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El hecho de haber sido dirigido
por una realizadora de prestigio como Antonia Bird (la misma de la
revulsiva Actos privados, aquella del cura homosexual, y de la reciente
Voraz) y de que su elenco esté encabezado por el popular Robert Carlyle,
protagonista de Riff-Raff y The Full Monty y el más reciente villano-Bond
(ver recuadro), no parecen haber sido argumentos suficientes para que
alguna distribuidora se dignara a estrenar Caras conocidas en cine. Méritos
para ello no le faltan. Básicamente, Caras conocidas es "una de
ladrones", con la banda de nuestros (anti)héroes dando un gran
golpe. Que, por supuesto y como el género lo indica, saldrá mal. En base
a un guión escrito por Ronan Bennett, Bird trabaja a dos puntas. Por un
lado, se atiene al esquema clásico del género, contando su historia
desde el punto de vista de los amigos de lo ajeno. A la manera de ciertos
films clásicos cuyo paradigma es, sin duda, Mientras la ciudad duerme, de
John Huston, la realizadora simpatiza claramente con los miembros de la
bandita, echando sobre ellos una mirada cálida.
Por otro lado, y como lo haría
más tarde en Voraz (recientemente editada por Gativideo), la realizadora
inglesa practica ciertas hibridaciones, tanto en términos de género como
de registro. Ciertos toques de comedia le bajan el tono a la línea trágica
inherente a esta clase de films, en los que de entrada se sabe que las
cosas irán de mal en peor. Muy en sintonía con cierta sensibilidad de época,
los ladrones no son aquí aquellos profesionales eficientísimos que sabían
ser por las épocas de Rififí, sino apenas unos trabajadores del robo,
con poca experiencia, bastante torpeza y lazos familiares como los de
cualquier pequeño burgués. Como sus primos de The Full Monty, se
dedicaron a robar tras haber perdido sus empleos, y la presencia de
Carlyle acentúa el parentesco entre ambos films.
Sin embargo, Bird no se juega
tan decididamente a la comedia, prefiriendo mantenerse a lomo de varios
caballos. La formación de la realizadora en el documental televisivo se
hace ver, tanto en su enfoque realista, con la cámara siempre en posición
de observadora, como en sus apuntes decididamente sociales, y hasta políticos.
Es que, en el pasado, Ray fue militante comunista, y ese pasado todavía
le pesa en la conciencia. Una subtrama que la realizadora no llega a
integrar con la fluidez necesaria, haciéndola pasar por ciertos
flashbacks que resultan intrusivos. Un elenco solidísimo, sin embargo, se
encarga de disimular esas debilidades, dando coherencia a este film en el
que clasicismo y modernidad se dan la mano para robar.
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