El
dedo fue puesto en la llaga el viernes último, cuando la ministra
neonazi austríaca de Asuntos Sociales Elisabeth Sickl recordó con la
voz más humilde que pudo manufacturar ante sus 14 pares de la Unión
Europea que "sin unidad no podremos avanzar en temas
cruciales". Tiene toda la razón legal de su parte: las
decisiones de los 15 deben ser tomadas por unanimidad, mucho más si
se trata de temas clave como la ampliación de la Unión hacia el Este
--que el neonazi Joerg Haider primero rechazó y ahora dice que
acepta--. Entonces, gestos puramente simbólicos como la "ruptura
de relaciones bilaterales" --pero no multilaterales-- de los 14
con Austria, o la negativa de los representantes de Francia y Bélgica
a dar la mano o escuchar el discurso del viernes de Sickl --lo que había
sido anticipado un día anterior en una reunión de cancilleres de la
OSCE, donde irónicamente Austria detenta ahora la presidencia
rotativa-- no sólo no tienen ningún efecto contra Haider, sino que
éste sale ganando en dos terrenos: 1) le permite galvanizar una
especie de frente de dignidad nacional austríaco ante las
intromisiones del resto de Europa; 2) mantiene a la UE como rehén, ya
que todas las decisiones cruciales de la organización dependen ahora
del asentimiento o negativa del astuto gobernador de Carintia.
En esta partida de póquer,
Haider sigue ganando, la UE sigue girando en descubierto y Wolfgang
Schuessel, el ambicioso hombrecito del conservadorismo que encabeza
formalmente la coalición negro-parda en Viena, es el increíble
canciller menguante. La UE sigue girando en descubierto porque gestos
como los de Francia y Bélgica sólo suman un matiz de absurdo a una
encrucijada terrible, y porque Alemania y Holanda se desmarcaron explícitamente
de esas actitudes. Además, Haider no demoró un segundo en acusar
justificablemente de racismo al presidente francés Jacques Chirac por
hablar en su campaña del "olor de los inmigrantes". Por
otra parte, Schuessel pierde protagonismo --si alguna vez lo tuvo--:
las últimas encuestas sugieren que, de celebrarse nuevas elecciones,
el FPO de Haider sería hoy el partido más votado --en parte por
aquello de la dignidad nacional herida--, y Herr H. se ocupó de
hacerlo manifiesto la semana pasada en una curiosa reunión de
"gabinete de las sombras" en Carintia, enceguecida por los
flashes de los fotógrafos registrando quién está ganando la puja
por el poder en Austria. La situación ha cambiado y ya no se trata de
la UE amenazando a Haider sino de Haider amenazando a todos.
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