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Lo clásico y lo moderno se dan la mano para robar

"Caras conocidas" llega al video sin haber pasado por el cine.

En "Caras conocidas" la directora Antonia Bird se atiene a los cánones del género policial, pero le aporta algunos toques de comedia. La respalda un elenco sólido, con Robert Carlyle a la cabeza.


Por Horacio Bernades
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"La enfermedad de esta sociedad es el cinismo", afirma Dave, con toda convicción. Aunque la afirmación así lo sugiera, el hombre está muy lejos de ser un intelectual preocupado por el destino del mundo contemporáneo. Lo único que parece preocuparle a Dave es, en verdad, el dinero. El ajeno, para ser precisos, ya que su única profesión conocida es la de ladrón. Lo mismo que Ray, Stevie, Julian y Sonnie, sus compañeros de correrías, esas Caras conocidas a las que hace referencia el título local de Face, film inglés de 1997 que en la Argentina se conoce ahora directamente en video, editado por Gativideo.

  El hecho de haber sido dirigido por una realizadora de prestigio como Antonia Bird (la misma de la revulsiva Actos privados, aquella del cura homosexual, y de la reciente Voraz) y de que su elenco esté encabezado por el popular Robert Carlyle, protagonista de Riff-Raff y The Full Monty y el más reciente villano-Bond (ver recuadro), no parecen haber sido argumentos suficientes para que alguna distribuidora se dignara a estrenar Caras conocidas en cine. Méritos para ello no le faltan. Básicamente, Caras conocidas es "una de ladrones", con la banda de nuestros (anti)héroes dando un gran golpe. Que, por supuesto y como el género lo indica, saldrá mal. En base a un guión escrito por Ronan Bennett, Bird trabaja a dos puntas. Por un lado, se atiene al esquema clásico del género, contando su historia desde el punto de vista de los amigos de lo ajeno. A la manera de ciertos films clásicos cuyo paradigma es, sin duda, Mientras la ciudad duerme, de John Huston, la realizadora simpatiza claramente con los miembros de la bandita, echando sobre ellos una mirada cálida.

  Por otro lado, y como lo haría más tarde en Voraz (recientemente editada por Gativideo), la realizadora inglesa practica ciertas hibridaciones, tanto en términos de género como de registro. Ciertos toques de comedia le bajan el tono a la línea trágica inherente a esta clase de films, en los que de entrada se sabe que las cosas irán de mal en peor. Muy en sintonía con cierta sensibilidad de época, los ladrones no son aquí aquellos profesionales eficientísimos que sabían ser por las épocas de Rififí, sino apenas unos trabajadores del robo, con poca experiencia, bastante torpeza y lazos familiares como los de cualquier pequeño burgués. Como sus primos de The Full Monty, se dedicaron a robar tras haber perdido sus empleos, y la presencia de Carlyle acentúa el parentesco entre ambos films.

  Sin embargo, Bird no se juega tan decididamente a la comedia, prefiriendo mantenerse a lomo de varios caballos. La formación de la realizadora en el documental televisivo se hace ver, tanto en su enfoque realista, con la cámara siempre en posición de observadora, como en sus apuntes decididamente sociales, y hasta políticos. Es que, en el pasado, Ray fue militante comunista, y ese pasado todavía le pesa en la conciencia. Una subtrama que la realizadora no llega a integrar con la fluidez necesaria, haciéndola pasar por ciertos flashbacks que resultan intrusivos. Un elenco solidísimo, sin embargo, se encarga de disimular esas debilidades, dando coherencia a este film en el que clasicismo y modernidad se dan la mano para robar.

 

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