Aprendí
de mi abuelo Antonio, mallorquín y zapatero, que había ocho horas
para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para �vivir la
vida�. Me lo repetía mientras sacaba uno a uno los clavitos de su
boca y los enterraba en la media suela de algún zapato que había que
arreglar.
La Argentina actual combina un alto nivel de desempleo con ocupados
que dedican casi doce horas diarias a su trabajo, producto de la
llamada flexibilización laboral. En las empresas privadas
registradas, sin contar el trabajo en negro y el sector informal de la
economía, el promedio anual de horas trabajadas es de 2200, lo cual
representa 9 horas y 20 minutos diarias. La tendencia va en aumento y
las horas trabajadas se incrementaron entre 1998 y 1999.
La ausencia de trabajo produce una exclusión con consecuencias que
exceden lo económico. Las jornadas extensas, la falta de descanso
semanal suficiente y el trabajo ininterrumpido �que no repara en
feriados ni fines de semana� no dejan espacio para la vida,
provocando una exclusión también indeseable.
Levantar la bandera de la jornada de los �viejos tiempos�,
promover -como propone el vicepresidente� una campaña nacional para
hacer cumplir la jornada laboral de 48 horas, no es un retroceso. El
Parlamento francés votó una ley que establece, a partir de este
año, la reducción de la jornada a 35 horas semanales sin
disminución del salario. No es cierto, como afirma Ambito Financiero,
que esta política del gobierno socialista de Lionel Jospin está en
crisis, porque recién ha comenzado a implementarse a partir de
febrero.
Nadie sostiene que la defensa de la jornada de 48 horas semanales sea
la medida milagrosa (que por cierto no existe) para crear empleo. Sí
es una alternativa real, en el corto y mediano plazo, para repartir
empleo acotando los índices de desocupación y a la vez, que el
tiempo de trabajo se corresponda con una mejor calidad de vida. Un
camino entre muchos que deberá explorarse para convivir con el
desempleo mientras luchamos por desterrarlo.
Un estudio de 1998 determinó que en tareas de tiempo completo el
promedio argentino es de 51 horas semanales, por sobre Holanda (31,7
horas) y España (39 horas) como era de esperar, pero también
superior a las jornadas promedio de Corea (49 horas), Singapur (47
horas) y Hong Kong (45 horas).
Las utopías siempre existen, lo que sucede es que cambian muchas
veces a la par que el escenario. Parece casi imposible que hoy sea
necesario luchar para recuperar lo que mi abuelo inmigrante daba por
conquistado. El tampoco imaginaría que una utopía muy nuestra en
este comienzo de siglo es tener un trabajo.
Nos encantaría encontrarnos de pronto con la Argentina donde todos
estemos incluidos, como si la vida del país formara parte de un
relato mágico. No es así, sabemos que tendremos que construirla a
partir de pequeñas conquistas, nosotros, tan acostumbrados a creer
que una única y global confrontación definiría la historia.
* Legislador porteño por el
Frepaso-Alianza. |