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EL PRESIDENTE DE LA RUA INAUGURO LAS CLASES EN CORRIENTES
El estreno de guardapolvos blancos

El presidente Fernando de la Rúa disfrutó de su idilio con la gente en Yapeyú, Corrientes.

Después de un año perdido, los alumnos de Corrientes empezaron en forma anticipada  las clases. El Gobierno respaldó la medida.


Por Romina Calderaro 
Desde Yapeyú

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"¡El helicóptero del Presidente!", gritó una maestra. Y enseguida, los chicos de la escuela 428 "General José de San Martín" agitaron banderitas celestes y blancas, también a los gritos, mezcla de euforia por el primer día de clases y excitación por la máquina que hacía dibujos en el cielo. Al rato, Fernando de la Rúa, sentado en el improvisado escenario de la escuelita de Yapeyú, esperaba su turno para hablar en el comienzo anticipado de clases en Corrientes, donde el año anterior ante el descalabro institucional los chicos habían pasado de grado por decreto hasta que la intervención revió la medida. "No estaba previsto que viniera, pero me sentí en el deber de subrayar con mi presencia la importancia que el Gobierno va a darle a la educación", dijo el Presidente. Más tarde, en Monte Caseros, el interventor de Corrientes, Ramón Mestre, quiso darle su apoyo a De la Rúa y terminó en un blooper. "San Martín es la figura convocante para que podamos construir, de la mano del presidente Raúl Alfonsín, el país que queremos", dijo entusiasmado, pero De la Rúa permaneció inmutable.

  De la Rúa eligió inaugurar el ciclo lectivo en Yapeyú, un pueblo de cincuenta manzanas, calles de tierra, sin cine, que sólo recibe visitas cada 17 de agosto, cuando las autoridades nacionales se acercan para conmemorar la muerte de San Martín. La elección del Presidente no fue casual: "Este es un año sanmartiniano, se cumplen 150 años de la muerte del prócer y el Presidente quiere exaltar sus valores", explicó a este diario un colaborador. Y lo repitió el mismo De la Rúa en conferencia de prensa, cuando le preguntaron si la elección del lugar no había sido en realidad un atajo para no recalar en Corrientes, donde la situación político-institucional es más grave.

  En el acto, después del "ingreso de la bandera de ceremonias" y de "entonar las estrofas del Himno Nacional", una alumna, Analía Fontes, habló en representación de sus compañeros. Medias azules tres cuartos, cinta en el pelo al tono, Analía abrió un papelito doblado y se acercó al micrófono. "Expreso en nombre de mis compañeros la alegría por este reencuentro", dijo la nena. Antes de irse, saludó al Presidente y cuando le dio un beso a la ministra de Educación de Corrientes, Graciela Aparicio, la mujer le susurró: "Saludá al doctor Mestre". La chica, entonces, caminó hasta donde estaba el interventor de la provincia, y ya que estaba le dio un beso al ministro de Trabajo, Alberto Flamarique --que estuvo tentado toda la ceremonia--, y al presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Rafael Pascual.

  El día de inauguraciones estaba lejos de terminar para De la Rúa. A doscientos kilómetros de Yapeyú, en Monte Caseros, lo esperaban autoridades y obreros de la fábrica de hilo TN & Platex, donde el Presidente cortó las cintas de una ampliación de la planta que generará 150 puestos de trabajo. De la Rúa no intuía hasta qué punto estaban esperando su visita. En su discurso, el director de la firma, Teodoro Karagozian, aprovechó para fotografiarse junto a él y enseguida le dio un regalo: "Lo que le entrego, señor Presidente, es una foto del último presidente que visitó Monte Caseros, que también fue el único: Nicolás Avellaneda, hace ciento veinticinco años".

  No estaba previsto que el interventor Ramón Mestre hablara, pero el locutor del acto lo anunció. "Ramón Bautista Mestre", dijo, y al ex gobernador cordobés no le quedó otra que salir al ruedo con un discurso improvisado que le jugó una mala pasada. El radical habló de la necesidad de trabajar en el país, de poner empeño. Hasta ahí, nada nuevo. El problema fue cuando quiso incluir en sus palabras al presidente Fernando de la Rúa. "Don José de San Martín es el ejemplo convocante para que podamos construir entre todos, de la mano del presidente Raúl Alfonsín". Tan enfervorizado estaba Mestre con su arenga, tan compenetrado con su discurso, que no escuchó el "uh..." generalizado de los periodistas que, desde abajo del escenario, empezaron a intercambiar sonrisas y cuchicheos. Tan compenetrado estaba que no se dio cuenta de su lapsus hasta un rato después, cuando la diputada aliancista Beatriz Nofal se acercó a decirle algo al oído al interventor, algo que hizo poner cada vez más rojo su pálido rostro. El que tampoco pareció advertir el error fue Fernando de la Rúa, quien no movió un músculo cuando escuchó que le cambiaban el nombre.

  El ministro de Educación, Juan Llach, se quedó un rato más en la fábrica, charlando con algunos empleados sobre temas de capacitación. Y tampoco él pudo salvarse de una improvisada conferencia de prensa, en la que fue consultado sobre la marcha del pago de la cuota del Fondo de Incentivo Docente. "Los docentes ya están cobrando", aseguró el ministro. "Sí, con la plata que me cobraste por mi auto", bromeó con un compañero, a lo lejos, un empleado de la fábrica. 

 

Llach, todo un didacta

Si haber sido viceministro de Domingo Cavallo le da a Juan Llach cierto perfil tecnocrático, el ministro de Educación demostró ayer que puede  hacer un esfuerzo por comunicarse con los más chicos. "Un ciclo, chicos --explicó, didáctico--, es una cosa que empieza y que termina. Las clases empiezan, pero por suerte terminan", bromeó. Después, Llach explicó que San Martín hizo un gran aporte a la educación "cuando escribió las máximas para su hija Merceditas". Y se explayó: "Dicen que era muy severo, que si Mercedes sacaba una mala nota no la iba a visitar, pero también era un abuelo muy tierno". Como ejemplo, el ministro eligió una anécdota de "abuelazgo" del prócer: "Un día, el hijo de Merceditas estaba llorando porque se le había roto la ropa de una muñeca. El fue hasta un cajón y le regaló una cinta con la condecoración que había recibido por una importante batalla. El chico dejó de llorar. Y Merceditas le dijo que cómo iba regalar sus medallas. 'Si las medallas no sirven para parar el llanto de un niño, no sirven para nada'", dijo Llach que dijo el Libertador.

 

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