Sacó ventaja Estévez en el primer tiempo y Boca --con diez por expulsión de Navas-- empató cerca del final con un penal de Guillermo Barros Schelotto. Floja actuación del árbitro Daniel Giménez.
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Pero el tiempo tormentoso, el Stormy
weather de la trompeta con largo wah wah, era la melodía más
adecuada para lo que se venía ayer en Avellaneda desde la previa.
Tormenta anunciaban las tribunas encendidas por la intolerancia: las
internas barrabravas de Boca y Racing amenazaban con trasladarse a las
tribunas respectivas. Incluso la vocación de confrontación --para no ser
más duro en el calificativo-- llegó en el prólogo a la burla explícita
ante cualquier voluntad de convivencia: bastó con que apareciera una
bandera incitando a la erradicación de la violencia en los estadios y que
dos chicos con camisetas de Racing y Boca se abrazaran para que todos,
todos silbaran... Tormenta anunciaban los mediocampos y los cruces en
pelotas divididas en que se sacaban chispas como si fueran piedras. Sin
embargo, todo quedó ahí.
Racing y Boca jugaron un
partido mediocre al que sólo el fervor de las empujadoras tribunas y la
necesidad de Boca en el segundo tiempo calentaron en su mejor momento de
picado de ida y vuelta. Ese clima duró media hora. Después del empate,
Bianchi se asustó --estaba jugando con diez y tres delanteros...-- y entró
Matellán por Moreno. Como Costas se había asustado antes, echando a
Racing atrás desde el arranque del segundo tiempo, el final no fue de
toma y daca. Ya estaba bien: Boca tenía el empate con uno menos; Racing
tenía el pretexto del sargento.
Hubo algunas cosas para
destacar. En Racing, que hizo buen primer tiempo, anduvieron bien Ubeda y
los del fondo en general, menos Banegas. Lo de Quiroz fue flojo, igual que
Monserrat y el discontinuo Lux, mientras Sixto Peralta --lento, pero
cuidadoso del destino de cada pelota-- no siempre encontró el momento
(tiempo y distancia) para habilitar a los de arriba, que se movieron bien
en el primero para diluirse en el segundo, sobre todo Cordone. Pero, por
lo menos, Racing buscó por abajo. Y en una fue gol.
Lo de Boca tuvo dos caras. En
el primero, como perdía en el medio y el criterioso pero fantasmal Pérez
no pesaba --le quedó un poco grande el clásico, aunque casi se salva con
un tiro libre notable--, abusó de los pelotazos para Moreno, que se las
rebuscó, y para un Mellizo semiapagado. Así, llegó muy poco. Sólo Córdoba,
la seguridad de Bermúdez en las dos áreas y la proyección imparable de
Ibarra daban el pinet, porque Basualdo, Traverso y Navas sólo aportaban
confusión. En el segundo se paró todo el equipo más adelante, se mandó
el Vasco ganando por su lateral y empezó a llegar por desborde y por
arriba. Bien Battaglia y Giménez hasta el gol, cuando vino la contraorden
y el regreso a los cuarteles. Algo que el puteado sargento debe haber aprobado.
NO
TODO ESTÁ BIEN EN EL SANTO PUNTERO
Por
A.G.
"Ya está. Schiavi no está,
pero la calentura pasó", fueron sus palabras. Luego del triunfo como
visitante 1-0 ante Unión, Ruggeri trató sin demasiado éxito bajarle
temperatura a la polémica que se desató en la semana como consecuencia
de una nueva decisión unilateral del presidente Fernando Miele. Mientras
el técnico pidió reforzar el plantel con el zaguero de Argentinos,
Rolando Schiavi, el presidente contrató sin consultarlo al colombiano
Pedro Portocarrero, quien para colmo está a préstamo hasta mediados de año,
sólo puede actuar en la Copa Libertadores y según el preparador físico
Rubén Solé necesita casi un mes para ponerse a punto.
Tan grande fue el enojo de
Ruggeri que el propio Miele debió viajar a Santa Fe para calmarlo, aunque
por los dichos del técnico no consiguió demasiado. "Ya está. Ahora
voy a defender mi grupo. Pero esto no va a volver a pasar", aseguró
(¿amenazó?) Ruggeri. Lo que más bronca le dio al entrenador es que los
dirigentes ni siquiera realizaron un pequeño esfuerzo por conseguir al
jugador que pretendía, algo que sin quererlo lo confirmó Miele. "Es
cierto que Schiavi no estaba dentro de nuestras preferencias, pero igual
tratamos de darle el gusto al técnico", señaló el titular
sanlorencista, que como tantas otras veces prefirió atacar al periodismo
por la situación planteada. "Acá no pasa nada. Sucede que el
periodismo quiere inventar peleas donde no las hay. Acá hay medios que
tienen negocios con Boca y River, y por eso quieren perjudicar a San
Lorenzo", disparó Miele.
Pero este cortocircuito no es nuevo. Ya en el comienzo del Apertura
'99, a San Lorenzo llegaron varios jugadores que el técnico no había
solicitado y que no había aprobado su contratación. De los once
futbolistas que se incorporaron en junio del año pasado, apenas cuatro
habían sido aprobados por Ruggeri: Ariel López, Pablo Michelini,
Fernando Ortiz y Carlos Moreno. Hubo otros que se sumaron casi a prueba y
como una inversión a futuro, tales los casos de Lucas Pusineri o Lucio
Filomeno, pero que terminaron conformando al entrenador y se ganaron un
lugar importante en el plantel.
Sin embargo, de la mano de
Miele, también arribaron jugadores que Ruggeri no pidió y que casi no
tuvieron oportunidades. A Carlos Netto se lo dijo en los primeros
entrenamientos y recién lo tuvo en cuenta tras las lesiones de Guillermo
Franco y Adrián González, aunque luego fue desplazado por el juvenil
Walter Ervitti. Peor aún fue la situación del español Javier Artero,
que apenas sumó un puñado de minutos, o de Lucas Gatti, que no llegó a
debutar. Tampoco tuvo inconvenientes para borrar a Juan José Borrelli,
Gustavo Zapata o Claudio Rivadero, pese a la resistencia de los dirigentes
porque los jugadores se desvalorizaban. Ahora le llegó el turno a Portocarrero. "Me trajeron a un jugador que no conozco, a quien tendré en cuenta si está bien. Si no, tendrá que esperar", aseguró Ruggeri. Y lo cierto es que, más allá del negocio que pueda haber sido para Miele, para el técnico es un jugador más, que tiene que demostrar que puede integrar el plantel. Pero determinó una situación que colmó la paciencia de Ruggeri.
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