En un método inusual para un diplomático, el ex
embajador en Austria reivindicó por solicitada su cable a la
Cancillería minimizando el fenómeno Haider y calificando al neonazi
austríaco como �un demócrata�.
El embajador Juan Carlos Kreckler
reincidió en el oficio que mejor domina: informar con sutileza.
Hasta ahora se conocían sus dotes como analista solo a través de un
cable reservado que el embajador envió a la Cancillería el 6 de
octubre pasado. Al comentar el fenómeno Haider, decía que era una
simple exageración de la prensa. Había tomado fuera de contexto las
afirmaciones del líder de la ultraderecha austríaca.
Ayer Kreckler se comunicó con los argentinos a través de una
solicitada en la página 3 de La Nación. Es una suerte que lo haya
hecho, porque antes no quiso atender a este diario cuando aún era
embajador. Ante cada llamado, una empleada de la residencia respondió
que el embajador no estaba, que había salido, que cenaba afuera, que
estaba ocupado, que ya descansaba, que no podía molestarlo.
De todos modos, lo suyo es la expresión escrita.
Dice Kreckler en la solicitada: �El diario Página/12 tergiversó
intencionalmente información que volqué en un cable reservado del
mes de octubre de 1999 referida a la situación política austríaca�.
En realidad, en la edición del 11 de febrero último el periodista
Fernando Cibeira se limitó a informar con prolijísima exactitud
sobre los términos del cable reservado cuya existencia Kreckler
admite. El cable decía que �Haider no es un político extremista ni
neonazi� y Cibeira lo consignó. El cable opinaba que �Haider es
un demócrata� y la nota lo tomaba en cuenta. Según el cable, �la
propaganda en su contra (de Haider) se basa, principalmente, en un
comentario (tomado, por otra parte, fuera de contexto) en la que
Haider elogió la política de empleo del nacionalsocialismo en
Alemania. Dicha frase �recordaba correctamente Kreckler� fue
emitida en 1991 y le costó la gobernación en Carintia, que ejercía
desde 1989�. El artículo reproducía este análisis del embajador.
Kreckler afirmaba que �la prensa exagera enormemente el �fenómeno
Haider�, atribuyéndole un extremismo que no tiene�. Cibeira
citaba ese párrafo.
El mismo día el editor internacional Claudio Uriarte aportó sobre
Haider más datos que el módico cable informativo de Kreckler. Uno de
ellos: �En cuanto a que desde marzo de 1999, en que asumió como
gobernador de Carintia, no adoptó decisiones controvertidas, la
verdad es que sí lo hizo. Por ejemplo, extendió un subsidio mensual
de unos 500 euros (alrededor de 500 dólares) a las familias
austríacas puras que tuvieran dos hijos (en lo que se conoció como
�el cheque de los bebés�) y propuso restringir a una cuota fija
la participación de niños no austríacos en las aulas escolares de
su provincia�. Otro dato más: �La presunta propaganda en contra
de Haider no se basa solamente en su elogio de 1991 (sacado o no fuera
de contexto) a las políticas de empleo de la Alemania nazi. En 1990,
ya había sostenido que �apreciaba� las batallas que habían
librado los oficiales de las SS en �su lucha por la libertad y la
democracia en Europa�. Uriarte informó también que Haider llamó
�campos de castigo� a los mismos campos de exterminio que ahora
siente premura por visitar. Y recordó que el ministro propuesto por
Haider para Defensa, Himlar Kabas, era �el responsable del uso en la
campaña del partido de Haider del término uberfremdung
(sobreextranjerización) acuñado por Joseph Goebbels�. Dice
Kreckler en la solicitada que en su cable mencionó �interpretaciones
extraídas de distintas fuentes de Austria, particularmente de Simon
Wiesenthal, máximo perseguidor del nazismo y autoridad mundial en la
materia que inclusive fue reproducida por la prensa argentina: �Haider
es un demagogo, un populista de derecha, no un nazi. Se
sobredimensiona el riesgo que implica para la democracia en Austria��.
La verdad es que el cable no menciona ninguna fuente. Ni un diario, ni
un político, ni un analista. Y tampoco a Wiesenthal. ¿Kreckler fue
tan discreto por temor a futuras filtraciones? En tal caso, es
difícil imaginar cómo pudo cumplir con su obligación, que él mismo
explica así enla solicitada: �Mi deber como embajador de la
República consiste en dar a la superioridad la información que surge
de los medios influyentes en mi sede, así como la de los medios
diplomáticos que, al momento de redactar el cable, eran coincidentes�.
La prensa, está claro, queda excluida. Siempre exagera. Un ejemplo
son los diarios del 2 de octubre, un día antes de las elecciones
austríacas. Escribió la corresponsal de The Guardian en Viena, Kate
Connolly: �Joerg Haider, el ultraderechista más exitoso de toda
Europa, notorio por sus elogios a las políticas de Adolf Hitler,
está posicionado para asegurarse un lugar en el gobierno de Austria
después de las elecciones nacionales de mañana�. Connolly
informaba que en solo 13 años de existencia el Partido de la Libertad
de Haider rompería la alianza de socialistas y conservadores para
forzar un gobierno conservador-neonazi, cosa que terminó ocurriendo
hace dos semanas. O sea, un fenómeno político que, al parecer,
escapó esos mismos días al fino olfato de Kreckler.
Concluye el embajador en la solicitada, antes de amenazar con acciones
judiciales por supuesta difamación: �Es pues, absolutamente
agraviante y calumnioso suponer que el cumplimiento de ese deber
profesional implique cualquier tipo de simpatía o identificación
ideológica con fuerzas totalitarias�.
Los periodistas de Página/12 en ningún momento relacionaron la
ideología de Kreckler con el totalitarismo, y no porque el embajador
sea totalitario o deje de serlo sino por otros dos motivos más
concretos:
u Ninguno de los diplomáticos consultados por este diario describió
a Kreckler precisamente como un apasionado por la política, nacional
o internacional.
u Los artículos consignaron, más bien, la magra precisión
informativa del cable reservado y ni siquiera magnificaron que el
cable se permite una opinión abierta cuando califica a Haider de �demócrata�
(lo cual suena a elogio, no a descripción) y otra opinión abierta
sobre la prensa que exagera sin dar cuenta de las razones para
afirmarlo.
Una columna de opinión publicada el 12 de febrero con el título �Ni
Kreckler ni Haider� remarcaba lo siguiente: �Si el embajador, al
final, se queda sin Viena, a Adalberto Rodríguez Giavarini le
quedará pendiente una tarea interna: demostrar que Kreckler no fue
castigado por razones ideológicas sino profesionales. En otras
palabras, que no hay problema cuando se es simpatizante de Menem o se
tiene una visión conservadora del mundo. El problema surge cuando una
visión light de las cosas produce un cable como el que reprodujo este
diario, superficial, poco perceptivo y sin preocupación por describir
una realidad compleja�.
�Ni mi trayectoria personal, ni mi carrera profesional, ni la
Cancillería argentina merecen los agravios del sensacionalismo�,
cierra Kreckler su solicitada.
De su trayectoria personal y su carrera profesional el diario dijo
poco, porque había poco interesante que informar a los lectores: que
fue cónsul en Miami y director de Ceremonial en tiempos de Menem,
antes de ocupar la embajada en Austria. En cuanto a la Cancillería,
fue el propio ministro quien impulsó el comunicado que el viernes a
la noche subrayó el respeto a los derechos humanos como un valor
universal, es decir superior a los Estados, incluido el Estado
austríaco, y el que pidió a Fernando de la Rúa el decreto que
trasladó a Kreckler a Buenos Aires con la idea de que no retornara a
Viena.
Como diría Groucho Marx, he leído una solicitada maravillosa, pero
no ha sido ésta.
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