Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

OPINION

Chispas sobre la nafta

Por Raúl Dellatorre

Semana curiosa la que pasó el equipo económico. Apenas había comenzado a sentirle el gusto a los acuerdos con la oposición para habilitar la aprobación de las leyes que consideraba fundamentales para ordenar su flamante gestión. José Luis Machinea creía estar entrando en la etapa de las medidas para promover la producción, dejando atrás la de las antipáticas medidas del ajuste. Pero imprevistos frentes de tormenta se abrieron en el horizonte. En una poco amable visita, la representación comercial de Estados Unidos se dedicó a diseminar amenazas contra el Gobierno si se dispone a impulsar una ley de patentes que ampare a los laboratorios locales. En tanto, las empresas petroleras le hicieron saber que no tendrán la misma predisposición de las telefónicas o los concesionarios de rutas por peaje para bajar costos. Por el contrario, ratificaron que aumentarán los combustibles tantas veces como lo consideren necesario, en virtud de factores externos. Y si les imponen regulaciones, amenazan hacer arder Troya. O retirar inversiones, que es como si fuera lo mismo.

  Endulzado por la exitosa experiencia de Nicolás Gallo, ministro de Infraestructura, al negociar bajas de tarifas con las telefónicas y los concesionarios viales, la conducción económica se lanzó a buscar el consenso de las tres petroleras que manejan el mercado (Repsol-YPF, Esso y Shell) para bajar los precios de los combustibles, localmente en uno de los escalones más altos del mundo. La respuesta fue un desplante, y la ratificación de su absoluta independencia respecto de las políticas oficiales y sus pretensiones de bajar los costos de producción.

  Pese al desencanto, la Secretaría de Energía intentó recomponer su imagen adjudicándose el éxito de haber llevado a Repsol-YPF a retrotraer los precios el jueves último, a menos de 24 horas de haber resuelto un inoportuno aumento. Pero, en verdad, fueron otras las presiones que debió afrontar la empresa española y que la llevaron a modificar su primera decisión.

  La independencia de las políticas oficiales que las empresas extranjeras esgrimen en la Argentina no es tal en sus países de origen. Repsol, como las demás petroleras poderosas del Viejo Continente, había sido advertida por las autoridades de la Unión Europea de que no se le admitiría trasladar a los consumidores de combustibles el aumento del crudo internacional. La preocupación, como en el resto del mundo, es que el aumento de costos frene la tendencia al crecimiento de la economía.

  La impuesta mesura en su política de precios en Europa fue compensada por Repsol con aumentos en un mercado donde no enfrenta controles y opera en condiciones monopólicas, como el argentino. Así, en los últimos seis meses incrementó los valores locales de la nafta súper en un 17 por ciento y el gasoil en un 24. Un "colchón" de ganancias suficiente como para compensar resultados no obtenidos en otros mercados. Sin embargo, la insistencia en esta política de ajustes periódicos amenazaba esta semana en convertirse en un conflicto público. Advertido de la inconveniencia de sentar ese precedente internacional frente a las autoridades europeas --que también supervisan sus operaciones mundiales--, finalmente desistió. Lo que no acepta la petrolera española es "regalarle" el mérito al gobierno argentino ni dejar el antecedente de que cede a presiones oficiales.   

  Desarmada, la secretaría que dirige Daniel Montamat --aun en ausencia de éste, de vacaciones en el sur-- desplegó su receta para "ordenar" el mercado: impulsar la competencia de los combustibles importados sobre la oferta local. Repitió, así, los mismos argumentos esgrimidos en los últimos años por sus dos antecesores, Alfredo Mirkin y César MacKarthy, sin reconocer el pecado de origen: la desregulación del mercado petrolero y de combustibles de principios de la década, sin haber tomado en cuenta que no es un mercado en competencia sino que opera en condiciones monopólicas. Situación que les da a las tres empresas dominantes, además, el control de instalaciones de almacenaje portuarias, ductos y sistema de transporte terrestre, y sobre las estaciones de servicio. El combustible importado se vería, así, imposibilitado de llegar al consumidor sin la anuencia de las "tres grandes".

  "El argumento de la competencia importada es una falacia gatopardista, esgrimida para que todo siga como hasta ahora", disparan desde los ámbitos técnicos de las dos fuerzas mayoritarias, englobando en la crítica a los dos últimos titulares de Energía menemistas y al actual. Y de paso, lanzan un interrogante envenenado: ¿por qué, si los combustibles son un servicio público, Energía no quedó en el ámbito de Infraestructura? El dardo apunta a cuestionar la virtual bicefalía que padece hoy Energía, con un secretario que responde al jefe de Gabinete pero depende funcionalmente del ministro de Economía. Y a la vez, la propuesta esconde un reconocimiento a la mejor cintura de Gallo para negociar que la que le adjudican a Terragno y Machinea.

 

 

PRINCIPAL