Por
Cecilia Hopkins
El tema del amor
galante y cortesano es uno de los más frecuentes en el teatro español
del
siglo XVII o Siglo de Oro. Se trata de textos dramáticos que se destacan
por su trama ingeniosa, plena de lances y otros arrebatos motivados por
los celos. En ellos se reflejan, por otra parte, los desvelos que
ocasionan a padres y prometidos la guarda de la honra y el honor,
especialmente cuando hay una bella jovencita en el medio: abundan muestras
del mismo tema en el cancionero popular. Dirigida por Santiago Doria en el
Museo Larreta, Bien de amores es una lograda muestra de este tema, prolífico
como pocos al momento de actuar de fuente inspiradora, aun mucho más allá
del período mencionado.
El espectáculo da comienzo en
los jardines del museo, por donde un grupo de actores guía a los
espectadores haciendo un breve alto en el Patio de los Naranjos para
escuchar la Definición del amor, de Lope de Vega, en la voz grabada de
Alfredo Alcón, o para detenerse frente a las estatuas vivientes que
adornan algún rincón de los senderos. Ya frente al escenario, el espectáculo
alterna canciones cantadas por trovadores con escenas de diferentes obras
españolas. La mayoría de las piezas pertenece al Siglo de Oro, pero hay
también textos posteriores, como Los intereses creados, de Jacinto
Benavente (1866--1954) y El sí de las niñas, de Leandro Fernández de
Moratín (1760--1828), uno de los pilares de este collage en torno al amor
y sus consecuencias.
La
discreta enamorada, de Lope de Vega, es otro de los textos que aporta
algunos pormenores de su intriga, junto a La verdad sospechosa, de Juan
Ruiz de
Alarcón, La celosa de sí misma, de Tirso de Molina y La venganza de Don
Mendo, de Pedro Muñoz Seca. La idea que sustenta el espectáculo consiste
en crear un contexto en común que dé al espectador la impresión de
estar viendo una sola obra. Los personajes son un amo y su criado, ambos
amigos del engaño y los lances galantes (Andrés D'Adamo y Fabián
Pandolfi), una jovencita bella que lucha para conseguir sus objetivos
(Silvina Bosco) y su criada (Alejandra Abreu), su madre (Claudia Lapacó)
y el galán maduro, el menos favorecido en todo (Julio López). El desempeño
de los actores es parejo, aunque por fuerza, la experiencia de Lapacó y
de López quedan en evidencia. Si el conjunto luce dinámico y atractivo
también es responsabilidad de los cuatro trovadores (Karina K, Irene
Almus, Claudio Garófalo y Marcelo Savignone), artífices de graciosas y
afinadas intervenciones.
|