Graciela Römer *.
�De la Rúa es un bonus track�
A quién favorece el acuerdo De la Rúa-Ruckauf, cuánto puede
durar o cuánto aporta y cuánto dificulta en la construcción del
perfil de liderazgo político de ambos dirigentes, son preguntas que
ameritan algunos comentarios previos. En primer lugar, más que un
pacto o un acuerdo lo que existe es un cambio de escenario político
en el país, cambio que podría convertirse en el inicio de un nuevo
ciclo político de consecuencias positivas para mejorar la calidad de
nuestra democracia. El resultado de la elección de octubre determinó
un mapa político fragmentado donde ningún partido logró concentrar
hegemonía alguna.
No sólo el partido de gobierno a nivel nacional no pudo acumular
fuerzas que le permitieran en el Congreso manejarse con autonomía,
tal como sucedió durante el gobierno de Carlos Menem: también el
justicialismo -partido gobernante en la provincia de Buenos Aires�
sufre las mismas dificultades. Este mapa cruzado de relaciones
asimétricas entre la Alianza y el PJ es el que parece condicionar el
interjuego de apoyos también cruzados entre el presidente De la Rúa
y el gobernador Ruckauf. A diferencia de los temores que algunos
analistas políticos y también muchos políticos sostuvieron ante el
resultado electoral del 24 de octubre, el cuadro de distribución de
poder entre las dos principales fuerzas políticas, más que producir
un juego de suma cero en la toma de decisiones y cursos de acción de
gobierno poniendo en juego la gobernabilidad del sistema, está
evidenciando nuevas realidades tanto en la Alianza como en el
justicialismo. Se podría asumir que esta �debilidad institucional�
que delimita tanto la nueva administración nacional como la
provincial, puede convertirse en fortaleza y en la raíz de un nuevo
ciclo político en la Argentina. Las modernas democracias �en
especial a través de sus Parlamentos� son el ámbito privilegiado
de las negociaciones políticas y la búsqueda de acuerdos. Las
circunstancias actuales convierten así a la negociación y la
búsqueda de consenso en condición sine qua non de funcionamiento
tanto del Ejecutivo nacional, como provincial. Por otro lado una
oposición obstruccionista tiene hoy �de cara a la sociedad� un
alto costo político.
De tal modo, De la Rúa y Ruckauf no pueden confrontar hoy por
necesidades mutuas: ambos se necesitan para llevar adelante su
administración. Sin embargo, existe un plus para el gobernador
bonaerense: De la Rúa es hoy el depositario de la fe pública. Apoyar
la gestión presidencial otorga por el momento créditos adicionales,
no sólo por el grado de consenso que sostiene el nuevo gobierno ante
la sociedad sino por su capacidad de �esterilizar� a Ruckauf de
toda sospecha de continuidad menemista.
Hasta cuándo durará el idilio dependerá tal vez de comprender
cuánto pueda asumirse la idea de que la búsqueda de consenso y de
necesidad de posicionamiento político no forman parte de universos
contradictorios. Acuerdos globales admiten espacios de diferenciación
en la escena política: ese será el desafío con miras al 2003. |
Por Enrique Zuleta Puceiro *.
�Al Presidente no le queda otra que negociar�
La semana cerró con un balance alentador en lo que a las
relaciones entre Gobierno y oposición se refiere. Entre otros muchos
signos de distensión cabe apuntar el apoyo unánime de todos los
bloques del Senado a la reforma del Código Procesal Penal de la
provincia de Buenos Aires, el apoyo inicial del bloque de senadores
del PJ a la reforma laboral y los propios resultados de su primera
reunión con el Presidente. Tanto en el frente estrictamente político
como en el de la convivencia legislativa, ambas partes comienzan a
advertir las ventajas claras de asumir políticas de concertación
como las que, de hecho, demanda la sociedad argentina en la nueva
etapa política.
Las preguntas que surgen giran, indudablemente, en torno del grado de
consistencia de este nuevo clima político. ¿A quién beneficia
finalmente un escenario en el que la cooperación prime sobre el
conflicto? ¿Qué alcances puede llegar a tener un enfoque consensual
de cuestiones tradicionalmente afrontadas de modo exactamente inverso?
¿Qué impacto puede llegar a tener el nuevo enfoque promovido por el
Presidente, los principales gobernadores y las autoridades de los
bloques al interior de sus respectivas fuerzas políticas? Se trata de
cuestiones de difícil respuesta sobre las que cabe acaso apuntar
algunas reflexiones preliminares.
La premisa básica de una política de convergencia política en torno
de cuestiones de Estado es, sin duda, la propia gravedad de los
problemas en juego. Los costos de una política de confrontación son,
sencillamente, intolerables. Temas como la seguridad ciudadana, el
desempleo, la pobreza o la crisis educativa no dejan ningún margen
para los estilos tradicionales de administración política del
conflicto. La opinión pública sigue con precisión y rigor
crecientes el modo en que a ambos lados del espectro político se
afrontan cuestiones que, en cualquier democracia consolidada, cortan
transversalmente el cuadro de alineamientos políticos tradicionales.
Confrontar al modo tradicional implica asumir costos posiblemente
intolerables en una época de acentuado descrédito de la política
tradicional.
A partir de este punto, juegan sin duda cuestiones menos elevadas. La
primera de ellas es la propia debilidad institucional del Gobierno. El
buen pie inicial del Presidente no basta para neutralizar el hecho de
que Fernando de la Rúa es seguramente el presidente más débil de la
historia contemporánea. Su mayoría de votos apenas ha bastado para
garantizarle una mayoría relativa en la Cámara de Diputados. El
premio que la actual legislación brinda incluso a las provincias
menos pobladas sobrerrepresenta a los distritos justicialistas,
atenuando en la composición de la Cámara de Diputados el posible
efecto de arrastre de la fórmula aliancista. Al menos hasta el año
2001, el Presidente contará con la oposición de dos tercios del
Senado, y, según todo parece indicar, de la mayoría automática de
la Corte Suprema. Sobre ésta y de una mayoría variable de la
justicia federal.
El otro factor central es sin duda la primacía justicialista en el
frente provincial. La vulnerabilidad económica de las provincias
aliancistas �Catamarca, Chaco, Entre Ríos, Río Negro y Chubut�
amplifica la importancia de los gobiernos de Buenos Aires, Santa Fe y
Córdoba. Bajo estas condiciones, las estrategias de convivencia
pacífica son obligadas.
El nuevo escenario impone pautas de realismo elemental. Superado el
tiempo del Estado de Emergencia, la debilidad de unos y otros es la
regla y no la excepción. Tanto en el poder nacional del Presidente
como en los poderes provinciales del justicialismo se impone una
política de aproximaciones cautelosas y de convergencia centrípeta.
Si bien está excluida de antemano la alternativa políticamente
costosa de los pactos, las sumas importan mucho más que las restas.
El Gobierno tenderá por ello a moderar sus ataques contra el gobierno
anterior, concentrándolos más bien en un par de casos
paradigmáticos. La oposición tenderá a su vez a acompañar el
idilio esencial entre la sociedad y el Presidente, a labúsqueda de
las seguras ventajas de la cohabitación pacífica. Los márgenes para
la oposición tradicional son mínimos, debido sobre todo al hecho de
que la oposición más efectiva y constante no es la política sino la
social, articulada desde los poderes fácticos de la economía, y
sobre todo, desde los medios de comunicación y las diversas
instancias sociales de formación de la opinión pública.
El nuevo clima debe así más a la necesidad que a la virtud. No
implica, por ello, ganancias netas para ninguno de los bandos. Lejos
de toda posibilidad de mayorías propias, el Presidente no tendrá
otro remedio que negociar sus márgenes de maniobra, flexibilizando su
propuesta y clarificando al máximo los procedimientos. El signo de
las próximas concertaciones será inevitablemente social. Todas las
reformas llamadas de �segunda generación�, centradas en la
sintonía fina del proceso de reforma del Estado, las privatizaciones,
la desregulación, la competitividad global de la economía o la
apertura al mundo ofrece un campo propicio para las políticas de
Estado, orientadas por el imperativo de la �gobernabilidad�. Se
trata de aproximaciones más sociales que políticas y que constituyen
el campo propio de un liderazgo presidencial del tipo del que expresa
Fernando de la Rúa.
* Consultor. |
Por Cristina F. de Kirchner *.
�Imágenes, permutas, pactos�
No sé si hay acuerdo en forma expresa. Es evidente que existe sí
un pacto tácito. Lo cual no es bueno ni malo en sí mismo. Creo en
los acuerdos políticos cuando son resultado de ideas, programas o
intereses comunes. No me parecen buenos cuando sólo se formalizan a
partir del intento de construir imágenes o permutas legislativas,
como parece ser el tema de la reforma del Código de Procedimiento
Penal. La inseguridad y el desempleo son dos temas demasiado
importantes, como para ser objeto del trueque legislativo; y no lo
digo desde un principismo cerrado que obture las posibilidades de un
acuerdo. Sino desde el resultado concreto que la gente les está
exigiendo a los políticos para enfrentar exitosamente los dos
problemas más graves que vive la sociedad.
No coincido con la lectura que desde algunos sectores,se hace acerca
de las razones que sustentan las buenas imágenes que hoy tienen De la
Rúa y Ruckauf en la sociedad. No me parece que éstas sean
atribuibles al �romance� que entre ambos se esfuerzan en
demostrar. Por el contrario, me parece que obedecen a otra lógica
social: los han votado hace apenas cuatro meses, y setenta días de
gestión de ambos les acuerdan expectativas de dar respuestas a lo que
cada uno prometió: De la Rúa, terminar con la desocupación y la
corrupción, y Ruckauf, con la inseguridad (ésas son las imágenes
que ambos dirigentes trabajaron exitosamente como construcción de
política electoral).
Mantener los índices de adhesión actual está directamente vinculado
a que aquella construcción de imagen la acompañen con resultados
concretos en la gestión de gobierno.
Lo que no me parece bueno es la sobreactuación que hubo en la
campaña electoral, y la que existe hoy desde el Gobierno. Detesto el
nivel de agravios y descalificaciones que se escucharon durante la
campaña; y me resultan banales y hasta hipócritas los gestos de �romance�
posteriores. Me parece que las diferencias, en tanto que sean
productos de ideas y programas distintos y no de intereses personales
o sectoriales, no sólo son saludables sino que además se tornan
vitales para el sistema.
La indiferenciación de la propuesta de los partidos políticos, o lo
que es peor aún, llegar al gobierno con un discurso y un programa
para hacer exactamente lo opuesto, como parece ser norma de los
últimos gobiernos democráticos de la globalización, convierte a la
clase política argentina en raza de mutantes y conversos, con el
riesgo de que tal grado de homogeneidad y ante la falta de soluciones
a los problemas sociales (inseguridad, desempleo), se constituya la
matriz de la que surjan propuestas de extrema.
Sería bueno que el surgimiento de Haider en Austria no sólo sirva
para levantar tribunas de condena, sino fundamentalmente formulación
de análisis que indaguen acerca de las causas que movilizan a las
sociedades en un determinado momento histórico para optar en esas
direcciones.
Sería útil no ya como mero ejercicio intelectual sino como
hipótesis histórica concreta.
* Diputada nacional, PJ. |
Jorge Yoma *.
�Los radicales te embroman�
Hay temas en los que las necesidades de las provincias y de la
Nación confluyen y eso genera acuerdos, o la percepción de que
existen acuerdos. Pero es perfecto que un gobernador provincial busque
negociar. En el caso de Carlos Ruckauf, la buena relación que
mantiene con el presidente Fernando de la Rúa es una actitud muy
inteligente, porque garantiza la gobernabilidad de su provincia, y
además forma parte del estilo que lo ayudó a crecer. Ruckauf llegó
a vicepresidente de la mano de Carlos Menem, a gobernador de la mano
de Eduardo Duhalde y ahora quiere llegar a candidato presidencial de
la mano del presidente Fernando de la Rúa. Pero yo no confiaría
tanto en los radicales porque siempre te embroman. Igualmente, Ruckauf
es un tipo de una gran habilidad política y lo admiro.
En el peronismo está demostrado que estar demasiado cerca de los
radicales y gobernar la provincia de Buenos Aires es más pesado que
tener una vaca en brazos, si se persigue el objetivo de ser
presidente. Pero hay una diferencia entre Eduardo Duhalde y Carlos
Ruckauf. La diferencia, a favor de Ruckauf, es que tiene una gran
habilidad política.
Este acuerdo, a De la Rúa lo beneficia porque muestra que es él
quien preside el país. Porque si no construye una buena relación con
los gobernadores más importantes del peronismo, su poder político es
absolutamente acotado.
El pacto entre De la Rúa y Ruckauf dura hasta que alguno de los dos
baje en las encuestas, porque el acercamiento actual tiene que ver con
las encuestas de imagen pública. Hay un dicho que por estas horas se
ha hecho común en el peronismo: �Si hoy la encuesta nos da que los
chiquitos quieren chupetes envenenados, la mayoría de los dirigentes
se pone en la puerta de las escuelas a repartir chupetes�.
* Senador nacional, PJ. |
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