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En la revisión también está
incluida, por cortesía, Hasta el fin del mundo, en la que tuvo una
participación especial, de la mano de Wim Wenders. Pero por aquí ya
nadie quiere escuchar ni hablar del director de Las alas del deseo, después
de la decepción que provocó The Million Dollar Hotel, la película que
hizo con argumento de Bono y que el miércoles inauguró la nueva
Berlinale en Potsdamer Platz. De hecho, el festival --o al menos el
costado del festival que cubren los grandes medios de comunicación-- ya
no quiere escuchar hablar de nada que no sea la llegada de Leonardo
DiCaprio, al punto que casi no les prestaron atención a George Clooney y
Matt Damon, por citar un par de estrellas del nuevo Hollywood que están
en la ciudad. El primero llegó con el equipo de la sátira bélica Tres
reyes y el segundo está aquí para presentar mañana El talentoso señor
Ripley, la versión que Anthony Minghella hizo de la novela de Patricia
Highsmith. Pero ahora todo gira histéricamente en torno al protagonista
de Titanic, que hoy subirá al escenario del Palast para apoyar la
participación en competencia de La playa, que hizo bajo la dirección de
Danny Boyle, el realizador de Trainspotting.
Lo que vale la pena preguntarse
es qué sentido tiene que una película como La playa participe del
concurso oficial de Berlín. No se trata de que sea una mala película. No
lo es, por cierto, pese a que la adaptación de la novela de Alex Garland
--una suerte de Señor de las moscas año '90-- haya sido pasteurizada,
sobre todo en sus tramos finales, para adaptarse a las buenas maneras de
Hollywood. El festival debería dedicarles más espacio y esfuerzo a films
que necesitan de su difusión y no precisamente aquellos que la tienen de
sobra. La excusa es la de siempre: se supone que algo de la luz que emana
de los grandes productos de Hollywood puede llegar a iluminar los films más
oscuros, pero la realidad es que permanecen en una sombra cada vez más
negra.
La paradoja de la competencia
de este año es que, al menos hasta ahora, cuando el festival está apenas
comenzado, los productos de Hollywood (que lo aprovechan como plataforma
de lanzamiento en Europa) resultan más interesantes que lo que Moritz de
Hadeln --el eterno director de la sección oficial-- supo traer de Japón
o de Hong Kong, por citar Los chicos del coro, de Akira Ogata, y Cuentos
de las islas, de Stanley Kwan. En un momento en que el cine asiático está
en su apogeo, resulta por lo menos extraño encontrarse con dos films tan
poco estimulantes. Pero el criterio de selección de De Hadeln siempre fue
materia de serios cuestionamientos en Berlín, por su tendencia a elegir
un cine anquilosado en el tiempo. La ventaja de un festival con las
dimensiones de la Berlinale es que siempre están las secciones paralelas,
particularmente el Panorama y el Foro del Cine Joven. Como dice Didier
Peron, el crítico de Libération: "Si uno quiere pescado fresco, hay
que buscar por allí".
En estas dos secciones siempre
cabe la posibilidad de la sorpresa. No hay que buscar nombres ya
reconocidos, sino en todo caso probar suerte, ir a tientas a través de la
programación hasta dar con un director o una película que más tarde dará
que hablar. Estas dos secciones son también las que le abren una puerta
al cine argentino, que este año es el único representante de América
latina en Berlín, si se exceptúa la participación aislada de Perú, con
una adaptación de Pantaleón y las visitadoras de Francisco Lombardo,
sobre novela de Vargas Llosa. El Forum exhibirá la semana que viene Los
libros y la noche, de Tristán Bauer, sobre el mundo de Borges, y Saluzzi,
ensayo para bandoneón y tres hermanos, largo documental del debutante
Daniel Rosenfeld (26 años). Y en el Panorama ya tuvieron ayer sus
primeras pruebas de fuego el corto de ficción Lejanía, de Leonora
Kievsky, y el documental Botín de guerra, de David Blaustein, sobre la
lucha de Abuelas de Plaza de Mayo por conseguir la restitución de sus
nietos apropiados durante la dictadura. Los cuatro films todavía son inéditos
en el país y para ellos Berlín también puede llegar a ser --más allá
del inicio de un circuito por otros festivales-- un buen punto de partida
para llegar a Buenos Aires.
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