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OPINION

Un panorama complicado

Por Gustavo Veiga

La traumática despedida de Ramón Díaz traerá consecuencias no deseadas para los dirigentes de River. Tan acartonada como salpicada de hipocresía, la ceremonia en que el técnico anunció su renuncia el último viernes desencadenó un clima que se ha tornado irrespirable para David Pintado y su comisión directiva. Hoy es posible estimar que cuando el equipo reciba a Rosario Central por la segunda fecha del Clausura, la conducción del club, cuanto menos, será abucheada como ocurrió a fines del año pasado en ocasión del denominado partido del siglo y de igual manera que anteayer en ese mismo escenario vacío. En este marco debutará Américo Gallego oficialmente, un viejo conocido de la casa, de tan buen trato en el pasado con la barra llamada "Los borrachos del tablón" como su antecesor.

  La situación es por demás compleja si, además, se contemplan otros dos elementos que hacen a la vida institucional de River. El delicado cuadro económico que presenta el club y la interna política en crecimiento de cara a unas elecciones que aún están muy lejanas. Los dirigentes sólo cuentan una parte de la realidad cuando argumentan por qué no le trajeron refuerzos a Ramón Díaz. Es cierto que la contabilidad riverplatense no es floreciente --se deben cerca de 40 millones de pesos, acrecentados por un déficit operativo mensual incontrolable--, pero también es verdad que esta cuestión les sirvió como excusa para poner al riojano contra las cuerdas.

  Ya hay dirigentes o ex dirigentes que han deslizado su intención de gobernar la institución cuando el panorama se aclare. José María Aguilar, el actual secretario general del club, picó en punta y el ex presidente Hugo Santilli hará lo propio durante este año. Inclusive, ciertos personajes que compusieron la corte menemista, como el ex vocero presidencial y ex embajador en Costa Rica, Hugo Toledo, se volcarán a la política interna. En este caso, mediante el comentado lanzamiento de una nueva revista partidaria sobre River.

  Mientras tanto, Alfredo Dávicce, Mario Israel y otros directivos con quienes el primero está enfrentado desde hace tiempo --César Traversone y Ricardo Grosso-- acaso retomen su antigua relación o se encaminen hacia otros rumbos políticos, de acuerdo con la dinámica de la interna.

  Américo Gallego, el nuevo técnico, conoce muy bien a todos ellos. De algunos dirigentes fue socio comercial en emprendimientos gastronómicos que terminaron evaporándose por rencillas domésticas. De ahí que el Tolo --más allá de sus méritos profesionales-- siempre estuvo a punto de volver a River tras cada crisis en que Ramón Díaz salía a gastar sus nueve vidas.    Así, con las cuentas como heridas abiertas, con un técnico ganador que se retiró por la puerta de atrás, con una conducción fragmentada y una oposición que no está dispuesta a dejar pasar su momento, River zozobra a casi dos meses de haber ganado su último título. ¿Dinámica de lo impensado? ¿Mamarracho? Las dos cosas.

 

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