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UNA MAYORIA DE JOVENES SE VOLCO A VOTAR CONTRA EL FUNDAMENTALISMO
Revolución política en las urnas iraníes

¿La perestroika soviética? ¿El fin del apartheid en Sudáfrica? Las comparaciones tientan, pero no es así: ayer fue un proceso electoral masivo, encabezado por los jóvenes, el que empezó a derrumbar a la teocracia iraní. 

Mujeres iraníes votan ayer por el cambio en la mezquita de Fajarabad en el sur de Teherán

El País 
de Madrid
 

Por Angeles Espinosa 
Enviada especial a Teherán

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Millones de iraníes de ambos sexos hicieron cola ayer en colegios, mezquitas y otros centros electorales para elegir un nuevo Parlamento (290 escaños) y respaldar la política reformista de su presidente, Mohamed Jatamí. La masiva asistencia a las urnas (más de un 75 por ciento, según datos del Ministerio del Interior, una de las mayores en la historia de la revolución islámica, ocurrida en 1979) puede traducirse en un triunfo de los candidatos reformistas, aunque los resultados definitivos y oficiales no se conocerán hasta la próxima semana debido al complejo sistema electoral del país.

  Jatamí, cuyo programa de reformas se ha visto frenado en los últimos meses por la mayoría conservadora en la Asamblea legislativa saliente, prometió, tras depositar su voto, "acelerar el camino para un futuro mejor". Como el resto de los ciudadanos, Jatamí entregó su carnet de identidad (una libreta parecida a un pasaporte) al presidente de la mesa electoral, quien, tras ponerle el correspondiente sello y hacerle marcar su huella dactilar en el registro, le entregó la papeleta. El presidente tardó casi un cuarto de hora en escribir a mano los nombres de sus 30 candidatos para el distrito de Teherán y, como la mayoría de los votantes, se ayudó de una especie de "machete". Después de depositar su voto, se dirigió a los periodistas para solicitar la participación de los ciudadanos y prometió aumentar el ritmo de las reformas.

  Eran las 11.30 y una larga cola de vecinos del barrio de Yamarán aguardaba su turno para votar en ese mismo colegio electoral, un lugar simbólico junto a la casa del fallecido imam Jomeini, desde donde éste acostumbraba a pronunciar sus discursos. Poco antes habían cumplido con el ritual el líder espiritual, Alí Jamenei, y el tercer hombre más influyente de Irán, Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní, que concurría como candidato en varias listas. El mismo entusiasmo de Yamarán se repetía en otras mesas electorales de Teherán y, a juzgar por las imágenes de la televisión local, igual sucedía en el resto del país.

  Dado que el recuento de los votos se realiza de forma manual y los resultados no estarán listos hasta dentro de una semana, el nivel de participación resultaba crucial para tener una primera estimación de lo que podía suceder en el reparto de los escaños. El propio Jatamí lo había reconocido dos días antes, cuando, en su mensaje a la nación, pidió que se votara "para poder cumplir las promesas" de 1997. Su victoria en aquella fecha, y en medio de una ola de entusiasmo popular, se produjo con el 89,28 por ciento de participación, batiendo todos los records de la historia de la República Islámica, donde desde la revolución, en 1979, existe una trayectoria con altos índices de asistencia a las urnas.

  En las últimas legislativas, en 1996, votó el 71 por ciento del censo (el 56 por ciento en la capital). Ahora, según los datos dados a conocer por el Ministerio de Interior, la participación superará esta vez el 75 por ciento, lo que representa una cifra alta, sin precedentes. Este fervor, según todos los analistas, beneficia a los candidatos de Jatamí.

"En las pasadas elecciones elegimos a Jatamí y ahora queremos protegerlo para que pueda continuar sus reformas", declaraba Kamiar, de 22 años, mientras esperaba para votar en el colegio Razie. Este estudiante de Medicina, que reflejaba el sentir de muchos iraníes, no escondía sus simpatías por el Frente de Participación de Irán Islámico, el grupo reformista que encabeza el hermano del presidente, Reza Jatamí. Kamiar se mostraba no obstante realista. "Sabemos que no vamos a conseguir todo lo que queremos, pero tenemos esperanzas", decía con el asentimiento de varios amigos. Todos llevaban folletos, volantes o recortes de periódico con los nombres de los candidatos a los que iban a dar su voto, ya que tenían que escribir sus nombres, uno por uno, en la papeleta. La abrumadora mayoría de los entrevistados utilizaba como "machete" la lista del Frente o la publicada por nueve periódicos reformistas que consensuaron una ligeramente diferente. Algunos habían elaborado su propia combinación, ya que el sistema iraní se basa en la elección de individuos y no de partidos.

  "Voto para que los diputados mejoren la situación social del país", explicaba un ama de casa de 45 años que se quejaba de la inflación y los problemas de vivienda para los jóvenes. Esta mujer no consideró que fuera complicado preparar el voto. Sin embargo, sólo para copiar los 30 nombres del "machete", una joven titulada superior tardó cinco minutos largos y eso que no se entretuvo en marcar los códigos numéricos para el recuento electrónico.

  El Consejo de Vigilancia, un órgano legislativo paralelo que los reformistas quieren suprimir, prohibió dos días antes de las elecciones ese sistema automatizado que el Ministerio del Interior había anunciado para la capital. En el patio de la Facultad de Idiomas de la Universidad de Azad, los responsables del colegio electoral allí instalado habían sacado dos docenas de sillas con pupitre para que los electores pudieran rellenar sus papeletas. Varios grupos de personas se dedicaban a la tarea intercambiando impresiones y sin preocuparse de la falta de confidencialidad de su elección (en ninguno de los colegios electorales visitados por esta enviada había cabinas que garantizaran el secreto del voto). Muchos reconocían haber pedido ayuda de amigos y familiares para respaldar "a los candidatos más favorables a Jatamí".

  Ni siquiera en los suburbios del sur era fácil detectar votantes de la lista conservadora. Allí, el "es el deber de todo musulmán" o el "lo hago por mi país" sustituían al deseo de mayor libertad y apertura abiertamente expresados entre los electores del norte de Teherán, donde se encuentran los barrios más acomodados de la capital iraní. Sin embargo, en Chahar-Dangeh, un municipio deprimido de las afueras donde en enero hubo algunas protestas, las sensibilidades estaban más a flor de piel. Uno de los supervisores del Consejo de Vigilancia impidió que esta enviada realizara entrevistas dentro del colegio electoral. Tanto en el norte como en el sur de Teherán llamaba la atención que aparecieran rasgados la mayoría de los carteles electorales de los Servidores de la Construcción, un grupo reformista moderado que a pesar de respaldar a Jatamí ha presentado a Rafsanyaní como cabeza de lista.

  Por lo demás, la jornada electoral transcurrió tranquila en todo el país y el horario de cierre de los colegios se amplió las dos horas que permite la ley, hasta las nueve de la noche.


DE LA EUFORIA AL DESENCANTO Y, AYER, A LA ESPERANZA
Qué piensan los ex jóvenes de 1979

Por A.E.
 
En 1979 hicieron la revolución; para 1995 estaban desencantados, y dos años más tarde recuperaron la ilusión con un hombre poco conocido fuera del país, pero que ya se había ganado el respeto de sus conciudadanos como ministro de Cultura, Mohamed Jatamí. Son los jóvenes radicales del despertar revolucionario que hoy constituyen la avanzadilla política en defensa de las reformas.

  "Mi primer encuentro con la revolución se produjo mientras viajaba por Europa", cuenta una profesora universitaria de 34 años que desde adolescente se implicó en aquel gran cambio político que transformó su país en una república islámica. "Entonces no llevaba 'chador', explica cubierta de negro de la cabeza a los pies, sin maquillaje o una joya. Las matanzas de aquel 1979 impresionaron a la todavía niña que, de regreso a Irán, se implicó enseguida como voluntaria con la sección cultural de los Guardianes de la Revolución, la Fundación de los Mártires e incluso trabajó en la retaguardia de la guerra contra Irak. A los 16 años aceptó un matrimonio arreglado por un clérigo. "Sí, fue arriesgado --admite--; conozco matrimonios como el mío que no salieron bien, pero yo tuve suerte." De todas formas, hoy no desearía el mismo tipo de boda para su hija.

  Pero entonces ni siquiera el amor era importante para ella. "Nuestro objetivo era la religión y la libertad", recuerda. ¿Lo consiguieron? "Hoy, justo hoy, creo que sí, pero hace cuatro años no. Ahora me siento igual que el 11 de febrero de 1979", manifiesta sin ocultar su admiración por Jatamí. Luego hubo un momento, durante el segundo mandato de Alí Akbar Hachemí-Rafsanyaní, en que tuvo la sensación de que la revolución había fracasado. "Sentí la pérdida de los valores por los que había luchado." "Entonces prohibieron la música y ahora están orgullosos de invitar a cantantes y músicos a sus mitines políticos", denunciaba un diario estos días. "Lo más importante es con quién estás, no lo que suena", arguye con dulzura, mientras de fondo suena la música de un piano, una novedad reciente en los hoteles y restaurantes de Teherán. Pero las reformas que esta mujer apoya tienen un marco preciso: relaciones con Estados Unidos, antenas parabólicas o turismo, sólo "en la medida en que no nos dañe".

No le parecería bien que se eximiera de cubrirse la cabeza a las visitantes extranjeras. "A quienes se interesan por la civilización iraní, no les molesta llevar pañuelo", dice, preocupada de que se interprete como una intransigencia.

 

CLAVES

Un 60 por ciento de la población iraní tiene menos de 25 años.

  De ellos, 20 millones (en un país con 63 millones de habitantes) estuvieron habilitados para votar ayer.

  Eso explica el seguro triunfo reformista, que busca inversiones occidentales y se opone a los rígidos principios teocráticos impuestos por la Revolución Islámica en 1979.

 Desde el punto de vista internacional, el vuelco puede cambiar al mundo: Irán fue señalado reiteradas veces como la principal fuente de alimentación del terrorismo fundamentalista islámico, ejemplificado en las voladuras de la Embajada de Israel y la AMIA en la Argentina y las acciones terroristas contra el proceso de paz en Medio Oriente.

QOM, SEDE RELIGIOSA DE LA TEOCRACIA ISLAMICA
Votando en Ciudad Ayatola

Por A.E.
Desde Qom
Qom es el centro teológico de Irán, la sede del Seminario, una especie de Vaticano de la rama chiíta del Islam. De allí surgen las orientaciones que guían a los chiítas de todo el mundo y, entre ellas, algunas interpretaciones del Islam que, como la que motivó la prohibición de las antenas parabólicas, sorprenden al resto del planeta.

  En esta ciudad inundada de clérigos, también hay carteles electorales y se repartieron volantes de los candidatos en los semáforos. Hay 73 aspirantes para 3 escaños. Pero frente al conservadorismo extremo que se pudiera anticipar, el voto del clero también se encuentra dividido. "Es cierto que los grupos de derecha tienen más predicamento entre los clérigos, pero la izquierda también está liderada por un clérigo", explica a este diario el hoyatoleslam Aghamirí, director del Centro de Información Universal Aalul Bayt. Aghamirí, que en su tarjeta de visita incluye una dirección de correo electrónico, no reveló a quién iba a votar ayer, aunque de sus palabras se desprendió que sus simpatías personales estaban con Jatamí. "Este régimen es una mezcla de religión y política", explicó ante la mirada atenta de uno de sus colaboradores, el hoyatoleslam Amirabadí. "Para nosotros el Islam es una forma de unirnos al mundo en nuestros propios términos", añadió este último. Aunque muestran algunas discrepancias políticas, ambos defienden la libertad de elección. "El papel del clérigo es de modelo y guía para los ciudadanos", explica Aghamirí. "Tal como dijo Jomeini, 'la última palabra la tiene el pueblo", concluye Amirabadí.

  Unas calles más allá, en la Asamblea Mundial Aalul Bayt, el hoyatoleslam Mohsén Rabbaní fue más lejos y subrayó la necesidad de que la sociedad sea liderada por el clero. "En el referéndum que aprobó la República Islámica, el 98 por ciento de los ciudadanos aceptaron el 'velayat-e faguih' (liderazgo del jurisconsulto)", justificó en un castellano con ligero acento sudamericano. Este aspecto, el de la existencia de un guía religioso o líder supremo con competencias políticas por encima de la figura del presidente elegido directamente por el pueblo, constituye el eje de la doctrina de los conservadores iraníes. A la pregunta de si la democracia es compatible con el Islam, Rabbaní respondió: "Depende de lo que entendamos por democracia, si se trata de la participación del pueblo en su destino económico y político, Irán es un buen ejemplo. En 21 años de República Islámica hemos acudido a las urnas en 21 ocasiones con ésta".

 

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