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De la Rúa eligió inaugurar el
ciclo lectivo en Yapeyú, un pueblo de cincuenta manzanas, calles de
tierra, sin cine, que sólo recibe visitas cada 17 de agosto, cuando las
autoridades nacionales se acercan para conmemorar la muerte de San Martín.
La elección del Presidente no fue casual: "Este es un año
sanmartiniano, se cumplen 150 años de la muerte del prócer y el
Presidente quiere exaltar sus valores", explicó a este diario un
colaborador. Y lo repitió el mismo De la Rúa en conferencia de prensa,
cuando le preguntaron si la elección del lugar no había sido en realidad
un atajo para no recalar en Corrientes, donde la situación político-institucional
es más grave.
En el acto, después del
"ingreso de la bandera de ceremonias" y de "entonar las
estrofas del Himno Nacional", una alumna, Analía Fontes, habló en
representación de sus compañeros. Medias azules tres cuartos, cinta en
el pelo al tono, Analía abrió un papelito doblado y se acercó al micrófono.
"Expreso en nombre de mis compañeros la alegría por este
reencuentro", dijo la nena. Antes de irse, saludó al Presidente y
cuando le dio un beso a la ministra de Educación de Corrientes, Graciela
Aparicio, la mujer le susurró: "Saludá al doctor Mestre". La
chica, entonces, caminó hasta donde estaba el interventor de la
provincia, y ya que estaba le dio un beso al ministro de Trabajo, Alberto
Flamarique --que estuvo tentado toda la ceremonia--, y al presidente de la
Cámara de Diputados de la Nación, Rafael Pascual.
El día de inauguraciones
estaba lejos de terminar para De la Rúa. A doscientos kilómetros de
Yapeyú, en Monte Caseros, lo esperaban autoridades y obreros de la fábrica
de hilo TN & Platex, donde el Presidente cortó las cintas de una
ampliación de la planta que generará 150 puestos de trabajo. De la Rúa
no intuía hasta qué punto estaban esperando su visita. En su discurso,
el director de la firma, Teodoro Karagozian, aprovechó para fotografiarse
junto a él y enseguida le dio un regalo: "Lo que le entrego, señor
Presidente, es una foto del último presidente que visitó Monte Caseros,
que también fue el único: Nicolás Avellaneda, hace ciento veinticinco años".
No estaba previsto que el
interventor Ramón Mestre hablara, pero el locutor del acto lo anunció.
"Ramón Bautista Mestre", dijo, y al ex gobernador cordobés no
le quedó otra que salir al ruedo con un discurso improvisado que le jugó
una mala pasada. El radical habló de la necesidad de trabajar en el país,
de poner empeño. Hasta ahí, nada nuevo. El problema fue cuando quiso
incluir en sus palabras al presidente Fernando de la Rúa. "Don José
de San Martín es el ejemplo convocante para que podamos construir entre
todos, de la mano del presidente Raúl Alfonsín". Tan enfervorizado
estaba Mestre con su arenga, tan compenetrado con su discurso, que no
escuchó el "uh..." generalizado de los periodistas que, desde
abajo del escenario, empezaron a intercambiar sonrisas y cuchicheos. Tan
compenetrado estaba que no se dio cuenta de su lapsus hasta un rato después,
cuando la diputada aliancista Beatriz Nofal se acercó a decirle algo al oído
al interventor, algo que hizo poner cada vez más rojo su pálido rostro.
El que tampoco pareció advertir el error fue Fernando de la Rúa, quien
no movió un músculo cuando escuchó que le cambiaban el nombre. El ministro de Educación, Juan Llach, se quedó un rato más en la fábrica, charlando con algunos empleados sobre temas de capacitación. Y tampoco él pudo salvarse de una improvisada conferencia de prensa, en la que fue consultado sobre la marcha del pago de la cuota del Fondo de Incentivo Docente. "Los docentes ya están cobrando", aseguró el ministro. "Sí, con la plata que me cobraste por mi auto", bromeó con un compañero, a lo lejos, un empleado de la fábrica.
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