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OPINION
Estrategia eclesiástica

Por Washington Uranga

Hace un mes, cuando los dirigentes de la CGT y el MTA forzaron una reunión con el presidente del Episcopado, Estanislao Karlic y con el vicepresidente segundo del organismo, el arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, desde las filas eclesiásticas partieron signos inequívocos de que los obispos no estaban dispuestos a apadrinar la postura de los sindicalistas contraria a la reforma laboral, pero tampoco a respaldar otras posiciones en juego. El ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, recibió una respuesta similar cuando intentó que la Iglesia hiciera algún gesto para contener la protesta originada en el sindicalismo.
En todos los casos la actitud de los obispos fue la de permanecer abiertos al diálogo, acoger las inquietudes de todos pero, al mismo tiempo, construir una mesa amplia tanto en cuanto a los interlocutores que deberían ser convocados a la misma como a los temas a ser incluidos en la agenda.
En todo caso el tema salió de la órbita de la presidencia de la CEA para pasar al ámbito de Pastoral Social, la comisión que la Iglesia encarga de manera específica de estos temas y que está presidida por el arzobispo emérito de Córdoba, cardenal Raúl Primatesta.
El cardenal cordobés es conocido por su capacidad como negociador y por su convicción en el sentido de que la Iglesia tiene que apuntalar procesos de diálogo y de negociación, ofreciéndose ella misma como espacio y garante de la negociación y el diálogo entre las partes. Pero a su vez Primatesta quiere encaminarse a objetivos de mediano y largo plazo, apuntando hacia propósitos de concertación social de nivel más duradero y eludiendo por todos los medios entrar en el debate específico de ésta o aquélla política o, en el caso coyuntural, de cuestiones tan urticantes como la reforma laboral. Si el tema queda incluido tendrá que ser en el marco de una discusión más amplia sobre la concertación social.
Así planteadas las cosas, el diálogo de ayer en San Rafael se encuadró en ese contexto y por el mismo motivo no superó el terreno de las consideraciones generales. El cardenal Primatesta fue anfitrión del gobierno, de los empresarios y de representantes sindicales, aunque entre estos últimos no estuvieron los actuales dirigentes de la CGT. La generación del encuentro también tuvo el estilo del cardenal cordobés, caracterizado por el sigilo, el bajo perfil y las conversaciones en privado eligiendo a cada uno de los interlocutores de acuerdo a su conveniencia o su propio análisis del cuadro de situación. Tan personal que ni siquiera todos los obispos de Pastoral Social estuvieron informados de la reunión con anticipación.

 

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