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EL ACERCAMIENTO ENTRE DE LA RUA Y RUCKAUF
¿A quién le conviene la relación?

Fernando de la Rúa y Carlos Ruckauf se aproximaron en Buenos Aires, donde la Alianza vota la mano dura del gobernador, y en la Nación, donde Ruckauf convoca a apoyar las leyes propuestas por el Presidente y lo define como �un estadista� igual que a sí mismo. ¿Es un matrimonio de conveniencia? ¿Durará? ¿Alguno pagará costos? ¿Implica un pacto de gobernabilidad? Aquí, el debate.

Graciela Römer *.
�De la Rúa es un bonus track�

A quién favorece el acuerdo De la Rúa-Ruckauf, cuánto puede durar o cuánto aporta y cuánto dificulta en la construcción del perfil de liderazgo político de ambos dirigentes, son preguntas que ameritan algunos comentarios previos. En primer lugar, más que un pacto o un acuerdo lo que existe es un cambio de escenario político en el país, cambio que podría convertirse en el inicio de un nuevo ciclo político de consecuencias positivas para mejorar la calidad de nuestra democracia. El resultado de la elección de octubre determinó un mapa político fragmentado donde ningún partido logró concentrar hegemonía alguna.
No sólo el partido de gobierno a nivel nacional no pudo acumular fuerzas que le permitieran en el Congreso manejarse con autonomía, tal como sucedió durante el gobierno de Carlos Menem: también el justicialismo -partido gobernante en la provincia de Buenos Aires� sufre las mismas dificultades. Este mapa cruzado de relaciones asimétricas entre la Alianza y el PJ es el que parece condicionar el interjuego de apoyos también cruzados entre el presidente De la Rúa y el gobernador Ruckauf. A diferencia de los temores que algunos analistas políticos y también muchos políticos sostuvieron ante el resultado electoral del 24 de octubre, el cuadro de distribución de poder entre las dos principales fuerzas políticas, más que producir un juego de suma cero en la toma de decisiones y cursos de acción de gobierno poniendo en juego la gobernabilidad del sistema, está evidenciando nuevas realidades tanto en la Alianza como en el justicialismo. Se podría asumir que esta �debilidad institucional� que delimita tanto la nueva administración nacional como la provincial, puede convertirse en fortaleza y en la raíz de un nuevo ciclo político en la Argentina. Las modernas democracias �en especial a través de sus Parlamentos� son el ámbito privilegiado de las negociaciones políticas y la búsqueda de acuerdos. Las circunstancias actuales convierten así a la negociación y la búsqueda de consenso en condición sine qua non de funcionamiento tanto del Ejecutivo nacional, como provincial. Por otro lado una oposición obstruccionista tiene hoy �de cara a la sociedad� un alto costo político.
De tal modo, De la Rúa y Ruckauf no pueden confrontar hoy por necesidades mutuas: ambos se necesitan para llevar adelante su administración. Sin embargo, existe un plus para el gobernador bonaerense: De la Rúa es hoy el depositario de la fe pública. Apoyar la gestión presidencial otorga por el momento créditos adicionales, no sólo por el grado de consenso que sostiene el nuevo gobierno ante la sociedad sino por su capacidad de �esterilizar� a Ruckauf de toda sospecha de continuidad menemista.
Hasta cuándo durará el idilio dependerá tal vez de comprender cuánto pueda asumirse la idea de que la búsqueda de consenso y de necesidad de posicionamiento político no forman parte de universos contradictorios. Acuerdos globales admiten espacios de diferenciación en la escena política: ese será el desafío con miras al 2003.

Por Enrique Zuleta Puceiro *.
�Al Presidente no le queda otra que negociar�

La semana cerró con un balance alentador en lo que a las relaciones entre Gobierno y oposición se refiere. Entre otros muchos signos de distensión cabe apuntar el apoyo unánime de todos los bloques del Senado a la reforma del Código Procesal Penal de la provincia de Buenos Aires, el apoyo inicial del bloque de senadores del PJ a la reforma laboral y los propios resultados de su primera reunión con el Presidente. Tanto en el frente estrictamente político como en el de la convivencia legislativa, ambas partes comienzan a advertir las ventajas claras de asumir políticas de concertación como las que, de hecho, demanda la sociedad argentina en la nueva etapa política.
Las preguntas que surgen giran, indudablemente, en torno del grado de consistencia de este nuevo clima político. ¿A quién beneficia finalmente un escenario en el que la cooperación prime sobre el conflicto? ¿Qué alcances puede llegar a tener un enfoque consensual de cuestiones tradicionalmente afrontadas de modo exactamente inverso? ¿Qué impacto puede llegar a tener el nuevo enfoque promovido por el Presidente, los principales gobernadores y las autoridades de los bloques al interior de sus respectivas fuerzas políticas? Se trata de cuestiones de difícil respuesta sobre las que cabe acaso apuntar algunas reflexiones preliminares.
La premisa básica de una política de convergencia política en torno de cuestiones de Estado es, sin duda, la propia gravedad de los problemas en juego. Los costos de una política de confrontación son, sencillamente, intolerables. Temas como la seguridad ciudadana, el desempleo, la pobreza o la crisis educativa no dejan ningún margen para los estilos tradicionales de administración política del conflicto. La opinión pública sigue con precisión y rigor crecientes el modo en que a ambos lados del espectro político se afrontan cuestiones que, en cualquier democracia consolidada, cortan transversalmente el cuadro de alineamientos políticos tradicionales. Confrontar al modo tradicional implica asumir costos posiblemente intolerables en una época de acentuado descrédito de la política tradicional.
A partir de este punto, juegan sin duda cuestiones menos elevadas. La primera de ellas es la propia debilidad institucional del Gobierno. El buen pie inicial del Presidente no basta para neutralizar el hecho de que Fernando de la Rúa es seguramente el presidente más débil de la historia contemporánea. Su mayoría de votos apenas ha bastado para garantizarle una mayoría relativa en la Cámara de Diputados. El premio que la actual legislación brinda incluso a las provincias menos pobladas sobrerrepresenta a los distritos justicialistas, atenuando en la composición de la Cámara de Diputados el posible efecto de arrastre de la fórmula aliancista. Al menos hasta el año 2001, el Presidente contará con la oposición de dos tercios del Senado, y, según todo parece indicar, de la mayoría automática de la Corte Suprema. Sobre ésta y de una mayoría variable de la justicia federal.
El otro factor central es sin duda la primacía justicialista en el frente provincial. La vulnerabilidad económica de las provincias aliancistas �Catamarca, Chaco, Entre Ríos, Río Negro y Chubut� amplifica la importancia de los gobiernos de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Bajo estas condiciones, las estrategias de convivencia pacífica son obligadas.
El nuevo escenario impone pautas de realismo elemental. Superado el tiempo del Estado de Emergencia, la debilidad de unos y otros es la regla y no la excepción. Tanto en el poder nacional del Presidente como en los poderes provinciales del justicialismo se impone una política de aproximaciones cautelosas y de convergencia centrípeta. Si bien está excluida de antemano la alternativa políticamente costosa de los pactos, las sumas importan mucho más que las restas. El Gobierno tenderá por ello a moderar sus ataques contra el gobierno anterior, concentrándolos más bien en un par de casos paradigmáticos. La oposición tenderá a su vez a acompañar el idilio esencial entre la sociedad y el Presidente, a labúsqueda de las seguras ventajas de la cohabitación pacífica. Los márgenes para la oposición tradicional son mínimos, debido sobre todo al hecho de que la oposición más efectiva y constante no es la política sino la social, articulada desde los poderes fácticos de la economía, y sobre todo, desde los medios de comunicación y las diversas instancias sociales de formación de la opinión pública.
El nuevo clima debe así más a la necesidad que a la virtud. No implica, por ello, ganancias netas para ninguno de los bandos. Lejos de toda posibilidad de mayorías propias, el Presidente no tendrá otro remedio que negociar sus márgenes de maniobra, flexibilizando su propuesta y clarificando al máximo los procedimientos. El signo de las próximas concertaciones será inevitablemente social. Todas las reformas llamadas de �segunda generación�, centradas en la sintonía fina del proceso de reforma del Estado, las privatizaciones, la desregulación, la competitividad global de la economía o la apertura al mundo ofrece un campo propicio para las políticas de Estado, orientadas por el imperativo de la �gobernabilidad�. Se trata de aproximaciones más sociales que políticas y que constituyen el campo propio de un liderazgo presidencial del tipo del que expresa Fernando de la Rúa.

* Consultor.

Por Cristina F. de Kirchner *.
�Imágenes, permutas, pactos�

No sé si hay acuerdo en forma expresa. Es evidente que existe sí un pacto tácito. Lo cual no es bueno ni malo en sí mismo. Creo en los acuerdos políticos cuando son resultado de ideas, programas o intereses comunes. No me parecen buenos cuando sólo se formalizan a partir del intento de construir imágenes o permutas legislativas, como parece ser el tema de la reforma del Código de Procedimiento Penal. La inseguridad y el desempleo son dos temas demasiado importantes, como para ser objeto del trueque legislativo; y no lo digo desde un principismo cerrado que obture las posibilidades de un acuerdo. Sino desde el resultado concreto que la gente les está exigiendo a los políticos para enfrentar exitosamente los dos problemas más graves que vive la sociedad.
No coincido con la lectura que desde algunos sectores,se hace acerca de las razones que sustentan las buenas imágenes que hoy tienen De la Rúa y Ruckauf en la sociedad. No me parece que éstas sean atribuibles al �romance� que entre ambos se esfuerzan en demostrar. Por el contrario, me parece que obedecen a otra lógica social: los han votado hace apenas cuatro meses, y setenta días de gestión de ambos les acuerdan expectativas de dar respuestas a lo que cada uno prometió: De la Rúa, terminar con la desocupación y la corrupción, y Ruckauf, con la inseguridad (ésas son las imágenes que ambos dirigentes trabajaron exitosamente como construcción de política electoral).
Mantener los índices de adhesión actual está directamente vinculado a que aquella construcción de imagen la acompañen con resultados concretos en la gestión de gobierno.
Lo que no me parece bueno es la sobreactuación que hubo en la campaña electoral, y la que existe hoy desde el Gobierno. Detesto el nivel de agravios y descalificaciones que se escucharon durante la campaña; y me resultan banales y hasta hipócritas los gestos de �romance� posteriores. Me parece que las diferencias, en tanto que sean productos de ideas y programas distintos y no de intereses personales o sectoriales, no sólo son saludables sino que además se tornan vitales para el sistema.
La indiferenciación de la propuesta de los partidos políticos, o lo que es peor aún, llegar al gobierno con un discurso y un programa para hacer exactamente lo opuesto, como parece ser norma de los últimos gobiernos democráticos de la globalización, convierte a la clase política argentina en raza de mutantes y conversos, con el riesgo de que tal grado de homogeneidad y ante la falta de soluciones a los problemas sociales (inseguridad, desempleo), se constituya la matriz de la que surjan propuestas de extrema.
Sería bueno que el surgimiento de Haider en Austria no sólo sirva para levantar tribunas de condena, sino fundamentalmente formulación de análisis que indaguen acerca de las causas que movilizan a las sociedades en un determinado momento histórico para optar en esas direcciones.
Sería útil no ya como mero ejercicio intelectual sino como hipótesis histórica concreta.

* Diputada nacional, PJ.

Jorge Yoma *.
�Los radicales te embroman�

Hay temas en los que las necesidades de las provincias y de la Nación confluyen y eso genera acuerdos, o la percepción de que existen acuerdos. Pero es perfecto que un gobernador provincial busque negociar. En el caso de Carlos Ruckauf, la buena relación que mantiene con el presidente Fernando de la Rúa es una actitud muy inteligente, porque garantiza la gobernabilidad de su provincia, y además forma parte del estilo que lo ayudó a crecer. Ruckauf llegó a vicepresidente de la mano de Carlos Menem, a gobernador de la mano de Eduardo Duhalde y ahora quiere llegar a candidato presidencial de la mano del presidente Fernando de la Rúa. Pero yo no confiaría tanto en los radicales porque siempre te embroman. Igualmente, Ruckauf es un tipo de una gran habilidad política y lo admiro.
En el peronismo está demostrado que estar demasiado cerca de los radicales y gobernar la provincia de Buenos Aires es más pesado que tener una vaca en brazos, si se persigue el objetivo de ser presidente. Pero hay una diferencia entre Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf. La diferencia, a favor de Ruckauf, es que tiene una gran habilidad política.
Este acuerdo, a De la Rúa lo beneficia porque muestra que es él quien preside el país. Porque si no construye una buena relación con los gobernadores más importantes del peronismo, su poder político es absolutamente acotado.
El pacto entre De la Rúa y Ruckauf dura hasta que alguno de los dos baje en las encuestas, porque el acercamiento actual tiene que ver con las encuestas de imagen pública. Hay un dicho que por estas horas se ha hecho común en el peronismo: �Si hoy la encuesta nos da que los chiquitos quieren chupetes envenenados, la mayoría de los dirigentes se pone en la puerta de las escuelas a repartir chupetes�.

* Senador nacional, PJ.

 

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