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Por Cecilia Hopkins "Sean simpáticos con nosotros... todavía no mostramos nuestro trabajo a nadie...", fueron las palabras del director irlandés Mick Gordon (responsable de las puestas de Art y Closer) antes de presentar para la prensa, a modo de anticipo, uno de los cuadros del musical Mi bella dama. Considerado el espectáculo de mayor despliegue de la historia del género, fue escrito en los años '50 por los norteamericanos Alan Jay Lerner y Frederic Loewe, quienes se basaron en la obra teatral Pygmalion, de George Bernard Shaw. El estreno de esta producción que demandó dos millones de dólares (70 artistas en escena, 20 cambios de decorados, 500 luces computarizadas, 250 trajes de época) subirá a escena el próximo 1º de marzo. El debut coincide, además, con la reapertura del Teatro El Nacional (ver recuadro).
Luego de las breves palabras
del director, el elenco de bailarines acompañó a Pepe Soriano, quien
cantó y bailó en la escena en la que Doolittle, el padre de la
protagonista, se despide de la vida licenciosa que lleva en Londres para
casarse. El actor encabeza un elenco integrado por Paola Krum (en el papel
de la florista aspirante a dama de sociedad), Víctor Laplace, Juan Manuel
Tenuta, Aída Luz, Estela Molly, Marcelo Trepat y Alicia Mouxaut. El diseño
de vestuario es obra de Mini Zuccheri y la dirección musical, de Angel
Mahler. Una vez concluida la escena, el empresario de la sala recuperada,
Alejandro Romay, pidió aplausos para todo el elenco y especialmente para
Soriano, "ese viejo sinvergüenza a quien quiero y respeto
tanto", según dijo. Sin la asistencia de más famosos que los
involucrados en la producción, figuras como Norman Briski, Susana Giménez
y Tita Merello, entre otros, estuvieron presentes de un modo especial: sus
retratos estaban pintados en el cielorraso del remozado foyer del teatro,
junto a las imágenes de los ya fallecidos Niní Marshall, Osvaldo Pacheco
y Dringue Farías, quien puso Mi bella... en esa misma sala a comienzos de
los '60. Exultante luego de su intervención en escena, Pepe Soriano
dialogó con Página/12.
--Parece que en usted la
emoción por la reapertura de El Nacional corre pareja a la emoción del
estreno...
--Lo que pasa es que hacer esta
obra es importante en mi vida, pero abrir un teatro no solamente es
importante para mí sino para la comunidad, para la cultura argentina. Sería
de desear que esto ocurriera a lo largo y ancho del país. Podríamos
hablar de tantos otros frentes, no sólo del teatro, estamos hartos de
frustraciones. Así que, cuando se abre una sala nueva solamente se puede
sentir gratitud. Cuanto más difusión tengan los poetas y los músicos,
también, bienvenido sea.
--¿Cómo encuentra a la
actividad teatral en términos generales?
--Yo creo que el fervor está
intacto pero necesitamos afinar algunos elementos, como el funcionamiento
de la Ley de Teatro. Y si pudiéramos realizar una política cultural
agresiva hacia fuera, eso nos daría una proyección impensada: el teatro
nos va a dar tantas alegrías como el deporte.
--¿A qué se refiere cuando
dice "hacia fuera"?
--Hacia el exterior. Creo que
hay que llevar nuestro teatro al exterior por el nivel que tienen nuestros
actores. La tarea es ardua, difícil, pero tenemos que pelear en muchos
frentes. Me da la impresión de que el teatro es ilegal, como la poesía. --Esta
sala se reabre a expensas de una iniciativa privada, ¿piensa que el
teatro necesita de un apoyo significativo del Estado?
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