La
traumática despedida de Ramón Díaz traerá consecuencias no
deseadas para los dirigentes de River. Tan acartonada como salpicada
de hipocresía, la ceremonia en que el técnico anunció su renuncia
el último viernes desencadenó un clima que se ha tornado
irrespirable para David Pintado y su comisión directiva. Hoy es
posible estimar que cuando el equipo reciba a Rosario Central por la
segunda fecha del Clausura, la conducción del club, cuanto menos, será
abucheada como ocurrió a fines del año pasado en ocasión del
denominado partido del siglo y de igual manera que anteayer en ese
mismo escenario vacío. En este marco debutará Américo Gallego
oficialmente, un viejo conocido de la casa, de tan buen trato en el
pasado con la barra llamada "Los borrachos del tablón" como
su antecesor.
La situación es por demás
compleja si, además, se contemplan otros dos elementos que hacen a la
vida institucional de River. El delicado cuadro económico que
presenta el club y la interna política en crecimiento de cara a unas
elecciones que aún están muy lejanas. Los dirigentes sólo cuentan
una parte de la realidad cuando argumentan por qué no le trajeron
refuerzos a Ramón Díaz. Es cierto que la contabilidad riverplatense
no es floreciente --se deben cerca de 40 millones de pesos,
acrecentados por un déficit operativo mensual incontrolable--, pero
también es verdad que esta cuestión les sirvió como excusa para
poner al riojano contra las cuerdas.
Ya hay dirigentes o ex
dirigentes que han deslizado su intención de gobernar la institución
cuando el panorama se aclare. José María Aguilar, el actual
secretario general del club, picó en punta y el ex presidente Hugo
Santilli hará lo propio durante este año. Inclusive, ciertos
personajes que compusieron la corte menemista, como el ex vocero
presidencial y ex embajador en Costa Rica, Hugo Toledo, se volcarán a
la política interna. En este caso, mediante el comentado lanzamiento
de una nueva revista partidaria sobre River.
Mientras tanto, Alfredo Dávicce,
Mario Israel y otros directivos con quienes el primero está
enfrentado desde hace tiempo --César Traversone y Ricardo Grosso--
acaso retomen su antigua relación o se encaminen hacia otros rumbos
políticos, de acuerdo con la dinámica de la interna.
Américo Gallego, el nuevo técnico, conoce muy bien a todos
ellos. De algunos dirigentes fue socio comercial en emprendimientos
gastronómicos que terminaron evaporándose por rencillas domésticas.
De ahí que el Tolo --más allá de sus méritos profesionales--
siempre estuvo a punto de volver a River tras cada crisis en que Ramón
Díaz salía a gastar sus nueve vidas.
Así, con las cuentas como heridas abiertas, con un técnico
ganador que se retiró por la puerta de atrás, con una conducción
fragmentada y una oposición que no está dispuesta a dejar pasar su
momento, River zozobra a casi dos meses de haber ganado su último título.
¿Dinámica de lo impensado? ¿Mamarracho? Las dos cosas. |