Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín
Entrevistar
a Zhang Yimou es una cuestión de paciencia. No es que se niegue a los
reportajes, o que se escude detrás de sus agentes de prensa. Se trata de
que Yimou �el director que puso al cine chino en el mapa, con Sorgo
rojo, Ju-dou, Esposas y concubinas y La reina de Shanghai� no sólo
habla en voz muy baja y en un ritmo muy pausado sino que lo hace en
mandarín, a través de un intérprete, que anota sus palabras en forma de
gráficos, con círculos y flechas. Aún así, el diálogo es posible,
sobre todo luego de que se entera, con cierta perplejidad, de que sus
películas son bien conocidas en la Argentina. De El camino a casa y de
los cambios por los que está atravesando la sociedad china habló con
Página/12.
�En su nueva película, que transcurre en una aldea muy remota, es muy
visible en una pared un afiche de Titanic. ¿Tan lejos llega hoy en China
la influencia del cine norteamericano?
�Ahora hay un gran debate en el cine chino, sobre cómo competir con el
cine norteamericano, que cada vez se hace más popular en mi país. Mucha
gente piensa que nuestro cine debe seguir el modelo de Hollywood, poner el
énfasis en ese tipo de relato. Diez años atrás, las cosas eran muy
distintas, pero ahora una película como El camino a casa es muy rara en
el panorama del cine chino. Hay muy pocos films de este tipo, porque ya no
hay dinero para producirlos. La mentalidad de la gente ha cambiado mucho.
La sociedad china ha cambiado tan rápido que la gente se siente perdida.
Ahora impera la economía de mercado y nuestra vida cultural ha perdido el
rumbo. Películas vulgares y comerciales dominan nuestras pantallas. Gran
parte de la población está preocupada por problemas materiales, por
ganar dinero, por hacer negocios, y le da prioridad a lo superficial por
encima de lo esencial. Esta es una tendencia que ha ido en aumento: la
gente se olvida de los valores de la cultura china, pero esos valores
siguen allí, en el subconsciente. Me llevé una impresión muy fuerte
cuando esta película se exhibió en preestreno en China, hace pocos
días. Había más de dos mil personas en la sala y cuando terminó la
proyección de pronto una mujer atravesó corriendo la platea, subió al
escenario, tomó el micrófono y no pudo hablar: se puso a llorar,
simplemente. Cuando pudo calmarse, dijo: �Tengo que pensar qué es lo
que hice durante los últimos años, cómo he vivido�. El marido, que
estaba en la platea, muy avergonzado, le empezó a pedir a su mujer que se
bajara del escenario. Y ella, sin escucharlo, se dirigió hacia mí y me
dijo: �¿Cómo puede ser que usted conozca los secretos de mi vida y la
de mi marido?� El camino a casa había tocado una historia muy similar a
la de esta mujer, que es la historia de muchos hombres y mujeres de China.
�Usted cuestiona la influencia del cine norteamericano, pero su
película fue producida por la Columbia Pictures...
�Pusieron el dinero y su nombre, pero no tuvieron injerencia artística.
Hubo respeto y confianza. De hecho, tanto El camino a casa como mi
película anterior, Ni uno menos, son películas de presupuesto mucho más
bajo que el de mis films anteriores. Son películas hechas como una
reacción contra las tendencias actuales del cine chino, como una
reacción contra la lógica del mercado. Quería que fueran películas
simples, inmediatas y ancladas en la realidad, que se conectaran de manera
directa con los sentimientos y las emociones del espectador. Lo que
quería mostrar era los pensamientos y los sueños de la gente común al
fin de este siglo, en el que China está cambiando tan vertiginosamente.
La presión del mercado es terrible. Queremos mantenernos fieles a
nosotros mismos, ¿pero cómo, de qué manera? En los años 80, cuando
empecé a hacer cine, nuestras películas encontraban su público de
manera muy natural, pero ahora es mucho más difícil. Tenemos que
preservar las mejores tradiciones del cine chino. Mirar hacia el
neorrealismo italiano o la nueva ola francesa: construyeron algo que
desafió al tiempo y que ahora se ha convertido enuna gran tradición. O
el cine de Abbas Kiarostami. Me gustan mucho sus películas y
habitualmente discuto mucho el cine iraní con mis amigos. Les digo: �Miren,
pensamos que las cosas son difíciles aquí en China, pero las presiones
del islamismo ortodoxo en Irán son mucho más terribles que las que
tenemos en China. Pero a pesar de las presiones hacen grandes películas�.
Lo que importa no son las circunstancias en que vivimos o el momento
histórico que atravesamos, sino aquello que queremos decir y cómo
queremos decirlo. En este sentido, el cine iraní es un ejemplo a seguir.
�La confrontación de presente y pasado es fundamental en su nueva
película. ¿Cómo la resolvió formalmente?
�Cuando estábamos discutiendo con mi equipo cómo tratar las dos partes
en que se divide el film, nos dimos cuenta de que generalmente el cine
trata el presente en color y el pasado en blanco y negro. Pero la verdad
es que cuando uno recuerda determinados episodios del pasado, aquellos que
tienen que ver con los mejores momentos de nuestra vida, la memoria
generalmente los embellece, los magnifica. Por eso invertimos los
términos y decidimos filmar el pasado en colores muy brillantes y el
presente en blanco y negro, en un estilo casi documental. Pensamos que ese
recurso nos permitía también comunicarnos emotivamente con el
espectador.
�¿Su película está dirigida a un público joven?
�De acuerdo a la antigua filosofía china, la Historia está en
permanente circulación. La gente joven de la China de hoy no se interesa
por los valores y las tradiciones que le son propias. La modernidad del
presente los encandila. Pero si seguimos el círculo de la Historia, con
el tiempo estos jóvenes van a volver a apreciar sus tradiciones. Esto
podría entenderse como una regresión, pero no es así, porque van a ir
integrando esta modernidad a su cultura y a sus raíces. Ese será el
momento en que redescubrirán su pasado, su historia, su identidad. Yo
mismo no me considero un tradicionalista. Creo ser en China un realizador
no convencional, pero eso implica en este momento hacer una película como
El camino a casa, que se opone a la tendencia general.
�¿Por qué siempre hay una mujer en el centro de todas sus películas?
�Históricamente, en la sociedad china la mujer siempre ha sido
relegada, ha sufrido mucho más que el hombre, todo siempre le ha sido
mucho más difícil en la vida. Pero de estas enormes dificultades, la
mujer china ha sabido sacar una gran determinación que la han convertido
en una fuerza social extraordinaria. Esto hace también de la mujer china
un excelente material dramático para el cine, que yo he utilizado en
todas mis películas.
�La película transcurre a fines de los años 50, antes de la
Revolución Cultural, pero el marido de la protagonista ya es apartado de
su familia y alejado de su tarea de maestro. ¿Por qué?
�En 1957 hubo un gran movimiento en China, que fue el antecedente de la
Revolución Cultural y por el cual muchos intelectuales, maestros y
profesores fueron enviados a trabajar en el campo, para �reeducarlos�
en el socialismo. Este fue un momento que los espectadores chinos
recuerdan muy bien y que reconocen sin que la película tenga que dar
demasiadas explicaciones. Ese movimiento, como luego la Revolución
Cultural, separó a muchas familias. Y la mujer china también se hizo
fuerte en la espera, en la paciencia. Por otra parte, la película plantea
el problema de la educación y del aprendizaje en China, en dos momentos
muy particulares de nuestra historia. Uno sucedió cuando los
intelectuales sufrieron abusos de todo tipo y la educación fue cruelmente
devaluada. Ahora, en cambio, todos entienden que el principio de
conocimiento es igual al de poder, pero la única obsesión es el dinero y
los valores materiales. La educación, en su sentido más profundo, sufre
una vez más.
Un amor obligado a sobreponerse
Tal como indica su título, El camino a
casa �la nueva película del director chino Zhang Yimou, que aspira
a llevarse hoy alguno de los premios principales del festival de cine
de Berlín� pareciera un regreso a su primer comienzo, a un tema
simple y emotivo como el de Sorgo rojo, su opera prima, con la que en
1988 ya obtuvo el Oso de Oro de la Berlinale. Aquí se trata, una vez
más, de una historia de amor, un amor que debe sobreponerse a las
contingencias de su época. Corren los últimos años de la década
del �50: a un pequeño pueblo aislado del mundo llega el nuevo
maestro de escuela y una de las muchachas del pueblo se enamora
perdidamente de él. Pero el romance es interrumpido cuando el maestro
es reenviado a la ciudad por oscuros motivos políticos. Cuando
después de dos años de ausencia el maestro vuelve al pueblo, la
pareja ya no se volverá a separar. La historia está contada a la
manera de un gran flashback por el hijo del matrimonio, que llega al
pueblo para asistir al entierro de su padre y acompañar a su madre,
que exige que el féretro �a pesar de la nieve y la distancia� sea
cargado a pulso hasta la tumba, respetando unas tradiciones de las que
ya nadie se acuerda. |
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