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graciela fernandez meijide
�A los del Chaco no les gustan las lentejas�

La ministra de Desarrollo Social dijo a Página/12 que fracasan las políticas sin una sintonía previa con la cultura de cada lugar. También reivindicó el voluntariado.

Clave: �Yo sé que sólo dando de comer, y aun suponiendo que diera todo lo que hiciera falta, no voy a sacar a la gente del círculo de la pobreza�.


Por Sandra Russo

t.gif (862 bytes) Tiene el pelo más corto, la cara lavada y los labios apenas rozados por un rosa tranquilo. Está en una casa-quinta alquilada de San Isidro, donde se divierte mirando cómo el diminuto perro callejero de su hija patotea al collie dueño de casa. La tarde cae tajante y la ministra de Desarrollo Social y Medio Ambiente descansa a su manera, repasando ante el grabador el panorama que encontró y los proyectos que está armando.
Después, dice que �la igualdad de oportunidades será la utopía de este siglo. En el siglo pasado luchamos por la democracia en todo el mundo. Ahora es necesario que la democracia le sirva a todo el mundo�. Cuando se le pregunta cómo se siente en las reuniones de Gabinete, contesta resueltamente: �Bien. Es un gabinete de gente que sabe de qué está hablando, y con mística. Muchos podrían estar ganando el doble en sus actividades privadas, pero están ahí porque creen en lo que hacen�. Y cuando se la interroga sobre si habrá alguna impronta que distinga, dentro del gobierno de la Alianza, la acción de los radicales y los frepasistas, no duda demasiado en responder: �Ya, de hecho, hay. Si uno piensa en Trabajo, Desarrollo Social y Transformación del Estado �Chacho, Flamarique y yo�, ¿eso no es una impronta?�.
�Hace ya una década hubo una corriente de sociólogos italianos que pronosticaban que los Estados globalizados avanzaban hacia una suerte de nueva Edad Media, con gente amurallada y otra gente, la mayoría, afuera de esas murallas. A usted ahora le toca trabajar para los que se quedaron del lado de afuera.
�Efectivamente. Pero yo me las tengo que ver con la gente de los dos lados. Por obvias razones: una es ministra porque es política, y si yo llegué a la política fue porque hubo uno trayecto de mis orígenes -defendiendo la vida y la libertad en un momento en que un Estado terrorista nos atacaba� a un momento en el que, recuperada la democracia, y ya no existiendo la persecución política, dijimos: �Bueno, éste es el momento de los derechos sociales, culturales, económicos�.
�Los del lado de afuera de la muralla son los que se quedaron sin red. Los expulsados.
�Expulsados del viejo orden. En la Argentina hubo un Estado sobreprotector que había creado empresas parasitarias que le garantizaban una sociedad salarial con vacaciones, coberturas, etcétera... Y de pronto, sin preparar el terreno, ese orden dejó de existir. Hubo ciudades enteras construidas alrededor de empresas estatales que cuando cerraron colapsaron a esos pueblos. Yo estoy de un lado y del otro de la muralla, porque al tiempo que me toca la tarea de ver cómo alivio las consecuencias del impacto de la globalización, también participo de un gabinete que dice cómo hacemos para no hacer sólo asistencia, cómo hacemos para que haya crecimiento. Del primer lado de la muralla debo ver cómo asisto en lo que es de mi competencia, por ejemplo los planes alimentarios, o el Plan Prohuerta, que es de entrenamiento a la gente para aprender a cultivar alimentos... Tenemos que eficientizar al máximo la asistencia mirando siempre la posibilidad del desarrollo.
�¿Y eso cómo se hace?
�Yo sé que sólo dando de comer, y aun suponiendo que diera toda la alimentación que hiciera falta, no voy a sacar a la gente del círculo de la pobreza. Mientras que si nosotros aplicamos todos los programas que hay en todos los ministerios, y que han sido arbitrariamente distribuidos, y los concentramos en un ataque masivo a la pobreza, podremos tener éxitos y sobre todo podremos evaluar nuestras acciones. Hoy, salpicando ayuda, no hay evaluación posible.
�Es decir que la puesta en marcha de todos esos planes, hoy, es un poco caótica.
�¿Un poco? Lo reconocen los gobiernos provinciales, los municipios... Ahora estamos haciéndoles ofertas de convenios para que ingresen al Estado nacional a través de nuestro ministerio, por ahora con los planespreexistentes. La condición es que haya participación de los municipios y la sociedad civil, para asegurar la distribución justa. Además vamos, con algunos gobernadores �hoy estuve con Reutemann, por ejemplo� hacia un registro único de beneficiarios, donde estén inscriptas todas las personas que reciben algún beneficio. Porque en algunas provincias hay planes propios y hay familias que reciben más de un plan, y en familias vecinas no se recibe ninguno. Ninguna sale de pobre con estos programas, pero hay algunos más desamparados que otros.
�¿Cómo se hace ese contacto entre el Estado nacional y la sociedad civil?
�A través de organizaciones que ya trabajan en esto, casi todas de la Iglesia Católica �que aun así nunca tienen la red comparable con la del propio Estado�, a través de otras organizaciones reconocidas... Por ejemplo, el mejor programa que tenemos es el Prohuerta, y por eso mismo, porque es el mejor, es el que atrae a más voluntarios. No cobran un peso y trabajan alrededor de las huertas y el entrenamiento de la gente.
�A usted le interesa mucho la figura del voluntariado como fenómeno civil.
�Por supuesto. Esto es lo que crea una sociedad civil más fuerte. Aquel que tiene tiempo para entregarlo voluntariamente a la sociedad, es un ciudadano que está dispuesto a defender sus derechos y los de los otros.
�El voluntariado apareció en la Argentina mágicamente en el último período de Menem.
�Existía antes también, ¿eh? En los �60, en los �70...
�Bueno, pero digamos que tuvo un corte abrupto.
�Claro. Hubo un castigo brutal.
�Pero al mismo tiempo que se recortó el Estado, la sociedad civil respondió haciéndose cargo de ella misma. Lo que se llamó el tercer sector, que de alguna manera reemplazó a la militancia.
�Y además, si se lo mira bien, y mira afuera, se da cuenta de que en Estados Unidos, por ejemplo �que no es una sociedad perfecta, no las hay-, muchas veces uno ve que mucha gente que podría votar no lo hace. Uno dice uy, qué anomia. No es verdad, Mucha de esa gente, con una participación activa en lo que se llama sociedad civil, incide en los hechos del Estado. Por ejemplo, en la defensa del comsumidor. Hay denuncias, boicots, organizaciones enteras... Lo que ha querido hacer en pantomima la señora Lita de Lázzari, ahí lo hacen en serio. Hay un ejercicio de esa función. Esa función que se sostiene en el tiempo. ¿Y de dónde viene esa función?
�Del ejercicio continuado de la ciudadanía.
�Claro, cuando uno dice los �60, los �70... ¿qué lo cortó? La dictadura. En una dictadura no hay ciudadanos. Por lo menos, libres, no. El Estado puede elegir dos posiciones frente al tercer sector: o lo estimula y se asocia, o le tiene miedo, porque una democracia que crea una sociedad civil fuerte es demandante. Yo creo que hay que estimularlo. Ahora vengo de Reconquista. Fuimos porque se inauguraron cincuenta y cinco casitas, muy simples, con un programa en el que actuaron el gobierno nacional, la Secretaría de Desarrollo Social, el gobierno provincial, y trabajó una asociación local de viviendas económicas, donde se mezcla la acción de lo no gubernamental con empresas privadas. Yo no sé si se puede hacer mejor, seguramente, pero ahí hay uno de voluntad política, capital privado, y grupos que actúan desde la sociedad civil. Es un modelo.
�¿Ustedes van a hacer algún tipo de convocatoria general para voluntarios?
�Sí. Nosotros tenemos en nuestro ministerio un ex senador, Mario Fadel, que está en la Secretaría de la Juventud. El, en Catamarca, implementó un pequeño modelo de auditorías ciudadanas, donde gente voluntaria puede trabajar no sólo en la distribución de la asistencia sino en otras cosas: si el alimento es de buena calidad, si llega a tiempo, si responde algusto local... porque a veces es inútil mandar algunos alimentos que la cultura local rechaza.
�¿Por ejemplo?
�Por ejemplo las lentejas en el Chaco. No les gustan, prefieren grasas o sal. Esto se puede controlar con gente que charle con la gente y nos advierta de este tipo de cosas, para mandar lo que sirva al lugar que corresponda.
�En Holanda o en Italia, por ejemplo, las comunidades terapéuticas que tratan a adolescentes heroinómanos están haciendo hincapié en el deporte barrial.
�El deporte es una de las contenciones más fuertes. Que esos chicos se sientan contenidos en algo, que se sientan pertenecientes a algo, y sin la presión de tener que ser los mejores. Lugares donde los chicos sean bien recibidos. Lo peor que está pasando hoy con los adolescentes es que no hay lugares para ellos, y los que hay, están mal vistos. Yo escuchaba hace poco a un intendente: �Qué suerte que en este barrio son todas parejas jóvenes, porque así no hay bandas de adolescentes. Menos mal que son todos chicos chiquitos�. Y yo le dije: �Mire que los chicos chiquitos crecen. ¿O usted qué hizo? ¿Pasó de chiquito a grandote? ¿Cómo se las arregló para no ser maltratado?�.

 

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