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EL JURADO DE LA BERLINALE DECIDE LOS GANADORES DEL 2000
Los candidatos al gran Oso

"Nubes en mayo", de Nuri Bilge Ceylan, demostró el buen momento que está atravesando el cine de Turquía

A escasas horas del cierre de la competencia, el ámbito del Festival alemán estaba saturado ayer de versiones sobre los  premios, acaso por la inexistencia de candidatos excluyentes.


Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín

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Los titulares de los diarios alemanes siguen conmovidos por el escándalo financiero que parece haber sepultado para siempre el prestigio del ex canciller Helmut Köhl y que anteayer también se cobró la cabeza de su delfín político, Wolfgang Schauble. La multa de 21 millones de dólares que el Parlamento Federal le acaba de imponer al CDU (la coalición demócrata-cristiana que gobernó en Alemania durante 37 de los últimos 50 años), por haber aceptado "donaciones" ilegales, amenaza incluso con llevar a la venta la flamante sede del partido aquí en Berlín, que a pesar de sus paredes completamente vidriadas no es precisamente un ejemplo de transparencia. A muy pocas cuadras, el Berlinale Palast --también vidriado en todo su frente, como es costumbre entre los arquitectos que construyen el llamado "nuevo Berlín"-- aparentemente no tiene nada que esconder, pero tampoco deja ver qué puede pasar con los premios de la edición número 50 del festival de cine, que culmina mañana sin un claro favorito.

  En la penúltima jornada de ayer, dos nuevos títulos se sumaron a la competencia, el film turco Mayis sikintisi/Nubes en mayo, de Nuri Bilge Ceylan, y la producción estadounidense Man on the Moon/Hombre en la luna, dirigida por el checo Milos Forman y protagonizada por Jim Carrey. Ya hay quienes dicen que tanto uno como otro no estarán ausentes de la lista de premios, pero aún falta --hoy-- la exhibición de las últimas dos películas del concurso oficial, La chambre des magiciennes/La habitación de las magas, del francés Claude Miller, en su primera experiencia en video digital, y Any Given Sunday/Un domingo cualquiera, protagonizada por Al Pacino y dirigida por Oliver Stone. Antes de traer la copia al festival, Stone volvió a la sala de montaje y redujo sensiblemente la duración de su película, que excedía las dos horas y media.

  Los dos films exhibidos ayer no podían haber sido más diferentes. La película turca de Ceylan revela un director de una gran sensibilidad, preocupado por cuestiones esenciales del cine: ¿cómo atrapar lo real?; ¿cómo filmar un paisaje?; ¿cómo transmitir al espectador ese sentimiento de movimiento en el espacio, inscripto en el tiempo presente? Estas preocupaciones se hacen más tangibles por el hecho de que la excusa argumental que tiene Nubes en mayo es la de un cineasta que vuelve a su pueblo natal, para hacer un film protagonizado por sus propios padres, campesinos que le dedicaron toda su vida a la tierra en la que viven. Es una pena que la enorme sombra del iraní Abbas Kiarostami se haga tan evidente en el film, que por lo demás permite inferir un excelente momento del cine turco, teniendo en cuenta que en la Berlinale del año pasado una de las sorpresas fue Günese Yolculuk/Bajo el sol, ópera prima de la realizadora Yesim Ustaoglu.

  A la delicadeza extrema de Nubes en mayo, la Berlinale le opuso el mal gusto de Man on the Moon, la biografía del comediante estadounidense Kaufman, uno de los personajes más controvertidos de la televisión norteamericana reciente. Siguiendo en la línea de Larry Flynt, su película sobre el editor de revistas porno que defendió el derecho de libre expresión ante la Corte Suprema de EE.UU., el checo Forman continúa su saga dedicada a glorificar a las criaturas excéntricas de la cultura popular estadounidense. Como en aquella película, el guión es de Scott Alexander y Larry Karaszewski, que ya habían escrito para Tim Burton Ed Wood, otro famoso outsider del sistema. Cuestionado por provocar constantemente a su público ("El mundo es una ilusión, deberíamos tomarnos todo menos en serio", dice de sus acciones, que más que shows parecen performances), Andy Kaufman está interpretado por Jim Carrey, lo que convierte al film en una apuesta peligrosa. Ya se sabe, con Carrey no hay opciones: con él todo es a tómalo o déjalo. Y a esta altura ya parece el momento de dejar a Carrey, que no tiene más que una sola, histérica máscara, convertida en un infierno repetitivo.

  Los defensores del film de Forman (que los encontró, particularmente en las huestes de la revista Positif, que lidera Michel Ciment) no creen sin embargo que Man... pueda aspirar seriamente al Oso de Oro. Sobre todo si se considera que Larry Flynt ya se llevó hace dos años el premio mayor, en una decisión discutidísima del jurado que entonces presidía el ex ministro de Cultura de Francia, Jack Lang, y que despojó impunemente a la candidata natural, la obra maestra El río, recién estrenada en Buenos Aires. En esta edición, los rumores indican que el jurado que preside Gong Li (al igual que la crítica alemana, según consigna la tabla de posiciones que publica el periódico Der Tagespiegel) se habría dejado seducir por los aires de grandeza de Magnolia, la nueva película de Paul Thomas Anderson, el realizador de Boogie Nights. Pero ya el año pasado ganó una producción de Hollywood, La delgada línea roja, y un nuevo triunfo consecutivo del cine estadounidense pondría a la Berlinale en una situación incómoda frente a sus pares del cine europeo.

  En cuanto a mejor actor y mejor actriz, ya se barajan los nombres de Denzel Washington, por The Hurricane, la prosaica película de Norman Jewison sobre el boxeador Rubin Carter (a quien Bob Dylan le dedicó una de sus canciones más famosas), y de Bibiana Beglau, la joven y talentosa protagonista de La leyenda de Rita, del local Volker Schlöndorff. Se sabe que en el jurado hay entusiastas de El talentoso señor Ripley, de Anthony Minghella, y que Gotas de lluvia sobre piedras ardientes, del francés François Ozon sobre una obra de juventud de Rainer Fassbinder, no puede pasar inadvertida. La gran duda, sin embargo, es qué será de la suerte de El camino a casa, la nueva película del chino Zhang Yimou, que debe ser juzgada por quien hasta hace apenas un par de años atrás todavía era su esposa y actriz fetiche, Gong Li. Ambos saltaron a la fama aquí en Berlín, cuando en 1989 Sorgo rojo, la ópera prima de Yimou protagonizada por Li, ganó el Oso de Oro. Y ahora Berlín los puede volver a reunir sobre el mismo escenario, el domingo por la noche, cuando llegue la hora de los premios.

 

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