Por Carlos Polimeni
Los
dúos del rock nacieron en el apogeo del poder de la flor, en los �60, y
llegaron a la Argentina en un modelo patentado por Simon & Garfunkel.
Todos con un compositor principal y al lado un cantante, los dúos, que
hoy parecen una antigualla, tuvieron un período de esplendor, aunque
usted no lo crea. A comienzos de los �70, aquello que llamaban �el
movimiento del rock nacional� tenía por lo menos cinco más o menos
importantes, marcadamente diferentes entre sí: Sui Generis, Pedro y
Pablo, Vivencia, Pastoral, Miguel y Eugenio. Luego transitaría ese mismo
camino, cuando ya todo era distinto, el dúo Fantasía. A su modo, todos
escribieron un pedacito de la historia, aunque está claro que sólo Sui
Generis y Pedro y Pablo se ganaron capítulos propios en una hipotética
reseña de los hitos. Sui Generis, porque incubaba el talento de Charly
García, ha sido lo suficientemente ensalzado y se respetan aún sus
pifies y desafinaciones. Pero no pasa lo mismo con Pedro y Pablo, cuya
importancia en la historia parece haber sido devaluada por una mezcla de
factores, en que se destacan, tanto como el paso del tiempo, una especie
de venganza política. La reedición en compacto del disco maldito del
dúo, el mítico Conesa, ayuda un poco a compensar el interesado olvido
del aporte del grupo a que hoy el rock sea parte de la cultura de masas.
En principio, bien vale recordar que Conesa es un disco original de 1972,
un año turbulento de la historia argentina �terminaba la dictadura
militar 1966-1973, recrudecía la lucha armada, Juan Domingo Perón
llevaba 17 años exiliado�, en que el rock hecho en la Argentina estaba
terminando la niñez, su edad de la inocencia, y entrando en un período
tormentoso, electrificado. En 1972, entre otros, aparecieron Vida, el
primer disco de Sui Generis; Desatormentándonos, de Pescado Rabioso; la
ópera rock Sudamérica o el regreso de la aurora, de Arco Iris;
Acusticazo, que marcaba el debut discográfico de León Gieco; Jeremías,
pies de plomo, de Vox Dei; Tontos, de La Pesada del Rock and Roll;
Aquelarre (primero del grupo homónimo); Coplas de mi país, de Piero;
Octubre, mes de cambios, de Roque Narvaja; y Pappo�s Blues, volumen 2.
En ese momento, una cosa estaba clara y era que Conesa, Coplas de mi país
y Octubre, mes de cambios parecían en sintonía ideológica con buena
parte de aquellos que, con medios y estructuras diferentes, estaban en la
vanguardia de la lucha contra el gobierno militar. Los responsables
tenían conexión entre sí: de hecho, Narvaja canta algunos temas de
Conesa. La politización les trajo problemas graves a Miguel �Pedro�
Cantilo, Jorge �Pablo� Durietz, Piero y Narvaja, dentro y fuera del
gueto del rock. De hecho, después de la primavera democrática de 1973,
todos comenzarían a ser perseguidos por las fuerzas de ultraderecha y
1976 los encontraría exiliados en España. Y ya nada sería igual en sus
carreras.
Narvaja dejó para siempre el rock en España, se abocó al terreno de las
baladas y terminó adhiriendo políticamente... al desarrollismo. Piero
volvió al país antes de la guerra por Malvinas hecho un profeta de la
mansedumbre y acaba de ser funcionario de Duhalde. El dúo Pedro y Pablo,
por su parte, retornó a las lides también cuando el Proceso tambaleaba.
Cantilo venía de una experiencia con el grupo Punch, a cuyo frente,
moderno para entonces, había regresado al país, cuando la represión
cedía. Sin embargo, pese a una sucesión de trabajos discográficos
considerables y de éxitos de temas como �La gente del futuro�,
lentamente la estrella del líder del dúo fue apagándose. Acaso porque
la generación que pudo haber sido su público permanente estaba en otra,
o le daba vergüenza reconocer en Cantilo a uno de los letristas más
importantes de los que el primer rock proyectó hacia adelante. Ya en el
primer disco del dúo, de 1970, temas como �La marcha de la bronca�,
�Los perros homicidas� y �Dónde va la gente cuando llueve�, luego
clásicos de clásicos, habían dejado claro que allí había una voz a
considerar, personal y potente. Conesa, que estuvo prohibido durante toda
la dictadura 1976-1983 y ya había merecido una edición anterior en
compacto (de BMG, 1994, bastante inferior en calidad a esta nueva, de
Random, que recupera el catálogo original del sello Trova), tiene apenas
nueve temas. Pero algunos de ellos son notoriamente buenos y sintomáticos
de un tiempo irrepetible: �Padre Francisco� (un homenaje al cura
Carlos Mugica y a los sacerdotes tercermundistas), �Apremios ilegales�
(la primera canción argentina sobre la tortura), �El alba del estío�
(una adaptación de Durietz del poema Alba, de Rimbaud) y �Catalina
Bahía� (que un sector joven del público conoció en la versión que
Andrés Calamaro incluyó como coda de su Alta suciedad). Aunque parezca
mentira, durante mucho tiempo fue subversivo que Cantilo dijese en la
letra de �Catalina Bahía�: �Labio sobre labio sobre labio/ y la
península mía/ beso contra beso contra beso/ y tu bahía�. La
Argentina era un país que atrasaba.
El nombre de este disco homenajea a una calle de Belgrano donde estaba la
casa en la que el dúo, sus familias y un grupo de músicos y artesanos
que los rodeaban vivían en comunidad, en una época en que las calles
eran peligrosas para la gente de pelo largo y polleras hindúes. De allí
se fueron a vivir a una comunidad de El Bolsón, cumpliendo con el sueño
hippie de dejar atrás la gran ciudad y sus paranoias. La historia era
todavía una cosa que estaba por hacerse, para el siglo XXI faltaba una
eternidad, y parecía que Perón volvería de un momento a otro.
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