El
gran problema de los europeos no es que muchos sean xenófobos, lo
cual por desgracia es normal, es que son paidófobos, lo cual no lo es
en absoluto. Si los europeos atinaran a hacer el amor con tanta
imprevisión como antes hacían la guerra, serían otros los
aterrorizados por la "invasión" de extranjeros de facciones
exóticas e idiomas incomprensibles. Pero por razones que casi nadie
quiere investigar, acaso porque las respuestas obligarían a los
ciudadanos del Primer Mundo próspero y autocomplaciente a enfrentarse
con algunas verdades desagradables, les gustan aún menos los niños
que los inmigrantes extranjeros. Como éstos, los niños son
considerados indeseables --ruidosos, ignorantes, desobedientes,
adictos a comidas asquerosas-- y, lo que es peor, el costo de criarlos
suele correr por cuenta de sus progenitores mismos y no sólo del
Estado o de empresas privadas resueltas a explotarlos. Horrorizados
por la pérdida de tiempo y esfuerzo que les supondría un par de
hijos, los europeos, con los españoles e italianos a la cabeza, han
dejado de procrear y aunque no les hace ninguna gracia verse
reemplazados por africanos, turcos, hindúes o árabes, imaginan que
en última instancia siempre podrán mandarlos de vuelta a su casa,
algo que hoy en día no puede hacerse de manera decente cuando se
trata de los amados retoños propios.
El
auge, que por suerte aún es modesto, de la "ultraderecha"
en distintas partes de Europa tiene menos que ver con la nostalgia por
los buenos tiempos hitlerianos que con la negativa de un proletariado
recién aburguesado a reproducirse. Cuando la esterilidad voluntaria
no era sino un síntoma más del egoísmo generacional de los
relativamente ricos y bien instruidos, la paidofobia resultaba útil
porque servía para impedir que las sociedades se estratificaran, pero
gracias al progreso económico fenomenal de las décadas últimas
apenas queda un proletariado tradicional de costumbres procreativas
distintas de las de la clase media.
Luego de denunciar con furia
a los austríacos por su xenofobia al permitir que amigos de Joerg
Haider participen en el gobierno, los dirigentes de los demás países
de la Unión Europea colaborarán en la lucha contra el mal
construyendo barreras todavía más altas contra la inmigración
"extracomunitaria". No quieren que se repita lo del El Ejido
en una gran ciudad. Es decir, tomarán medidas que harán ronronear de
placer a los "neonazis". Lo que no harán es ponerse a
producir más bebés, aunque, a menos que lo hagan a un ritmo frenético,
antes de que el siglo llegue al meridiano Italia por sí sola tendrá
que elegir entre importar a 25 millones de extranjeros o morir de
vejez.
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