|
Goutes
d'eau sur pierres brulantes (Gotas de lluvia sobre piedras ardientes) es
una adaptación de Ozon de una pieza teatral de la adolescencia de
Fassbinder, allá por los revulsivos años '60, cuando junto con Hanna
Schygulla y otros amigos formaron el grupo Action Theater, el laboratorio
sobre el cual el director alemán construiría luego todo su cine. La obra
había quedado inédita, en forma de borrador, y el propio Fassbinder
--tan prolífico que era incapaz de mirar siquiera una vez hacia atrás--
nunca llegó a ponerla en escena o a utilizarla para alguno de sus films.
Exactamente eso es lo que acaba de hacer Ozon, respetando no sólo la época
en que la obra fue concebida sino también la esencia teatral del texto,
que transcurre íntegramente dentro de un departamento, a la manera de los
films más claustrofóbicos de Fassbinder.
Como siempre en el autor alemán,
la trama es mínima. Un muchacho joven e ingenuo llamado Franz (Malick
Zidi) cae bajo la seducción de Leopold (Bernard Giraudeau), un burgués
bien instalado y bastante mayor que él. Lo que importa a partir del
primer encuentro son los juegos de poder y humillación que se establecen
entre los personajes, la forma en que el integrante más débil de la
pareja va perdiendo su lugar en manos de aquel que hace valer su
autoridad, como sucedía en La ley del más fuerte (1974), uno de los
grandes clásicos de Fassbinder.
La situación adquiere un giro
inesperado cuando entran en escena primero la novia de Franz y luego Vera,
un viejo amor de Leopold, que es --como en Un año de trece lunas (1978),
otros de los títulos esenciales de RWF-- un hombre que se cambió de sexo
para intentar, como mujer, recuperar a aquél que lo abandonó y a quien
no puede dejar de amar. La homosexualidad, sin embargo, no es el tema. Lo
que le importaba al autor alemán era poner en evidencia la reiteración
de los códigos más reaccionarios de la conducta burguesa, aun en las
relaciones más atípicas. Lo mismo plantea ahora Gotas de lluvia sobre
piedras calientes, un film increíblemente fiel a Fassbinder, pero que al
mismo tiempo es capaz de tomar una sutil distancia y hasta ostentar
incluso un sello propio.
Revelación de la Semana de la
Crítica del Festival de Cannes 1998, con su opera prima Sitcom, Ozon
--egresado de la Femis, la escuela nacional de cine de Francia-- estuvo en
septiembre pasado en la Mostra de Venezia con Les amants criminels,
participa ahora de la competencia de la Berlinale y ya tiene en producción
su próxima película, Sous le sable, todo a un ritmo que también parece
heredado de Fassbinder. "Hacía tiempo que quería hacer una película
sobre una pareja, sobre la dificultad de convivir y sobrellevar la rutina
cotidiana", declaró Ozon en la conferencia de prensa que siguió a
la proyección. "Al descubrir la obra de Fassbinder, me di cuenta de
que no necesitaba escribir un guión original, que la obra decía
exactamente lo que yo quería decir, que era graciosa y conmovedora al
mismo tiempo."
Ozon reconoce haber utilizado
como modelo de puesta en escena --cámara de frente a los personajes, un
solo escenario, nada de exteriores-- la adaptación que hizo Fassbinder de
Las lágrimas amargas de Petra von Kant (1972), a partir de su propia obra
teatral. El toque distintivo del realizador francés, sin embargo, se nota
en el humor con el que acentúa ciertas situaciones que en Fassbinder podrían
haber sido decididamente dramáticas y que aquí adquieren cierto
distanciamiento, como cuando los cuatro personajes se ponen a bailar un
viejo tema alemán de la época, una escena que hizo estallar en aplausos
a la platea del festival. Lo mismo sucedió cuando el joven Franz, en un
momento gracioso y a la vez infinitamente melancólico, recita un poema de
Heinrich Heine que dice: "No sé por qué/ mi corazón está tan
triste/ una vieja historia/ siempre viene a mí/ la brisa me hace temblar/
cae la noche/ y el Rhin corre silencioso...". Por aquí, en cambio,
se diría que el Spree --que atraviesa serpenteante todo Berlín-- comenzó
finalmente a vibrar con las Gotas de lluvia... de Fassbinder.
|