Por Luis Bruschtein
�La
discusión en España ahora es entre izquierda y derecha�, afirma Camilo
Nogueira Román, diputado del Bloque Nacionalista Gallego en el Parlamento
europeo. Es ingeniero industrial y licenciado en Ciencias Económicas,
tiene 63 años y fue miembro de la Comisión de los 16 que redactó el
Estatuto de Autonomía de Galicia, hoy vigente. Nogueira Román visitó la
Argentina en pos de los votos de los gallegos residentes, como parte de la
campaña para las próximas elecciones generales del 12 de marzo en
España. Sobre el ascenso de Haider en Austria y los brotes xenófobos en
su país asegura que no es el sentimiento de la mayoría de los europeos
porque �la Europa del futuro será plurinacional y plurirracial�.
�¿Qué posibilidades de ganar las próximas elecciones españolas tiene
la alianza de los socialistas del PSOE y de Izquierda Unida, y qué papel
juega en ella el Bloque Nacionalista Gallego?
�En el Congreso hay 350 diputados que deben elegir al primer ministro.
En la extrapolación que hizo el dirigente del PSOE, Joaquín Almunia,
para el acuerdo programático con Izquierda Unida, consideró que juntos
podrían tener 171 diputados y nosotros tendríamos seis. O sea que entre
las tres formaciones de izquierda, el Bloque Nacionalista Gallego, la
Izquierda Unida y el PSOE, lograríamos mayoría absoluta. Nosotros
estamos en una campaña muy fuerte. A los cerca de 80 mil gallegos que
viven en la Argentina también les pedimos que nos apoyen. El Bloque es la
segunda fuerza en el Parlamento autonómico gallego, y el PSOE es la
tercera. Como resultado de las elecciones municipales del año pasado
gobernamos con el PSOE cinco de las siete principales ciudades de Galicia
y en tres de ellas el alcalde es nuestro: Vigo, Pontevedra y Ferrol.
Gobernamos con el PSOE en Santiago y Lugo, donde el alcalde es de ellos.
El PSOE gobierna solo en la Coruña y el Partido Popular tiene nada más
que Orense. La imagen de que Galicia se identifica con el Partido Popular
como el partido conservador español y con la persona de Manuel Fraga que
es el presidente de la Xunta, que fue ministro de Franco, ya no se
corresponde con la realidad. Galicia es un país plural y la fuerza
emergente, apoyada por la juventud, la gente de las ciudades, la gente
más formada, es el Bloque Nacionalista Gallego. Haber ganado las
elecciones para el Parlamento europeo fue un éxito notable y si este
resultado se repite en marzo tendremos seis diputados en el Congreso de
Madrid. Desde el punto de vista español queremos un gobierno progresista,
y por lo tanto la derrota del Partido Popular, de Fraga y de José María
Aznar.
�Aznar ha capitalizado la situación de prosperidad económica ante la
opinión pública que la identifica con su gobierno...
�El Partido Popular accedió al gobierno gracias a una crítica muy
agria, con gran apoyo mediático, contra el proceso de corrupción y de
utilización ilegal de los poderes de la policía en el País Vasco por
parte del PSOE. Así el PP ganó las elecciones. Pero el PSOE no era
solamente eso. También concretó una cantidad de logros muy grandes en el
plano económico y social, como la universalización de la sanidad y la
salud, de la educación y la mejora de las pensiones, una serie de logros
de bienestar muy grande. En España la salud es pública y tiene un alto
nivel. El gobierno del PSOE tenía los dos aspectos, por un lado ese
proceso de corrupción y por el otro grandes éxitos económicos
acompañados con logros sociales muy importantes, pero en la campaña
pesó más lo primero. El proceso de mejora económica venía de atrás y
al PP le correspondió protagonizar los últimos años para acceder a las
condiciones exigidas por el tratado de Maastricht, de la Unión Europea.
Además utilizaron el ultranacionalismo español contra Cataluña, Euzkadi
y Galicia, y así consolidaron una ventaja de cinco puntos porcentuales.
La dialéctica que se abre ahora en estas elecciones es la izquierda por
un lado y por el otro la derecha. También existe la propuesta de vascos y
gallegos para abrir la estructura del Estado a lo que llamamos un Estado
plurinacional, como ya se da en Alemania y con las dos cuasi naciones
belgas.
�¿Qué implica ser de izquierda en este momento en España?
�Esa definición comienza a ser tajante cuando el capitalismo adopta una
actitud agresiva hacia ciertas estructuras de cohesión social y lo lleva
a discutir el carácter público de la sanidad y la salud, la educación o
las jubilaciones, por nombrar algunas. En este momento, ser de izquierda
significa que se acepta la economía de mercado como una realidad de
nuestro tiempo, pero no una sociedad de mercado, donde el mercado dicta el
comportamiento y donde sólo puedan tener acceso a estos elementos
esenciales de la vida humana los que puedan pagarlos. Y ser de derecha
implica abrir estos sectores al negocio del capital. Ser de izquierda
significa tener una tolerancia cultural y étnica, significa ser
ecologista, defender los derechos humanos, no tolerar la corrupción de
los funcionarios o el abuso de la policía, tener un sistema impositivo
que no sea contrario al sistema económico, pero que también tenga una
capacidad distributiva. Uno de los componentes de la ideología de derecha
es decir que no hay diferencias entre la izquierda y la derecha. Lo malo
es que alguna izquierda se lo creyó.
�¿Cómo vivió como eurodiputado el proceso que se abrió en Europa con
el ascenso de Heider en Austria?
�El Parlamento europeo, al igual que el Consejo Europeo, que es la
reunión de los jefes de Estado y gobierno, como la propia comisión
europea que es el gobierno administrativo, se manifestaron rotundamente en
contra. La iniciativa de los 14 Estados fue de Portugal, la presidencia
portuguesa es una presidencia muy ilustrada y tomó una posición de
condena que es la posición europea.
�¿Hubo eurodiputados que se opusieron?
�Hubo una posición muy minoritaria, de conservadores alemanes y
británicos, sobre todo, que pese a condenar las posiciones nazis y
racistas de Haider, plantearon que se trataba de un asunto interno de
Austria, cosa que los demás diputados rechazaron. Nos oponemos a estos
procesos en cualquier lugar del mundo y en el caso específico de Europa,
se trata de un espacio político íntimamente ligado donde lo que pasa en
cada uno de sus 15 Estados afecta a los demás. Ya no hay fronteras de
hecho, a nadie se le pide documentos cuando pasa de un lado a otro. No es
que no pidan documentos, es que no hay nadie en algunos casos. Cuando se
pasa de Galicia a Portugal es como cuando aquí atraviesan la General Paz.
Austria es un país contiguo al ex bloque soviético y tuvo una
inmigración fuerte de esos países, lo que generó una población muy
grande de inmigrantes. Durante mucho tiempo el gobierno fue de
socialdemócratas y socialcristianos conjuntamente, y la única oposición
era el partido llamado Liberal, de extrema derecha, que se aprovechó del
temor popular a la llegada masiva de inmigrantes.
�Pero en el resto de Europa, ¿no hay también brotes xenófobos como
reacción a este proceso migratorio?
�En Europa hay que estar siempre vigilantes, y esto de Austria es muy
grave por cierto, pero la inmensa mayoría de los europeos se opone a ese
tipo de posiciones. Puede haber grupos concretos donde estos sentimientos
aparezcan, como sucedió ahora en España, en Almería, donde una chica
fue asesinada por un nordafricano y se produjo un brote muy fuerte de los
vecinos contra otros inmigrantes, e incluso se han enfrentado con las
fuerzas del gobierno. Pero los valores dominantes son totalmente los
contrarios. En Gran Bretaña hay cuatro millones de inmigrantes de países
de raza negra y en Francia hay unos cuatro millones de nordafricanos,
magrebíes en su mayoría, en Alemania hay varios millones de turcos...
�¿Las sociedades europeas tienen capacidad para asimilar esta ola
migratoria?
�Tiene que ser así porque es el mundo del futuro. Europa tiene cierto
retraso respecto de América, y en especial con los Estados Unidos, en el
camino a concebirse a sí mismas como sociedades multirraciales.
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