Por Washington Uranga
El
Vaticano, la ciudad-estado que opera los intereses políticos de la
Iglesia Católica, produjo en las últimas horas dos hechos
significativos, de distinta magnitud en cuanto a su trascendencia pero
ambos importantes: el acuerdo con el Estado Palestino y la entrevista en
Roma con una delegación de las FARC colombianas. Después de otro
encuentro entre Juan Pablo II y Yasser Arafat (es la séptima vez que se
reúnen ambos dirigentes desde 1982), la Autoridad Nacional Palestina y la
Santa Sede suscribieron un acuerdo que implica el reconocimiento
eclesiástico del Estado Palestino. El hecho es parte de la política de
equilibrio que mantiene el Vaticano: en 1997 había firmado otro tratado
histórico con Israel. La relación entre los palestinos y el Vaticano ha
sido históricamente buena, a tal punto que más de una vez movió a la
desconfianza de las autoridades de Israel.
En su acuerdo con los palestinos el Vaticano incluyó un cuestión muy
central para sus propios intereses: la demanda de un �estatuto especial�
para Jerusalén. La Santa Sede exige, tanto de palestinos como de
israelíes, la �internacionalización� de Jerusalén como una forma de
garantizar sus propios lugares de culto y, sostiene, asegurar el derecho
de todas las religiones sobre esa ciudad que encierra referencias
religiosas para judíos, cristianos y musulmanes. Israel, que proclamó a
Jerusalén como su capital y que considera indivisible su territorio
(desconociendo la fórmula de �cuerpo separado� adoptada por Naciones
Unidas en 1947), reaccionó de inmediato pidiendo explicaciones. Pero la
jugada vaticana no apunta sólo hacia Israel, sino que está dirigida
también contra los fundamentalistas islámicos que, a su vez, piden que
la ciudad sea exclusivamente musulmana. Juan Pablo II peregrinará este
año a Tierra Santa. Irá a Jerusalén y Nazaret, en Israel, a Belén en
Palestina, y a Monte Nevo y Amman en Jordania. Además del sentido
religioso de su peregrinación la intención de Juan Pablo II es aumentar
la influencia de la Iglesia Católica en apoyo a los acuerdos de paz en la
región. Y, obviamente, obtener una ventaja adicional para la Iglesia.
En otro frente que por el momento adquiere menos trascendencia pública,
pero que se inscribe también en la política de mediación vaticana en
Roma fueron recibidos Raúl Reyes, virtual canciller de la guerrilla
comunista colombiana de las FARC, y el Comisionado para la Paz del
gobierno colombiano, Víctor Ricardo. En la producción de la entrevista
se descuenta el papel clave jugado por el cardenal colombiano Darío
Castrillón Hoyos, uno de los hombres más encumbrados en la estructura
vaticana y con muchos antecedentes de mediación política.
En medio de conflictos y mediaciones, el Vaticano traza su propia
política y busca sus propios dividendos.
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