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EN BERLIN SE VIO UN CONMOCIONANTE FILM DEL POLACO STANISLAW MUCHA
Bubi, un nazi en la Argentina

Una imagen de "Paradiso", de Rudolph Thome, que se vio ayer en la competencia oficial de Berlín

El documental cuenta la historia del barón polaco Ludolf Hermann von Alvensleben, "Bubi", responsable de la muerte de 30.000 de sus compatriotas, que logró evitar el juicio de Nuremberg y terminó sus días... en Córdoba.


Por Luciano Monteagudo 
Desde Berlín

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"Nein!" con un "no" rotundo a Joerg Haider y su Partido de la Libertad, los cineastas austríacos presentes en la Berlinale 2000 concretarán un pronunciamiento masivo llamando al mundo a luchar "contra el racismo, la xenofobia y el avasallamiento a la dignidad humana". El texto de la proclama que oficializarán hoy martes, que lleva la firma de medio centenar de realizadores, actores y técnicos de Viena, ya apareció a toda página en la revista oficial del festival y culmina diciendo: "No podemos permitir que esto suceda en Europa". A su manera, el festival también tiene sus cosas para decir al respecto. Y lo hace a través de varios de los films presentes en sus diferentes secciones. Como el documental alemán De regreso a la patria con Bubi, una película que toca particularmente de cerca a los argentinos.

  Según vecinos y parientes, Bubi era un gran tipo. Alto, deportivo, simpático, estaba considerado un hijo ejemplar y un padre modelo. Sucede que el noble barón Ludolf Hermann von Alvensleben ("Bubi" para los amigos) fue sin embargo teniente general de las temibles SS y lugarteniente directo de Himmler. En su rango de "Oberführer" sirvió al Tercer Reich en Polonia y, según confirma el film dirigido por el realizador polaco Stanislaw Mucha, fue el responsable de la muerte de por lo menos 30.000 de sus compatriotas. Entre las muchas historias de Bubi que va descubriendo este documental fascinante, hay un dato que no es menor y al que la película le dedica todo su tramo final: Von Alvensleben pudo escapar de los juicios de Nuremberg y terminó feliz sus días en Argentina, en la provincia de Córdoba, donde aún hoy todos lo recuerdan como un hombre correcto, decente, amante de las buenas maneras y el orden.

  Las primeras imágenes del film muestran a Bubi (en fotografías y viejos noticieros de la época) siempre ubicado bien cerca de Hitler. Y no resulta difícil identificarlo: medía dos metros y su altura lo hace sobresalir incluso en los masivos actos oficiales en que los nazis se lucían como nibelungos. A partir de allí, el documental se lanza a reconstruir la vida de Bubi como si se tratara de un rompecabezas de múltiples piezas, de un mosaico no siempre fácil de armar debido al manto de silencio con que su familia protegió el apellido. El primer motor del film fue, sin embargo, uno de los nietos de Bubi, Hubertus von Alvensleben, formado también en la más rancia tradición nobiliaria, que quiso saber qué tenía de caballero ese carnicero que fue su abuelo.

  Contra todas las negativas y obstáculos que le impuso el clan familiar, Hubertus se dedicó a esa investigación, para la cual decidió aprender polaco. Quiso el azar que su profesor particular[FrontPage Image Map Component] fuera el documentalista Stanislaw Mucha (30 años), que a cambio de sus clases le pidió autorización para hacer junto a él este film que ahora acaba de estrenar la Berlinale, en una de sus secciones paralelas a la competencia oficial. Entre los dos, se dedicaron a entrevistar a todos aquellos que conocieron a Bubi y que fueran capaces de prestar testimonio sobre él. Según explicó al finalizar la proyección el propio Mucha, si en el film no son muchos quienes atestiguan contra Bubi, es precisamente porque casi ninguna de sus víctimas pudo sobrevivir. En cambio, lo que consigue la película es exponer --con horror, con perplejidad-- de qué manera un nazi prominente y probado genocida hoy puede ser recordado como una excelente persona, tanto en Alemania como en Argentina.

  El tramo rodado en Córdoba es particularmente elocuente. Aunque no hay datos precisos de la fecha de su llegada al país, el film consigue registrar que el 27 de noviembre de 1952 el gobierno de Juan Domingo Perón le concede la ciudadanía bajo el nombre de Carlos Lücke. Las fotos de la época registran a un hombre altísimo, con un bigotito muy criollo (a la manera del que usaba Camporita) y a quien le gustaba jugar al fútbol, de arquero, por supuesto. Los vecinos de Santa Rosa de Calamuchita lo recuerdan bien, con afecto y admiración. "Imponía respeto", dice el parroquiano de un bar, con la típica tonada cordobesa. "Era inspector de pesca y estaba siempre armado." Otro, con toda ingenuidad, expone una ironía atroz: "Como pescaba mucho, les vendía pescado ahumado a los judíos".

  Nadie, sin embargo, reconoce haber sabido del pasado nazi de Bubi. De eso no se habla. El único que lo menciona es un cordobés de familia alemana, que en su lengua materna recuerda ante la cámara que durante el entierro de Carlos Lücke, el 1º de abril de 1970, "se hizo el saludo nazi". Y levanta tímidamente el brazo derecho, para que no queden dudas de lo que está diciendo.

Una competencia deslucida

Después del entusiasmo que provocó Gotas de lluvia sobre piedras ardientes, el film del francés François Ozon sobre una obra de Rainer W. Fassbinder, la competencia oficial de la Berlinale volvió a perder nivel, uno de los más bajos de los últimos años, según coincide la mayoría de la crítica acreditada. Si en Boogie Nights el realizador norteamericano Paul  Thomas Anderson había demostrado un humor mordaz y corrosivo, ahora en Magnolia se vuelve solemne y pretencioso, con una película de más de tres horas de duración, regada de estrellas --Tom Cruise, Juliane Moore, Jason Robards--, todas al borde  de un ataque de nervios. Mucho más serena pero igualmente infatuada es Paradiso, el segundo título en concurso exhibido ayer. El realizador alemán Rudolf Thome vuelve a ofrecer una de sus habituales charlas de salón, esta vez el encuentro de un hombre con todas sus mujeres y amantes, con la excusa de festejar su cumpleaños número 60. Lo que parece celebrar el film --más allá del ingenio de sus diálogos-- es una sociedad demasiado satisfecha de sí misma, que vive en la abundancia, que se permite algunas lágrimas por las masacres de Kosovo, pero que no siente la necesidad de cuestionarse nada. Como indica su título, Paradiso es un mundo feliz. Demasiado feliz para ser real.


Un homenaje a Dino Saluzzi

Una de las atracciones del prestigioso Foro Internacional de Cine Joven de la Berlinale fue ayer el estreno del documental "Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos", del director argentino Daniel Rosenfeld. "Mi intento --explicó el director-- fue mostrar cómo una persona puede estar en contacto con sus raíces a través de la música y cómo, al mismo tiempo, necesita de sus raíces para estar en contacto con su música." Pero el film sobre el bandoneonista --creador de un sonido que parte del folclore incorporando elementos del tango y del jazz-- está lejos de ser una biografía. "Mi idea era registrar un proceso, las angustias y los placeres que puede provocar un hecho creativo sincero", subrayó el realizador. Rosenfeld, de 26 años, se inició en el cine asistiendo a Alejandro Agresti en Buenos Aires viceversa y El viento se llevó lo qué, y  vio a Saluzzi por primera vez en un concierto hace dos años. La primera parte del film, en blanco y negro, con una narración objetiva, muestra al músico por Europa. En la segunda, cuando Saluzzi vuelve a su pueblo salteño, Camposanto, parecen estallar los colores. Sobre la música y las imágenes se intercalan reflexiones del músico sobre el arte. "Mientras más va avanzando uno, mientras más adentro se mete uno en el arte, más solo se queda", dice. El film, que será estrenado en Argentina a fin de año, se rodó durante 18 meses y fue financiado por Rosenfeld, quien luego recibió un subsidio del gobierno de Salta.

 

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