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ESTUDIAN COMO ELIMINAR SOBREPRECIOS EN LAS COMPRAS PUBLICAS
El Estado sí que compra caro

El Gobierno impulsa medidas para terminar con los increíbles sobreprecios que paga la mayoría de las reparticiones oficiales. El cálculo más conservador indica que, si se dejaran las cosas como están, este año el sector público gastaría 650 millones de pesos en sobreprecios en las compras de bienes y servicios. Es un monto equivalente a los recursos del Fondo de Incentivo Docente. Se detectaron compras entre un 40 y un 300 por ciento más caras que el valor de mercado.

Presidente Fernando de la Rúa. Quiere que se revisen con lupa los precios que paga el Estado.


Por Maximiliano Montenegro
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No es la corrupción de los casos emblemáticos del menemismo, que han tenido gran repercusión mediática y se asocia a personajes famosos como María Julia Alsogaray o Víctor Alderete. Sin embargo, es la que más fondos le sustrae al Estado: según el cálculo más conservador que manejan en el Gobierno, si se dejaran las cosas como están, este año al sector público se le escurrirían 650 millones de pesos por sobreprecios en las compras de bienes y servicios. Es una cifra equivalente al fondo para el aumento de los salarios docentes que, con cuentagotas, está repartiendo el Gobierno. Además, es la corrupción que hoy más temen en la Alianza, porque si no se arranca de cuajo en el primer año de gestión, podría dejar "pegados" a funcionarios honestos que, sin darse cuenta, utilizarán sillones, computadoras y escritorios, entre muchos otros insumos, por los que se paga más del ciento por ciento de su valor de mercado. Tanto la Sindicatura General de la Nación (SIGEN), a cargo de Rafael Bielsa, como la Secretaría para la Modernización del Estado, conducida por Markos Makón, un asesor clave del vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez, están trabajando intensamente para quitarle la "crema" a las compras públicas.

  Hasta hace poco se creía que los grandes sobreprecios en las compras públicas se seguían pagando sólo a nivel de los estados provinciales, mientras que el Estado nacional, tras el paso "modernizador" de Domingo Cavallo y Roque Fernández, había logrado erradicar esas prácticas. Sin embargo, los funcionarios aliancistas están detectando pruebas irrefutables de que tal idea no se condice con la realidad. Más aún, el propio Ministerio de Economía, supuestamente el organismo con la contabilidad más ordenada, pagó incluso después de haber asumido José Luis Machinea sobreprecios escandalosos por adquisiciones varias.  

  "El sistema de compras del Estado nacional está en crisis. La ley de contrataciones data del año '56. La mayoría de controles formales que existen no sólo no evitan la corrupción, sino que se terminan convirtiendo en peajes para los proveedores", dispara Rafael Bielsa, el jefe de la SIGEN (ver aparte).

  El ejemplo paradigmático de sobreprecios que fueron ajustados rápidamente por una nueva administración fueron los que se encontró Fernando de la Rúa cuando asumió en agosto de 1996 el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Tras un exhaustiva auditoría de las contrataciones de la anterior gestión menemista, el entonces secretario de Hacienda, Adalberto Rodríguez Giavarini, logró "descremar" las compras públicas en un promedio del 30 por ciento.

  Los sobreprecios que están hallando los funcionarios de la Alianza en diversas reparticiones del Estado nacional en muchos casos superan largamente el ciento por ciento. Teniendo en cuenta que este año el Gobierno comprará bienes y servicios por un monto de 2161 millones de pesos, si por lo menos se lograra rebajar los precios en un 30 por ciento, el ahorro ascendería nada menos que a 648 millones de pesos.

  Tanto Bielsa como Marcos Makón, el asesor dilecto del vicepresidente Alvarez en cuestiones de reforma del Estado, están siguiendo dos líneas de investigación para descubrir los agujeros negros en las adquisiciones oficiales:  

  1) Chequear las compras de artículos con idénticas especificaciones técnicas realizadas por distintas reparticiones públicas o, incluso, dentro de un mismo organismo en distintas contrataciones. Las diferencias son abismales. Las siguientes contrataciones directas son ilustrativas:

  * El 16/7/99 el Ministerio de Trabajo compró sillas con determinadas características (cinco patas con rodamientos, giratorias, respaldo fijo, sin apoyabrazos) a 70,4 pesos cada una. El mismo día el mismo ministerio hizo otra compra de sillas idénticas al mismo proveedor a 81,9 pesos cada una. Pero lo más sorprendente es que un mes después el Ministerio de Economía compró sillas idénticas a otro proveedor por 282 pesos cada una, es decir, cuatro veces más caras (300 por ciento más) que lo que pagó Trabajo.

  * El 4/11/99 la Secretaría de Justicia adquirió 6 armarios (cuerpo metálico, 3 estantes regulables, sin cajones, etc.) por 269 pesos cada uno. El mismo día se compraron otros 12 armarios con las mismas características, y exactamente la misma medida, a 380 pesos. Una diferencia de más del 40 por ciento, lo cual suena todavía más ridículo si se considera que el proveedor era el mismo. 

  * El 16/7/99 el Ministerio de Trabajo compró 8 escritorios a 289 pesos cada uno. Un mes después el Ministerio de Economía compró un escritorio de similares condiciones (estructura aglomerado, terminación enchapado en laminado plástico) con apenas 20 centímetros más de extensión a un precio muy superior: 726 pesos, esto es un 150 por ciento más. 

  * El 24/9/99 el Ministerio de Economía adquirió impresoras de matriz de puntos (impresión monocromática, 9 agujas, ancho de carro 136, resolución 360 x 360 dpi) a 639 pesos. El mismo día, en otra contratación, se abonaron 3900 pesos por impresoras iguales, pero con menor resolución (240 x 144 dpi). Si bien en ningún caso se especifica la marca, una brecha de precios del 510 por ciento parece muy difícil de justificar. 

  Más allá de si los precios anteriores son caros o baratos en comparación con los del mercado, semejante amplitud en las cotizaciones que manejan los organismos oficiales resulta de por sí alarmante, porque indica que se podría comprar más barato con sólo reorientar la demanda estatal a los proveedores con mejores ofertas. "¿Por qué el Ministerio de Economía tiene que comprar en Libertad y Alvear cuando éste debiera ser un período de crisis y austeridad?", se pregunta Bielsa. A diferencia de otras reparticiones, el año pasado, en plena recesión, el Ministerio de Economía siguió haciendo shopping de mobiliario para oficina entre las casas más exclusivas del ramo: Pivot, Erasmo, Buró, Tecno Sudamericana, Interieur, a donde sólo acceden multinacionales, grandes empresas o profesionales de alto poder adquisitivo.    

  2) La segunda vía de investigación de los funcionarios aliancistas resulta de comparar los precios del Estado con los valores de mercado. La SIGEN está haciendo una redefinición completa de los llamados "precios testigo", que no sólo habían quedado descolocados, sino que en la mayoría de los casos no eran tenidos en cuenta por los funcionarios (ver aparte). Así, aun si el Estado fuera "bobo" y comprara en los lugares más caros, existen notables sobreprecios por encima de los valores más altos del mercado. Por ejemplo:

  * Sillas de cinco patas: en Tecno Sudamericana pueden conseguirse desde 90 pesos. En Buró, una silla del mismo estilo, de categoría, cuesta 200 pesos. El Ministerio de Economía pagó 282 pesos, un 41 por ciento más que el precio más alto.

  * Sillón giratorio con apoyabrazos: en Tecno se consigue desde 170 pesos. Economía llegó a pagar 440 pesos, 160 por ciento más.

  * Mesa de computación: en Buró cuesta entre 500 y 700 pesos la más cara. En los registros de Economía figura como precio de referencia 800 pesos, entre un 15 y un 60 por ciento más. En Ofi Shop, el meganegocio de computación, la mejor mesa del rubro se consigue por 400 pesos.

  * Equipo de computación: las planillas oficiales del Ministerio de Economía detallan presupuestos para ejercicios previos a 1999 insólitos,

con sobreprecios de entre 95 y 190 por ciento en relación a las mejores marcas del mercado.

  * El 17 de diciembre pasado, siete días después de que José Luis Machinea asumiera al frente del Ministerio de Economía, la oficina de contrataciones realizó una compra directa de 4 computadoras (Pentium II 400 MHZ, Memoria Ram 64MB, HD 4Gb), abonando 2060 pesos cada una. Un equipo similar marca Daihatsu (con procesador de 500 MHZ AMDk6, Ram 64 y disco duro de 10 GB), en Compumundo, cuesta 999 pesos y viene con una impresora de regalo y un teléfono celular. Uno de marca (Compac, Pentium II, 64 MB de Ram, disco de 10 Gb) se vende a 1180 pesos. Es decir que se pagó un 75 por ciento más.


RAFAEL BIELSA, TITULAR DE LA SIGEN
"Esto también es corrupción"

"Esto también es corrupción", le dijo a Página/12 el director de la Sindicatura General de la Nación, Rafael Bielsa. La Sigen está reformulando todo el sistema de precios testigos con los que se debe regir la administración pública, al tiempo que está realizando una minuciosa auditoría de las compras y contrataciones de diversos organismos oficiales durante el último año de la gestión menemista.  

  "Todo el sistema de compras del Estado está en crisis", dice Bielsa. En tanto, explica que la ley de contabilidad que regla el sistema de administración de bienes y contrataciones estatal data del año 1956 e, increíblemente, no fue aggiornada durante la década pasada.  

  "Un sistema que compra por 2100 millones de pesos anuales tendría que hacer valer el poder de compra, de negociación, pero hoy eso no ocurre", asegura el funcionario. El otro problema es que no existe un genuino "control interno" sobre las operaciones que efectúan las entidades oficiales.

  "Todo el sistema de compras está rodeado de controles formales que no evitan la corrupción. Estos controles terminaban siendo un peaje para los proveedores del Estado", afirma Bielsa. El funcionario también admite que si bien las "contrataciones directas están mal vistas", lo cierto es que "a veces en las licitaciones se pagan sobreprecios aún mayores".

  La Sigen debe fijar los llamados "precios testigos", es decir, "lo que debería pagar el Estado" en sus compras. Y la norma sería que el Estado no comprara "más allá de un 5 por ciento arriba del testigo". Un mes atrás, Julio Nudler contó en Página/12 que la confección de precios testigos había sido delegada durante la administración menemista en un grupo de consultoras privadas que, en algunos casos, podían aparecer del otro lado del mostrador, asociadas con proveedores del Estado.

  Bielsa quiere ahora que los técnicos de la Sigen vuelvan a encargarse de la elaboración de estos precios de referencia. El organismo también debe fijar "precios indicativos" que son los que cada producto tiene en el mercado. Si el Estado hiciera valer su poder de compra es obvio que los precios testigos deberían ser bastante menores que los indicativos. Estos, a su vez, son fijados en base a un promedio de mercado y no sobre un relevamiento en los comercios más caros. Por eso, que Economía compre computadoras un 75 por ciento por arriba del valor de una de las mejores marcas del mercado encubre un sobreprecio todavía mayor en relación al valor testigo.

 

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