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Tiene apellido patricio y es nieta del intendente del centenario. Vivió once años en París, ahora es vecina de Villa Crespo, donde tiene su taller. Teresa de Anchorena fue asesora de Alfonsín, saltó a la función pública al frente del Centro Cultural Recoleta y con el gobierno aliancista se transformó en la secretaria del área de Enrique Olivera. Pese al breve lapso de su mandato, hasta las elecciones del 7 de mayo, cree que puede cumplir con el plan trazado.

ENTREVISTA A LA SECRETARIA DE CULTURA PORTEÑA
"Los artistas son la gente más interesante en un país"


Por Andrew Graham-Yooll
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--¿Qué plan de gestión tiene de aquí hasta mediados de año, entendiendo que el Gobierno va a cambiar...?

  --Pero después de las elecciones el 7 de mayo vamos a seguir trabajando, hasta principios de agosto. En lo que me he concentrado en el primer mes es en tomar contacto con la nueva situación. Yo era subsecretaria de Cultura siendo directora del Centro Recoleta. Retuve ese cargo, aclaro que con un sueldo. Así que algo conocía. Pero esto es muy diferente ahora en el cargo de secretaria. Primero, traté de tomar contacto con la nueva realidad. Hay temas de gestión que toman muchísimo tiempo. Por otro lado me estoy concentrando en las áreas que realmente me gustaría llevar adelante en estos meses, para poder tener el gusto de producir algunos cambios. Una es la protección del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires. Está entre lo más importante de estos siete meses que voy a estar aquí. Ya hemos empezado a reunirnos con un grupo de apoyo, en el que tengo un buen asesor que es el arquitecto Fabio Grementieri. Hasta ahora participan los artistas Nicolás García Uriburu, Jacques Bedel, la crítica Alicia de Arteaga y Pini Caraballo. Vamos a invitar al arquitecto José María Peña, y otra gente que está trabajando en fundaciones o que son auspiciantes. Estamos armando una lista de dos mil edificios (entre ya reconocidos y los que hay que salvar) que sería importante que se respetaran. Vamos a tener la lista para mediados de febrero. Tenemos más de 800 edificios en la lista.

  --¿Es por esa razón que se están demoliendo unos cuantos edificios señoriales, por ejemplo uno en la Avenida San Juan al 2800, a gran velocidad?

  --En lo inmediato estamos trabajando en una lista. Por otro lado estamos reavisando áreas del patrimonio desde hace tres años. Esto significa abrir al público diferentes lugares que normalmente están cerrados para que puedan ser apreciados y conocidos. Pero también estamos con emergencias... Vos decís que hay una situación en la Avenida San Juan: no lo sabía. Habría que saber qué se está haciendo y ver qué se puede hacer a favor del edificio. En las "emergencias" en que estamos trabajando son las estaciones de Plaza Constitución, Retiro y Once. Ya hay proyectos de restauración y aplicación de nuevos usos y les vamos a hacer una propuesta a los ferrocarriles. También hemos actuado ante el Banco de Galicia, en Perón y Reconquista (originariamente el Banco Español, construido en 1905 por el ingeniero Carlos Agote), donde se iba a demoler todo, pero hemos conseguido que se respete la fachada. Iban a conservar dos pedacitos de pared, como si fueran ruinas romanas. Gracias a la intervención del doctor Olivera se ha preservado la fachada. Si bien es cierto que no hay legislación...

  --No hay un concepto de preservación del patrimonio en Buenos Aires...

  --No hay un concepto y no hay legislación. Y no hay concepto entre los mismos profesionales arquitectos como existe en otros países donde un arquitecto contemporáneo puede hacer inmuebles muy contemporáneos, pero también le importa preservar el edificio del pasado. Aquí hay grandes arquitectos a los que parece que no les importa lo que se construyó antes de que llegaran ellos.

  --Es más, en Buenos Aires el único estilo que hay es el de la destrucción... Nuestro estilo es la destrucción salvaje.

  --Además, por lo general es destrucción para construir algo de mucho menor calidad y estéticamente mucho menos válida que lo que había antes. Buenos Aires es una ciudad muy grande y puede convivir la arquitectura contemporánea con la del pasado. Eso es lo que le da personalidad o identidad a nuestra ciudad. La identidad cultural es también toda esa mezcla de edificios europeos que se construyeron como expresión de la presencia italiana, francesa, británica... Eso es Buenos Aires.

  --¿Cómo se le da a la gente una idea del valor de la conservación del patrimonio?

  --Ese es un aspecto que tomo como parte mi función. Yo creo que para cuidar hay que poder apreciar y antes que eso hay que conocer. Lo primero es informarse, poder discriminar entre lo que es bueno y lo que no tiene tanta calidad. Lo que tiene calidad hay que cuidarlo. No podemos derribar el patrimonio con el simple objetivo de ganar dinero.

  --Somos también unos asquerosos como ciudadanos: tiramos basura, enormes botellones de gaseosas vacías van a parar al pie de un monumento o en el pasto de una plaza.

  --Es que el espacio público en Buenos Aires, en vez de ser el espacio de todos es el espacio de nadie. Tiene mucho que ver con todo lo que ha sido el mal cuidado de lo público y el mal ejemplo que se ha dado desde el poder en el manejo de lo público.

  --Buenos Aires vista desde el aire, comparado con cualquier otra capital (Montevideo, por ejemplo), tiene muy pocos espacios verdes. ¿Se puede revertir esa situación?

  --El jefe de gobierno, Enrique Olivera, se ha interesado en crear muchos espacios verdes, como ser la conversión de los terrenos de ferrocarriles. Se recuperó buena parte de los parques de la Ciudad, el parque Avellaneda está estupendo. Pero si bien me interesa, no tengo injerencia. Otro de los objetivos de gestión es, con Enrique Olivera, Liliana Varela, la subsecretaria de Cultura, y el director del Teatro Colón, Juan Carlos Montero, tratar de resolver los problemas pendientes del Teatro Colón. Acá todos contribuyen, porque uno solo no hace nada. Hay que resolverlos de una manera racional, hacer una propuesta de buen funcionamiento: hay interés por parte del Banco Mundial para financiar un estudio para el proyecto. El Teatro Colón es importante, es el lugar cultural y el edificio más importante que tiene la Argentina...

  --¿Cómo se hace esa escala del "más importante"?

  --El Colón como teatro es más importante que la Argentina como país.    Yo creo que es el más importante. Gente que sabe mucho más que yo lo dice, por su arquitectura, por su ubicación, y por toda su historia (está deteriorado, pero todo es original, no ha sido violado como lo fueron muchos edificios en la Argentina). Ha sido descuidado. El Colón es uno de los cuatro teatros más importantes en el mundo y uno de los poquísimos que se conservan en su estado original. Tiene un funcionamiento poco racional desde hace años. Si queremos que siga funcionando tenemos que ayudarlo entre todos. Los asesores en el trabajo de restauración son expertos italianos.

  --¿Cómo se hace eso desde la función pública? Somos una ciudad que nunca terminamos nada: la Casa Rosada, con una sola fachada restaurada, es el símbolo más ejemplar de nuestra falta de consistencia. Empezamos las cosas y nunca las terminamos.

  --La Casa Rosada tenía un proyecto de restauración de esa fachada, y de hecho va a continuar. Una empresa española ha hecho una muy buena labor. No me gusta el color, pero eso es responsabilidad de los que aceptaron ese tono. La restauración y tratamiento de fachada están bien: subí por los andamios con dos expertos que lo hallaron muy bien hecho. Pero es evidente que hay que terminarlo. Este lugar, el antiguo edificio del diario La Prensa, tiene una decoración excepcional. En cada piso hay mosaicos diferentes. Fueron traídos de Inglaterra a fines del siglo pasado y son los mismos pisos del Foreign Office en Londres. Eso nos lo dijo un miembro de la comitiva del Príncipe de Gales en la visita de marzo del año pasado. Esa visita nos vino bien, porque al Príncipe le interesa todo lo que es patrimonio, por lo tanto ayudó a incrementar interés en el tema. La restauración de esta casa fue muy complicada. Varios de los cielorasos decorados estaban cubiertos de pintura blanca. Antes de irnos vamos a entregar esta casa en el estado original de mantenimiento. En Recoleta hay mucho por hacer, pero lo que comenzamos lo terminamos. Dentro del Centro Cultural había un edificio del que hicimos un pequeño hotel de ocho habitaciones de cuatro estrellas con lindísima vista para visitas culturales. Misiones especiales de las provincias, o de embajadas, se pueden alojar ahí. Se reserva para personas de la cultura. Tenemos una combinación para tomar desayunos en La Biela y almuerzos en otro restaurant. Cada una de las grandes casas de decoración nos regaló el diseño y ejecución de un cuarto. La Escuela de Arte Dramático, en la calle Sarmiento, un edificio de principios de siglo, va a estar completado en abril. El Instituto Vocacional de Arte, en la calle Curapaligüe, también va a estar restaurado para cuando se inicien las clases. Hay muchas obras que se han completado.

  --Entonces, ¿el énfasis de la gestión de estos siete meses es la conservación?

  --Iniciar la conservación es importante, pero hay que terminar lo iniciado.

  --Su dirección del Centro Recoleta durante tres años y cuatro meses coincidió con un período de gran impacto.

  --Gracias. Se hicieron bastantes cosas. Pero cada época tiene su tono. Los hechos se van notando por sus contrastes y diferencias.

  --¿Cómo es el plan de llevar la cultura a los barrios?

  --Ahora, En febrero tenemos un programa de música (tango, folklore, jazz, clásica), Verano Porteño, que se lleva a 35 escenarios interiores y abiertos. Hay programados cien espectáculos. Y en marzo el maestro Alberto Lisi hará 15 conciertos gratis en diferentes lugares de Buenos Aires. Queremos organizar un escenario en El Rosedal para hacer conciertos todo el año. Queremos impregnar la ciudad de cultura. Vamos a trabajar con los Centros de Gestión y Participación. Tenemos un proyecto que se llama Cultura y Trabajo, donde vamos a armar en los centros un entrenamiento en los oficios. Por ejemplo, un electricista del Colón hará cursos en los barrios. Hay oferta y es importante compartirlo con más gente. Van a haber escenógrafos y carpinteros de la cultura, por ejemplo, haciendo cursos.    Para megaeventos tenemos fechas. Pero no todo se puede todo el tiempo: el verano cultural va a transcurrir en toda la ciudad pero con eventos pequeños y medianos.

  --La Secretaría de Cultura de la Ciudad tiene más presupuesto que la de la Nación. ¿Qué pasa con la gestión cultural cuando se topa con la burocracia?

  --Fui subsecretaria, por lo tanto tengo idea de lo que son los procesos administrativos. Se requiere todo un itinerario administrativo que es importante y penoso muchas veces. Es como es. No estoy en empresa privada ni manejo dinero mío. Es un proceso que tendría que agilizarse. Pero ahora es así. Ya lo cambiarán otros. Muchos de los obstáculos están hechos para frenar el mal uso de los fondos públicos.

  --¿Por qué entró en la función pública?

  --Yo viví en Francia once años, entre 1973 y 1983. Cuando volví a la Argentina tenía muchas ganas de hacer cosas en mi país. Como mucha otra gente, en Europa tomé conciencia de ser latinoamericana. Lo que primero pensé cuando llegué fue: acá está todo por hacer. Esta es una ciudad y ésta es una función muy estimulantes para tratar de mejorar un poco las cosas. Cuando me propusieron actuar en la Secretaría de Cultura de la Nación, en la época de Alfonsín, yo enseguida dije que sí. Me gustó y me gusta. Me parece que desde la función pública se pueden hacer muchas cosas. El poder muchas veces es poder hacer. A mí me da satisfacción hacer cosas. Me gusta la actuación privada también, pero en lo público se pueden hacer muchas cosas.

  --¿Cómo...?

  --Puedo contribuir a hacer realidad proyectos de gente muy interesante, que son los artistas. Creo en los artistas: tanto creo que me casé con uno en otro matrimonio. Los artistas son la gente más interesante en un país. Creo en eso. En la actuación privada habría que ser millonario para lograr algo.

  --¿Qué otros proyectos hay para estos siete meses?

  --El otro día con un fotógrafo recordamos una exposición muy linda, que Raúl Alfonsín llevó a España. Recordando eso nos propusimos hacer libros de fotografía. Esos libros son muy complicados, pero en esta secretaría es una actividad natural. Nos hemos propuesto hacer cuatro o cinco libros de fotógrafos argentinos en estos siete meses. Vamos a llevar talleres de serigrafías a las cárceles con dos profesores muy buenos. Vamos a tener el apoyo de los artistas argentinos más famosos. Lo que hagan los encausados se venderá en galerías y museos y el dinero se les pagará a ellos. Vamos a poner placas en las calles y en las casas donde vivieron personalidades famosas. Estamos haciendo un plan para reforzar actividades en museos y bibliotecas y para comunicarlos mejor. En los museos hay una actividad muy importante y no está suficientemente comunicado. Los medios se concentran en los megaeventos, pero de pronto hay muchas cosas más que son permanentes y que en un año suman mucha más gente que los eventos. Además son un servicio importante, y tienen un costo en gente y recursos, es urgente que la gente los aproveche. Tenemos un programa de teatro de verano excepcional. También se va a terminar de hacer el museo del tango en la calle Jean Jaurès, en la casa de Carlos Gardel. Y además quiero hacer un concurso de óperas argentinas. Junto con la Secretaría de Cultura de la Nación y con la provincia de Chaco (Nota: gobierno radical de Angel Rozas), con la escritora Elvira González Fraga, y Marilyn Cristófani, directora de Cultura de Chaco, vamos a organizar unos vehículos con una oferta de actividad cultural para que circulen por todo el Chaco, y que a su vez vayan tomando de ahí el trabajo de artesanos y artistas. También hay que trabajar sobre los reglamentos de premios porque algunos están muy anticuados. No tengo organizado otro sector. Me gustaría trabajar en cultura y medio ambiente. Me interesa la limpieza de la ciudad como gesto cultural.

  --Hay que sacar los soretes de perro de las veredas.

  --Sí, ése sería un objetivo. Hay muchos otros aspectos que todavía no he resuelto.

 

POR QUÉ TERESA DE ANCHORENA

Sin portación de apellido

Por A.G.Y.

Fue un placer, también un alivio, encontrar un funcionario para quien es importante respetar lo que Buenos Aires está en peligro de perder, su pasado. La secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es entusiasta de la conservación de la historia arquitectónica de la Capital.

  No puede ser que sea el único en confesar que pensaba que llegó a la función pública por portación de apellido. Debe de haber otros. Al fin y al cabo, su abuelo, Joaquín S. de Anchorena (1876‑1961), fue intendente de Buenos Aires entre 1910 y 1914, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña. En el despacho de la secretaria de Cultura instaló el gran escritorio de su bisabuelo materno, patriarca de la familia Hume, empresario de los ferrocarriles ingleses. Pero la vehemencia de su entusiasmo, y también un vistazo al currículum, ayudan a corregir esa impresión.

  Teresa Enriqueta de Anchorena, vecina de Villa Crespo (donde tiene un taller de restauración de muebles al lado de su casa), comenzó cursando lo que su apellido le requería: Colegio Esclavas del Sagrado Corazón, profesorado de inglés, historia del arte. Faltarían piano y bordado. En 1973 se fue a París. Estudió antropología, inició un doctorado, organizó muestras de artistas argentinos, colaboró en el Museo de Arte Moderno de la capital francesa y ahí, ayudó al ex senador Hipólito Solari Yrigoyen a fabricar y distribuir el periódico La República, que albergó los textos de tantos integrantes del exilio argentino (y una muy divertida, si bien seria, correspondencia entre Osvaldo Bayer y Rodolfo Terragno). Once años y dos hijos (ahora tiene tres) más tarde, regresó a Buenos Aires.

  Regresó porque quería hacer cosas. Se hizo asesora de la Secretaría de Cultura de la Nación, luego fue miembro de la Comisión de Cultura del Senado, en tiempos de Alfonsín.

  Es miembro de la comisión directiva del Club de la República, de Nuevos Derechos del Hombre, fue una de las fundadoras de la Fundación Poder Ciudadano (y presidenta en 1996) y, desde entonces, directora del Centro Cultural Recoleta. Hay funcionarios y funcionarios. Teresa de Anchorena resulta interesante y tiene ganas de trabajar.

 

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