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El
País Por
Angeles Espinosa Jatamí, cuyo programa de reformas se ha visto frenado en los últimos meses por la mayoría conservadora en la Asamblea legislativa saliente, prometió, tras depositar su voto, "acelerar el camino para un futuro mejor". Como el resto de los ciudadanos, Jatamí entregó su carnet de identidad (una libreta parecida a un pasaporte) al presidente de la mesa electoral, quien, tras ponerle el correspondiente sello y hacerle marcar su huella dactilar en el registro, le entregó la papeleta. El presidente tardó casi un cuarto de hora en escribir a mano los nombres de sus 30 candidatos para el distrito de Teherán y, como la mayoría de los votantes, se ayudó de una especie de "machete". Después de depositar su voto, se dirigió a los periodistas para solicitar la participación de los ciudadanos y prometió aumentar el ritmo de las reformas.
Eran las 11.30 y una larga cola
de vecinos del barrio de Yamarán aguardaba su turno para votar en ese
mismo colegio electoral, un lugar simbólico junto a la casa del fallecido
imam Jomeini, desde donde éste acostumbraba a pronunciar sus discursos.
Poco antes habían cumplido con el ritual el líder espiritual, Alí
Jamenei, y el tercer hombre más influyente de Irán, Alí Akbar Hachemí
Rafsanyaní, que concurría como candidato en varias listas. El mismo
entusiasmo de Yamarán se repetía en otras mesas electorales de Teherán
y, a juzgar por las imágenes de la televisión local, igual sucedía en
el resto del país.
Dado que el recuento de los
votos se realiza de forma manual y los resultados no estarán listos hasta
dentro de una semana, el nivel de participación resultaba crucial para
tener una primera estimación de lo que podía suceder en el reparto de
los escaños. El propio Jatamí lo había reconocido dos días antes,
cuando, en su mensaje a la nación, pidió que se votara "para poder
cumplir las promesas" de 1997. Su victoria en aquella fecha, y en
medio de una ola de entusiasmo popular, se produjo con el 89,28 por ciento
de participación, batiendo todos los records de la historia de la República
Islámica, donde desde la revolución, en 1979, existe una trayectoria con
altos índices de asistencia a las urnas.
En las últimas legislativas,
en 1996, votó el 71 por ciento del censo (el 56 por ciento en la
capital). Ahora, según los datos dados a conocer por el Ministerio de
Interior, la participación superará esta vez el 75 por ciento, lo que
representa una cifra alta, sin precedentes. Este fervor, según todos los
analistas, beneficia a los candidatos de Jatamí. "En
las pasadas elecciones elegimos a Jatamí y ahora queremos protegerlo para
que pueda continuar sus reformas", declaraba Kamiar, de 22 años,
mientras esperaba para votar en el
colegio Razie. Este estudiante de Medicina, que reflejaba el sentir de
muchos iraníes, no escondía sus simpatías por el Frente de Participación
de Irán Islámico, el grupo reformista que encabeza el hermano del
presidente, Reza Jatamí. Kamiar se mostraba no obstante realista.
"Sabemos que no vamos a conseguir todo lo que queremos, pero tenemos
esperanzas", decía con el asentimiento de varios amigos. Todos
llevaban folletos, volantes o recortes de periódico con los nombres de
los candidatos a los que iban a dar su voto, ya que tenían que escribir
sus nombres, uno por uno, en la papeleta. La abrumadora mayoría de los
entrevistados utilizaba como "machete" la lista del Frente o la
publicada por nueve periódicos reformistas que consensuaron una
ligeramente diferente. Algunos habían elaborado su propia combinación,
ya que el sistema iraní se basa en la elección de individuos y no de
partidos.
"Voto para que los
diputados mejoren la situación social del país", explicaba un ama
de casa de 45 años que se quejaba de la inflación y los problemas de
vivienda para los jóvenes. Esta mujer no consideró que fuera complicado
preparar el voto. Sin embargo, sólo para copiar los 30 nombres del
"machete", una joven titulada superior tardó cinco minutos
largos y eso que no se entretuvo en marcar los códigos numéricos para el
recuento electrónico.
El Consejo de Vigilancia, un órgano
legislativo paralelo que los reformistas quieren suprimir, prohibió dos días
antes de las elecciones ese sistema automatizado que el Ministerio del
Interior había anunciado para la capital. En el patio de la Facultad de
Idiomas de la Universidad de Azad, los responsables del colegio electoral
allí instalado habían sacado dos docenas de sillas con pupitre para que
los electores pudieran rellenar sus papeletas. Varios grupos de personas
se dedicaban a la tarea intercambiando impresiones y sin preocuparse de la
falta de confidencialidad de su elección (en ninguno de los colegios
electorales visitados por esta enviada había cabinas que garantizaran el
secreto del voto). Muchos reconocían haber pedido ayuda de amigos y
familiares para respaldar "a los candidatos más favorables a Jatamí".
Ni siquiera en los suburbios
del sur era fácil detectar votantes de la lista conservadora. Allí, el
"es el deber de todo musulmán" o el "lo hago por mi país"
sustituían al deseo de mayor libertad y apertura abiertamente expresados
entre los electores del norte de Teherán, donde se encuentran los barrios
más acomodados de la capital iraní. Sin embargo, en Chahar-Dangeh, un
municipio deprimido de las afueras donde en enero hubo algunas protestas,
las sensibilidades estaban más a flor de piel. Uno de los supervisores
del Consejo de Vigilancia impidió que esta enviada realizara entrevistas
dentro del colegio electoral. Tanto en el norte como en el sur de Teherán
llamaba la atención que aparecieran rasgados la mayoría de los carteles
electorales de los Servidores de la Construcción, un grupo reformista
moderado que a pesar de respaldar a Jatamí ha presentado a Rafsanyaní
como cabeza de lista.
Por lo demás, la jornada
electoral transcurrió tranquila en todo el país y el horario de cierre
de los colegios se amplió las dos horas que permite la ley, hasta las
nueve de la noche. DE
LA EUFORIA AL DESENCANTO Y, AYER, A LA ESPERANZA Por
A.E.
"Mi primer encuentro con la revolución se produjo mientras
viajaba por Europa", cuenta una profesora universitaria de 34 años
que desde adolescente se implicó en aquel gran cambio político que
transformó su país en una república islámica. "Entonces no
llevaba 'chador', explica cubierta de negro de la cabeza a los pies, sin
maquillaje o una joya. Las matanzas de aquel 1979 impresionaron a la
todavía niña que, de regreso a Irán, se implicó enseguida como
voluntaria con la sección cultural de los Guardianes de la Revolución,
la Fundación de los Mártires e incluso trabajó en la retaguardia de la
guerra contra Irak. A los 16 años aceptó un matrimonio arreglado por un
clérigo. "Sí, fue arriesgado --admite--; conozco matrimonios como
el mío que no salieron bien, pero yo tuve suerte." De todas formas,
hoy no desearía el mismo tipo de boda para su hija.
Pero entonces ni siquiera el amor era importante para ella.
"Nuestro objetivo era la religión y la libertad", recuerda.
¿Lo consiguieron? "Hoy, justo hoy, creo que sí, pero hace cuatro
años no. Ahora me siento igual que el 11 de febrero de 1979",
manifiesta sin ocultar su admiración por Jatamí. Luego hubo un momento,
durante el segundo mandato de Alí Akbar Hachemí-Rafsanyaní, en que tuvo
la sensación de que la revolución había fracasado. "Sentí la
pérdida de los valores por los que había luchado." "Entonces
prohibieron la música y ahora están orgullosos de invitar a cantantes y
músicos a sus mitines políticos", denunciaba un diario estos días.
"Lo más importante es con quién estás, no lo que suena",
arguye con dulzura, mientras de fondo suena la música de un piano, una
novedad reciente en los hoteles y restaurantes de Teherán. Pero las
reformas que esta mujer apoya tienen un marco preciso: relaciones con
Estados Unidos, antenas parabólicas o turismo, sólo "en la medida
en que no nos dañe". No le parecería bien que se eximiera de cubrirse la cabeza a las visitantes extranjeras. "A quienes se interesan por la civilización iraní, no les molesta llevar pañuelo", dice, preocupada de que se interprete como una intransigencia.
QOM, SEDE RELIGIOSA DE LA TEOCRACIA ISLAMICA Por
A.E.
En esta ciudad inundada de clérigos,
también hay carteles electorales y se repartieron volantes de los
candidatos en los semáforos. Hay 73 aspirantes para 3 escaños. Pero
frente al conservadorismo extremo que se pudiera anticipar, el voto del
clero también se encuentra dividido. "Es cierto que los grupos de
derecha tienen más predicamento entre los clérigos, pero la izquierda
también está liderada por un clérigo", explica a este diario el
hoyatoleslam Aghamirí, director del Centro de Información Universal
Aalul Bayt. Aghamirí, que en su tarjeta de visita incluye una dirección
de correo electrónico, no reveló a quién iba a votar ayer, aunque de
sus palabras se desprendió que sus simpatías personales estaban con
Jatamí. "Este régimen es una mezcla de religión y política",
explicó ante la mirada atenta de uno de sus colaboradores, el
hoyatoleslam Amirabadí. "Para nosotros el Islam es una forma de
unirnos al mundo en nuestros propios términos", añadió este último.
Aunque muestran algunas discrepancias políticas, ambos defienden la
libertad de elección. "El papel del clérigo es de modelo y guía
para los ciudadanos", explica Aghamirí. "Tal como dijo Jomeini,
'la última palabra la tiene el pueblo", concluye Amirabadí. Unas calles más allá, en la Asamblea Mundial Aalul Bayt, el hoyatoleslam Mohsén Rabbaní fue más lejos y subrayó la necesidad de que la sociedad sea liderada por el clero. "En el referéndum que aprobó la República Islámica, el 98 por ciento de los ciudadanos aceptaron el 'velayat-e faguih' (liderazgo del jurisconsulto)", justificó en un castellano con ligero acento sudamericano. Este aspecto, el de la existencia de un guía religioso o líder supremo con competencias políticas por encima de la figura del presidente elegido directamente por el pueblo, constituye el eje de la doctrina de los conservadores iraníes. A la pregunta de si la democracia es compatible con el Islam, Rabbaní respondió: "Depende de lo que entendamos por democracia, si se trata de la participación del pueblo en su destino económico y político, Irán es un buen ejemplo. En 21 años de República Islámica hemos acudido a las urnas en 21 ocasiones con ésta".
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