Por Sandra Russo
Tiene
el pelo más corto, la cara lavada y los labios apenas rozados por un rosa
tranquilo. Está en una casa-quinta alquilada de San Isidro, donde se
divierte mirando cómo el diminuto perro callejero de su hija patotea al
collie dueño de casa. La tarde cae tajante y la ministra de Desarrollo
Social y Medio Ambiente descansa a su manera, repasando ante el grabador
el panorama que encontró y los proyectos que está armando.
Después, dice que �la igualdad de oportunidades será la utopía de
este siglo. En el siglo pasado luchamos por la democracia en todo el
mundo. Ahora es necesario que la democracia le sirva a todo el mundo�.
Cuando se le pregunta cómo se siente en las reuniones de Gabinete,
contesta resueltamente: �Bien. Es un gabinete de gente que sabe de qué
está hablando, y con mística. Muchos podrían estar ganando el doble en
sus actividades privadas, pero están ahí porque creen en lo que hacen�.
Y cuando se la interroga sobre si habrá alguna impronta que distinga,
dentro del gobierno de la Alianza, la acción de los radicales y los
frepasistas, no duda demasiado en responder: �Ya, de hecho, hay. Si uno
piensa en Trabajo, Desarrollo Social y Transformación del Estado �Chacho,
Flamarique y yo�, ¿eso no es una impronta?�.
�Hace ya una década hubo una corriente de sociólogos italianos que
pronosticaban que los Estados globalizados avanzaban hacia una suerte de
nueva Edad Media, con gente amurallada y otra gente, la mayoría, afuera
de esas murallas. A usted ahora le toca trabajar para los que se quedaron
del lado de afuera.
�Efectivamente. Pero yo me las tengo que ver con la gente de los dos
lados. Por obvias razones: una es ministra porque es política, y si yo
llegué a la política fue porque hubo uno trayecto de mis orígenes
-defendiendo la vida y la libertad en un momento en que un Estado
terrorista nos atacaba� a un momento en el que, recuperada la
democracia, y ya no existiendo la persecución política, dijimos: �Bueno,
éste es el momento de los derechos sociales, culturales, económicos�.
�Los del lado de afuera de la muralla son los que se quedaron sin red.
Los expulsados.
�Expulsados del viejo orden. En la Argentina hubo un Estado
sobreprotector que había creado empresas parasitarias que le garantizaban
una sociedad salarial con vacaciones, coberturas, etcétera... Y de
pronto, sin preparar el terreno, ese orden dejó de existir. Hubo ciudades
enteras construidas alrededor de empresas estatales que cuando cerraron
colapsaron a esos pueblos. Yo estoy de un lado y del otro de la muralla,
porque al tiempo que me toca la tarea de ver cómo alivio las
consecuencias del impacto de la globalización, también participo de un
gabinete que dice cómo hacemos para no hacer sólo asistencia, cómo
hacemos para que haya crecimiento. Del primer lado de la muralla debo ver
cómo asisto en lo que es de mi competencia, por ejemplo los planes
alimentarios, o el Plan Prohuerta, que es de entrenamiento a la gente para
aprender a cultivar alimentos... Tenemos que eficientizar al máximo la
asistencia mirando siempre la posibilidad del desarrollo.
�¿Y eso cómo se hace?
�Yo sé que sólo dando de comer, y aun suponiendo que diera toda la
alimentación que hiciera falta, no voy a sacar a la gente del círculo de
la pobreza. Mientras que si nosotros aplicamos todos los programas que hay
en todos los ministerios, y que han sido arbitrariamente distribuidos, y
los concentramos en un ataque masivo a la pobreza, podremos tener éxitos
y sobre todo podremos evaluar nuestras acciones. Hoy, salpicando ayuda, no
hay evaluación posible.
�Es decir que la puesta en marcha de todos esos planes, hoy, es un poco
caótica.
�¿Un poco? Lo reconocen los gobiernos provinciales, los municipios...
Ahora estamos haciéndoles ofertas de convenios para que ingresen al
Estado nacional a través de nuestro ministerio, por ahora con los
planespreexistentes. La condición es que haya participación de los
municipios y la sociedad civil, para asegurar la distribución justa.
Además vamos, con algunos gobernadores �hoy estuve con Reutemann, por
ejemplo� hacia un registro único de beneficiarios, donde estén
inscriptas todas las personas que reciben algún beneficio. Porque en
algunas provincias hay planes propios y hay familias que reciben más de
un plan, y en familias vecinas no se recibe ninguno. Ninguna sale de pobre
con estos programas, pero hay algunos más desamparados que otros.
�¿Cómo se hace ese contacto entre el Estado nacional y la sociedad
civil?
�A través de organizaciones que ya trabajan en esto, casi todas de la
Iglesia Católica �que aun así nunca tienen la red comparable con la
del propio Estado�, a través de otras organizaciones reconocidas... Por
ejemplo, el mejor programa que tenemos es el Prohuerta, y por eso mismo,
porque es el mejor, es el que atrae a más voluntarios. No cobran un peso
y trabajan alrededor de las huertas y el entrenamiento de la gente.
�A usted le interesa mucho la figura del voluntariado como fenómeno
civil.
�Por supuesto. Esto es lo que crea una sociedad civil más fuerte. Aquel
que tiene tiempo para entregarlo voluntariamente a la sociedad, es un
ciudadano que está dispuesto a defender sus derechos y los de los otros.
�El voluntariado apareció en la Argentina mágicamente en el último
período de Menem.
�Existía antes también, ¿eh? En los �60, en los �70...
�Bueno, pero digamos que tuvo un corte abrupto.
�Claro. Hubo un castigo brutal.
�Pero al mismo tiempo que se recortó el Estado, la sociedad civil
respondió haciéndose cargo de ella misma. Lo que se llamó el tercer
sector, que de alguna manera reemplazó a la militancia.
�Y además, si se lo mira bien, y mira afuera, se da cuenta de que en
Estados Unidos, por ejemplo �que no es una sociedad perfecta, no las
hay-, muchas veces uno ve que mucha gente que podría votar no lo hace.
Uno dice uy, qué anomia. No es verdad, Mucha de esa gente, con una
participación activa en lo que se llama sociedad civil, incide en los
hechos del Estado. Por ejemplo, en la defensa del comsumidor. Hay
denuncias, boicots, organizaciones enteras... Lo que ha querido hacer en
pantomima la señora Lita de Lázzari, ahí lo hacen en serio. Hay un
ejercicio de esa función. Esa función que se sostiene en el tiempo. ¿Y
de dónde viene esa función?
�Del ejercicio continuado de la ciudadanía.
�Claro, cuando uno dice los �60, los �70... ¿qué lo cortó? La
dictadura. En una dictadura no hay ciudadanos. Por lo menos, libres, no.
El Estado puede elegir dos posiciones frente al tercer sector: o lo
estimula y se asocia, o le tiene miedo, porque una democracia que crea una
sociedad civil fuerte es demandante. Yo creo que hay que estimularlo.
Ahora vengo de Reconquista. Fuimos porque se inauguraron cincuenta y cinco
casitas, muy simples, con un programa en el que actuaron el gobierno
nacional, la Secretaría de Desarrollo Social, el gobierno provincial, y
trabajó una asociación local de viviendas económicas, donde se mezcla
la acción de lo no gubernamental con empresas privadas. Yo no sé si se
puede hacer mejor, seguramente, pero ahí hay uno de voluntad política,
capital privado, y grupos que actúan desde la sociedad civil. Es un
modelo.
�¿Ustedes van a hacer algún tipo de convocatoria general para
voluntarios?
�Sí. Nosotros tenemos en nuestro ministerio un ex senador, Mario Fadel,
que está en la Secretaría de la Juventud. El, en Catamarca, implementó
un pequeño modelo de auditorías ciudadanas, donde gente voluntaria puede
trabajar no sólo en la distribución de la asistencia sino en otras
cosas: si el alimento es de buena calidad, si llega a tiempo, si responde
algusto local... porque a veces es inútil mandar algunos alimentos que la
cultura local rechaza.
�¿Por ejemplo?
�Por ejemplo las lentejas en el Chaco. No les gustan, prefieren grasas o
sal. Esto se puede controlar con gente que charle con la gente y nos
advierta de este tipo de cosas, para mandar lo que sirva al lugar que
corresponda.
�En Holanda o en Italia, por ejemplo, las comunidades terapéuticas que
tratan a adolescentes heroinómanos están haciendo hincapié en el
deporte barrial.
�El deporte es una de las contenciones más fuertes. Que esos chicos se
sientan contenidos en algo, que se sientan pertenecientes a algo, y sin la
presión de tener que ser los mejores. Lugares donde los chicos sean bien
recibidos. Lo peor que está pasando hoy con los adolescentes es que no
hay lugares para ellos, y los que hay, están mal vistos. Yo escuchaba
hace poco a un intendente: �Qué suerte que en este barrio son todas
parejas jóvenes, porque así no hay bandas de adolescentes. Menos mal que
son todos chicos chiquitos�. Y yo le dije: �Mire que los chicos
chiquitos crecen. ¿O usted qué hizo? ¿Pasó de chiquito a grandote?
¿Cómo se las arregló para no ser maltratado?�.
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