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![]() El desarrollo mostró desde el principio que los de Bianchi plantearían la cuestión con una doble línea de cuatro hombres: los del fondo y otros tantos volantes, sin enganche. Arriba, la vivacidad de Ruiz y Moreno para moverse y proponer un mano a mano que el fondo de River nunca pudo controlar. Por eso, pese a que un grosero error de Abbondancieri �trató de salir jugando ante Angel y la perdió� le permitió ponerse en ventaja y que Giménez anuló un gol legítimo del mismo Angel, Boca consiguió terminar el primer tiempo en ventaja: Moreno, de gran actuación, convirtió con autoridad un penal fantasma para la igualdad y Battaglia �muy activo y eficaz� primero se aproximó y después embocó de cabeza a Bonano tras centros calcados de Marchant. Y era justo para ese Boca combativo y con llegada. River tuvo problemas en todas las líneas: la zona izquierda de su extrema defensa no ofreció garantías en Sarabia ni en el retroceso de Zapata, mientras Trotta y Yepes sufrían en el mano a mano; Escudero y Ledesma se vieron superados por la presión de Battaglia-Pinto en el medio y sólo Gancedo �de lo mejor� y el sensible pero aislado Angel construían algo más arriba. Pero sobre todo fue un problema de actitud. En el segundo, Boca, con auspiciosa camiseta nueva, se replegó y terminó jugando demasiado cerca de su arco. Agotado Ruiz y suplantado para preservarlo, Moreno no tuvo cómo aprovechar dos o tres contras muy favorables. River pudo empatar en un remate de Alvarez en el travesaño, pero en general sólo empujó por el medio, sin claridad. El final encontró a los imprevistos juveniles campeones llenos de alegría, de barro y de módica gloria.
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