¿Humaniqué?
Por Eduardo Galeano |
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Humanitario.
Adjetivo que confirma la mala opinión que sobre el género humano tienen
los demás habitantes de este planeta.
Esta no es la
definición del diccionario. No todavía, pero pronto lo será, al paso
que vamos.
Ahora se invocan razones humanitarias para liberar al general Pinochet,
aunque su salud resulta envidiable comparada con el estado en que él
dejó a sus miles de muertos y torturados. No menos humanitarias, la
verdad sea dicha, habían sido las razones que lo habían llevado a
Londres, en 1998; el general viajó para comprar armas y cobrar
comisiones.
Rueda el mundo, gira el reloj. El mundo demuestra lo humano que es
destinando, cada minuto, un millón de dólares a gastos militares. Las
guerras se llaman misiones humanitarias, desde que el presidente Clinton
las bautizara así.
Rambo es el Erasmo de este nuevo humanismo. Según han contado los
corresponsales de guerra, los soldados rusos, que redujeron a cenizas la
ciudad de Grozny, tuvieron a Rambo por modelo. Y mientras llovían los
bombazos, el general Valeri Manilov, jefe del estado mayor, exigía la
rendición de los chechenos aclarando que no se trataba de un ultimátum:
�Este es un acto humanitario �declaró.
A Vladimir Putin no lo quería nadie cuando el zar Boris le cedió su
trono. Según las encuestas, lo apoyaba el uno por ciento de la
población. Meses después, cuando ya la bandera rusa flamea sobre lo que
era Grozny, Putin es el político más popular de Rusia. Hasta su cara de
ofidio ha resultado una virtud: éste es el hombre implacable y helado que
Rusia necesita.
No hay mejor campaña electoral que una guerra exitosa. Chechenia ha sido
salvada del peligro checheno. Putin le ha aplicado el mismo tratamiento
humanitario que la OTAN había aplicado poco antes a Yugoslavia. La
terapia viene de la guerra de Vietnam. En 1968, un oficial norteamericano
había declarado a la Associated Press: �Hay que destruir la aldea de
Ben Tre, para salvarla�. Pero en la guerra de Vietnam fueron muchos los
invasores que murieron, y muchas fueron las víctimas que la televisión
mostró. Desde aquel entonces, las grandes potencias, que comparten el
derecho de matar con impunidad, han hecho enormes progresos en el arte de
matar a distancia, sin riesgo de morir, y la tecnología, puesta al
servicio de la hipocresía, permite que los verdugos no vean a sus
víctimas, y la opinión pública tampoco. Las fulminantes operaciones
militares que arrasaron barrios enteros de Panamá, Bagdad y Belgrado, y
que en Grozny no han dejado piedra sobre piedra, se han traducido en
espectaculares ascensos de popularidad para Bush, Clinton, Blair y Putin.
�Cada arma que se dispara es un robo que se comete contra los que tienen
hambre y no reciben alimentos, y contra los que tienen frío y no reciben
ropa.� Aunque fue pronunciada el 16 de abril de 1953, cuando las guerras
todavía se llamaban simplemente guerras, la frase tiene mucha actualidad
en el mundo de hoy y, sin ir más lejos, en América latina, donde se han
duplicado los gastos militares en la década pasada. El autor de estas
palabras sabía muy bien de qué estaba hablando. Dwight Eisenhower no
era, que digamos, un agitador pacifista, sino un guerrero profesional que
estaba ocupando la presidencia de Estados Unidos.
¿Misiones humanitarias o sacrificios humanos? Para que el orden cósmico
continuara funcionando, los aztecas ofrecían corazones humanos a los
dioses. Para que el orden terrestre continúe funcionando, el mundo de
nuestros días ofrece sacrificios humanos a los fabricantes de armas y a
los señores de la guerra. Jehová, el dios de los hebreos, que después
fuedios de los cristianos y los musulmanes, amenazaba a quienes no lo
obedecían con azotes y plagas y sequías y hambres y derrumbamientos
(Levítico, 26), y sin pestañear ejecutaba sus castigos. Pero el Antiguo
Testamento queda a la altura de un poroto, comparado con los truenos de la
ira del Nuevo Orden Mundial. Y jamás a Jehová se le ocurrió decir que
fueran humanitarias sus maldiciones y sus venganzas. El era más bien
despiadado, pero no era un farsante.
Quizá las guerras son humanitarias en el sentido de que matan cada vez
más humanos sin uniforme. Un artículo del New York Times (de R. W. Aple,
21 de diciembre de 1989) exaltó la invasión de Panamá como un exitoso
�ritual de iniciación� del presidente Bush, que así demostraba �su
voluntad de derramar sangre�. En las ceremonias de cacería de nuestro
tiempo, el guerrero es el cazador y el civil, la presa. A lo largo del
siglo veinte, que ha sido, y por lejos, el más carnicero de la historia,
hubo un quince por ciento de muertos civiles en la Primera Guerra Mundial.
La proporción pegó tremendo salto, hasta el sesenta y cinco por ciento,
en la Segunda Guerra Mundial. Y después ha seguido subiendo, en las
guerras del medio siglo siguiente, hasta llegar a las espeluznantes
estadísticas actuales: nueve de cada diez víctimas son civiles y, en su
mayoría, niños.
Muchos de esos niños mueren después que las guerras han terminado. Ellos
estallan al contacto con las minas antipersonales sembradas en los campos
�que Estados Unidos continúa fabricando y vendiendo, a pesar de la
prohibición internacional� o pagan las consecuencias de las guerras
ocurridas. En Irak, por ejemplo, la mortalidad infantil se ha triplicado
en los años posteriores a la guerra, a causa del bloqueo económico: �Vale
la pena�, declaró, en 1996, la canciller Madeleine Albright. En
Yugoslavia, niños y adultos civiles están sufriendo, ya pasada la
guerra, las radiaciones cancerígenas de las tierras contaminadas por las
bombas revestidas de uranio empobrecido, un mortífero producto de
descarte de la energía nuclear. Según el Landau Center, un instituto de
investigaciones que hizo un informe para el gobierno italiano, cada misil
Tomahawk puede generar mil seiscientos enfermos de cáncer. La OTAN había
negado el uso del uranio. Después, reconoció que se había utilizado
contra los tanques serbios. En total, el diluvio de bombas destruyó trece
tanques.
Estados Unidos, cuyo territorio no ha sido nunca bombardeado por nadie,
han bombardeado a diecinueve países a lo largo de la segunda mitad del
siglo veinte: China, Corea, Guatemala, Indonesia, Cuba, Congo, Laos,
Vietnam, Camboya, Líbano, Granada, Libia, Nicaragua, Panamá, Irak,
Bosnia, Sudán, Afganistán y Yugoslavia. En setiembre de 1999, el
presidente Clinton explicó:
�Lamentablemente, no podemos responder a todas las crisis humanitarias
que se producen en el mundo.
Menos mal.
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