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El hijo que le donó el hígado a la madre para un trasplante

Es el primer trasplante de hígado en el país de un donante vivo adulto a un paciente también adulto. El joven tomó la decisión para que la madre no siguiera esperando un donante cadavérico. Quedó sólo con una porción del órgano.  


Por Pedro Lipcovich
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"Yo le doné mi hígado a mamá." Un solo hijo en la Argentina, y muy pocos en el mundo, pueden decir esto. La doble intervención quirúrgica, que se efectuó esta semana en la Fundación Favaloro, abre una fuerte perspectiva para los adultos que necesitan trasplante hepático. Hasta hace poco, los donantes vivos (siempre, familiares directos del receptor) sólo valían para niños, ya que a éstos les alcanza con un pedacito de hígado adulto para sobrevivir. Sin embargo, este órgano es capaz de regenerarse en pocas semanas aun cuando se le haya extirpado el 70 por ciento, que es la porción necesaria para el trasplante a un adulto. Por otra parte, en todo el mundo sucede que las listas de espera son cada vez más largas y entonces, hace dos años en Estados Unidos, los médicos empezaron a animarse al trasplante de adulto a adulto, con resultados muy alentadores. La primera operación en la Argentina se efectuó el lunes: el hijo, de 22 años, hoy saldrá de alta y se prevé que, en seis u ocho semanas, su hígado habrá vuelto al tamaño normal; la mamá, de 43 años, que desde hace cuatro estaba postrada, se recupera bien.

  Tratándose de niños, el trasplante de hígado con donante vivo es una práctica habitual. "El 50 por ciento de los trasplantes que hacemos a chicos es con donante vivo --precisa el cirujano Gustavo Podestá, director de la unidad de hepatología de la Fundación Favaloro, quien dirigió la doble operación--; alcanza con extirpar el segmento lateral izquierdo. Pero, para adultos, nadie se animaba a hacerlo, porque hay que extirpar la mayor parte del hígado del donante para obtener una porción que pueda sustentar la vida del receptor".

  Sin embargo, operaciones parecidas ya se habían hecho: "En pacientes con tumores, es habitual extirpar la mayor parte: ya sabíamos que, aunque se deje sólo el 30 por ciento del hígado, en unas semanas se regenera. Nuestras dudas, más que técnicas, eran éticas: ¿está bien extirparle la mayor parte del hígado a una persona sana, aunque sea para salvarle la vida a un familiar directo?", se preguntaban los médicos.

  El primer país donde los médicos se atrevieron fue Japón: "Por razones religiosas, allí la mayoría de la población no acepta la donación cadavérica; tienen, sí, muchos donantes vivos, y empezaron a probar con trasplantes de hígado de adulto a adulto".

  Entretanto, en los últimos años, las listas de espera para trasplantes entraron en crisis internacionalmente: "Aunque en otros países la proporción de donantes cadavéricos es muy superior a la de la Argentina (18 por millón de habitantes en Estados Unidos; sólo cinco aquí), en ninguna parte alcanza para la demanda de trasplantes. Es que hace 15 años estas operaciones eran carísimas, se hacían en pocos lugares del mundo y sus resultados eran dudosos; ahora hay más centros especializados, la intervención es más accesible, los resultados más seguros y, entonces, se derivan más pacientes", explica Podestá.

  Así las cosas, hace dos años, en Estados Unidos empezaron a animarse al trasplante de hígado de adulto a adulto. Los resultados --unos cien casos hasta ahora-- fueron muy alentadores, se presentaron en congresos internacionales y "el año pasado decidimos ofrecer esta posibilidad a nuestros enfermos en lista de espera". Esto abrió la perspectiva del trasplante a pacientes que, por no estar todavía muy graves, no ocupaban los primeros lugares en la lista de espera y cuyo futuro no era otro que seguir empeorando hasta llegar a esos desdichados primeros lugares. "Algunos aceptaron, otros no; otros no tenían familiares directos que pudieran ser donantes."

  Finalmente, la primera en ser elegida fue Graciela Capó, de 43 años. Ella padecía una cirrosis biliar avanzada, cuyos síntomas son, además de un insoportable prurito en todo el cuerpo, un cansancio permanente que le impedía trabajar u ocuparse de sus seis hijos, e infecciones asociadas como neumonías. Primero, su hermana se ofreció como donante pero "no pudo ser porque su hígado tenía variantes anatómicas que no favorecían el trasplante. Entonces, hace dos meses, espontáneamente nos llamó uno de los hijos de la paciente, Matías Soto. Tuvimos muchas entrevistas con él, le advertimos que su donación no era la única opción posible para su madre, lo evaluamos psicológicamente, nos cercioramos de que en su lugar de trabajo le otorgaran la licencia que necesitaría para recuperarse y, por último, le hicimos los análisis de compatibilidad con la receptora", cuenta Podestá.

  El lunes pasado se efectuó la operación: "Empezamos por el donante: trabajamos desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde". Esa intervención todavía continuaba cuando, a las 11 de la mañana, empezó la operación a la madre, que duró hasta las ocho de la noche: "Si el órgano procediera de donante cadavérico, esta operación no me hubiera llevado más de cinco horas, pero con donante vivo es más complicado porque hay que reconstruir todo un hígado a partir de una porción", señala el cirujano.

  Madre e hijo están reponiéndose. "La recuperación de Matías es espectacular", se entusiasma Podestá; para hoy a la tarde los médicos prevén que podrá ser dado de alta. Graciela, que ayer pasó de terapia intensiva a una habitación común, "está muy bien, comiendo y hablando" (ver recuadro).

  Podestá observa que el trasplante de órganos de adulto a adulto "abre un panorama alentador. No es que esto vaya a resolver el grave problema de la falta de órganos para trasplante pero, con donantes bien seleccionados y receptores donde la operación se justifique, es un aporte importante".

 

"No es nada del otro mundo"

Por P.L.
"Doctor, mire que a Matías le está doliendo el hombro", se inquieta Graciela Capó, quien comparte la habitación con su hijo. El médico la tranquiliza, le repite que ese dolor es solamente postural y le reitera que mañana (por hoy), el hijo ya va a poder retirarse al hotel donde está parando.

  La familia es de Neuquén, donde Matías Soto trabaja como mecánico en una agencia de autos y, además, "con mi viejo, preparamos autos para carreras. Yo mismo he corrido en moto y en auto, y cuando me recupere voy a volver a correr". Menos de dos meses tendrá que esperar.

  En cuanto a la decisión de ofrecerse como donante, "yo quería hacerlo ya hace cuatro años, cuando a mamá se le declaró la enfermedad (y antes de que la medicina aceptara esta operación), pero entonces no podía porque era menor de edad. Cuando fui mayor, tomé la iniciativa; no creo que sea nada del otro mundo".

  Graciela nunca había sufrido del hígado hasta que, hace cuatro años, pocos meses después del nacimiento del menor de sus seis hijos, se le declaró la cirrosis biliar. "En la lista de espera del trasplante tenía como para dos años más, no sé si hubiese resistido", cuenta, y mira a su hijo y dice: "Esto cambió mi vida".

  Ahora se propone "volver a mi vida normal". Ella es empleada pública en Neuquén, y quiere que se sepa que "el Instituto de Seguridad Social cubrió todo el tratamiento". De todos modos, "perdimos muchas cosas materiales, porque teníamos que viajar permanentemente a Buenos Aires. Pero mis compañeros de trabajo hicieron festivales a beneficio mío, y también los compañeros de mi hijo hicieron una colecta, se portaron muy bien".

 

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