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LOS PARTIDOS EUROPEOS QUE ENVIDIAN A HAIDER
Ultraderechas en lista de espera

The Guardian 
de Gran Bretaña

Por Ian Black y John Hooper
Desde Bruselas y Viena

t.gif (862 bytes) En Europa, todos tienen pánico del contagio. Joerg Haider es el más exitoso representante de una nueva raza de políticos europeos de extrema derecha. Son populistas y conocen los medios. Y, aunque casados con ideas profundamente reaccionarias, abandonaron gran parte del bagaje ideológico que caracterizó al neonazismo en formato clásico.

  El arquetipo es Gianfranco Fini, atento líder de la Alianza Nacional italiana, y descendiente legítimo de los camisas negras de Mussolini. Pero logró cambiarle el packaging a su partido, y venderlo como "post fascista", una etiqueta que ahora todos aceptan. Otros, son Christoph Blocher del Partido Popular Suizo; Bruno Megret, del Movimiento Republicano Nacional de Francia, cuyas maneras benévolas y sonrientes esconden que una vez fue el principal teórico racista del ultrarracista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen; y Pia Kjarsgaard, jefa del partido Popular Danés, que recientemente propuso deportar a la familia entera de cada inmigrante convicto de un delito. En Bélgica, está Filip Dewinter, cuyo partido Blok Vlaams combina xenofobia con separatismo.

  Los líderes de la nueva derecha dura insisten en que están preparados para respetar las reglas de la democracia. Pocos son abiertamente antisemitas, y todos evitan que los asocien públicamente con los grupos marginales de skinheads y hooligans, aunque cuenten con ellos para los votos. Ninguno aspira a reconstruir los estados corporativistas moldeados por Hitler y Mussolini. En realidad, varios declaran haber abrazado las ideas neoliberales del conservadurismo de la década de 1980. Las diferencias entre ellos son considerables, en particular en su adhesión o rechazo a la Unión Europea. Pero lo que tienen en común --y que los une a otros como Umberto Bossi de la secesionista Liga del Norte de Italia--, es la profunda antipatía por la creciente variedad étnica de Europa.

  Hasta el ascenso del Partido de la Libertad, la búsqueda de respetabilidad de la extrema derecha podía verse con algún optimismo. Cuanto más fría la retórica y cuando más tiempo la extrema derecha jugaba de acuerdo con las reglas de la democracia, más poder adquiría. Y cuanto más poder tenía, mayor era el incentivo para ser moderado y respetar las reglas.

  En España, Manuel Fraga fue capaz de transformar la Alianza Popular en un importante partido conservador cuyo sucesor, el gobernante Partido Popular, presenta credenciales democráticas que nadie cuestiona. En Italia, Fini cosechó algún éxito al tomar la misma dirección. En 1994, su Alianza Nacional llegó brevemente al poder en una coalición presidida por el magnate de los medios Silvio Berlusconi. El Partido Popular Danés crece rápidamente. Su campaña para las elecciones generales del año pasado tenía como base dos negativas: a los inmigrantes y a la moneda europea única. Así ganó el 7,4 por ciento de los votos y 13 bancas en el Parlamento. Su carácter (aparentemente) inofensivo le ganó el apoyo de quienes normalmente hubieran votado a los conservadores y aun a los social- demócratas: una encuesta reciente mostró que el 30 por ciento de los miembros de uno de los mayores sindicatos de Dinamarca eran simpatizantes del DPP.

  La pregunta que Joerg Haider planteó a la extrema derecha es si este largo y a veces penoso proceso de reinvención es realmente necesario. Porque él logró más éxito que cualquier otro líder de extrema derecha en Europa. Su particularidad es que lo hizo siendo abiertamente el más extremista, y los demás partidos europeos se preguntan si ésa no será la clave. El único otro partido que logró éxitos en una escala similar es el Partido Popular suizo de Christoph Blocher. Y usó la misma clave. Es actualmente la segunda fuerza política del país, con un 22,5 por ciento de los votos.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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