del trabajo.
--Veo que todos compartimos los
mismos gustos. También nuestro papagayo Matraca está embalsamado desde
hace mucho. Lo tenemos en un trapecio, en el hall de entrada. Cuando se
abre la puerta corre un poco de aire y se balancea con ese plumaje de
maravillosos colores. Matraca es la alegría de mis chicos y la envidia de
los vecinos.
--Mi mascota es una perra de
caza, Daisy. Fue una gran perdicera, había que verla marcando la presa
con precisión milimétrica. Y así es como la tengo, en su mejor momento,
inmóvil, una pata delantera levantada, la cabeza y la cola rígidas
formando una sola línea.
Siguen los ejemplos. Todos
cuentan, con cariño y orgullo, de sus mascotas. Desfilan hamsters,
tortugas, conejos, ofidios, caburés, bambis, nutrias, urracas, osos
hormigueros, hurones y por supuesto más gatos y más perros.
--Nunca imaginé que la gente
tuviera tantas mascotas embalsamadas --dice el parroquiano que se siente
solo.
--Amigo, tiene que saber que
por cada veinte perros que usted ve moviéndose por ahí, hay ochenta
embalsamados que habitan los hogares de la ciudad. Y en ascenso.
--Me convencieron, ¿dónde
puedo conseguir un buen doberman?
Todo el mundo mete la mano en
el bolsillo y le alcanza la tarjeta de su taxidermista de confianza.
--Muchas gracias, señores. ¿Hay
algún otro detalle que deba saber sobre el tema?
--Esté alerta con las malditas
polillas, son las peores enemigas de nuestros queridos animalitos.
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