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EL INCREIBLE JUGO QUE MONETA EXTRAJO DEL EDIFICIO REPUBLICA
Más que un edificio, una República

El edificio construido por el laureado César Pelli le dio múltiples satisfacciones al cuestionado banquero. La mayor: transformar su valuación de 45 millones en una hipoteca de 98 para reunir las condiciones exigidas para quedarse con los dos bancos de Mendoza.

Raúl Moneta, reaparecido de la clandestinidad, durante su última visita a los tribunales de Comodoro Py.


Por Susana Viau
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En ese balance del 31 de marzo de 1995, el Banco República incluyó como propio al Edificio República. Sin embargo, esa inscripción sólo fue un dibujo contable. Ni en el Registro de la Propiedad ni en las escrituras que atestiguaban los sucesivos cambios de mano sufridos por el edificio figura documento alguno que acredite para esas fechas el dominio del Banco República sobre el inmueble, actual sede de Telefónica. El banco había suscripto únicamente un convenio de cancelación de pagos mediante el que se comprometía a concretar la operación en un plazo no mayor a diez días, cosa que jamás ocurrió. Pero la ficticia inclusión del bien (valuado en 44 millones y medio de dólares) le había permitido al República elevar su  Responsabilidad Patrimonial Computable --es decir, su capacidad para prestar dinero y autoprestárselo-- y cumplir con las condiciones impuestas para presentarse a la privatización de los dos bancos de la provincia de Mendoza.    

 Tomala vos, dámela a mí

  El predio de Bouchard y Madero sobre el que el arquitecto tucumano César Pelli proyectó la reluciente torre era, en 1993, propiedad del grupo Bunge & Born. En ese año, UFCO (United Finance Company, una sociedad constituida en islas Vírgenes, con 50 mil dólares, importante accionista del CEI y representada en Argentina por el abogado Carlos Basílico, hombre del riñón de Moneta) firmó el boleto de compra del terreno. Para firmar el boleto, UFCO delegó a Roxana Kahale, una abogada del estudio Basílico, Fernández Madero, Duggan. El domicilio de la off shore se había fijado en el estudio Basílico, ubicado en Marcelo T. de Alvear al 600.

  La escritura se firmó recién en abril del año siguiente. Pero no fue hecha a nombre de UFCO sino de Citiconstrucciones, una sociedad que UFCO controlaba por tener el paquete mayoritario de las acciones (88 por ciento) y también integraban República Propiedades (con un 10 por ciento) y el siempre dispuesto Carlos Basílico (con el 1 por ciento).

  Según la escritura, los 8 millones que costaba el terreno se pagaron en efectivo. Otras versiones sostienen, en cambio, que éste habría sido canjeado por las acciones de Petroquímica Río Tercero que Moneta tenía en su poder y se cotizaban a precio vil en el mercado.

  El 2 de marzo de 1995 Citiconstrucciones firmó un convenio de cancelación de la deuda hipotecaria que mantenía con el Banco República a cambio de cederle a éste el terreno sobre el que ya se había comenzado la construcción del edificio. El Banco República por medio de su vicepresidente, Raúl Moneta, aceptó el trato, que estableció que la posesión, el boleto y la escritura que otorgarían el dominio al banco debían efectivizarse dentro de "los diez días de la fecha". Es decir, a más tardar a mediados de ese mes de marzo de 1995.

  Sin embargo, Moneta y su escribano, Alejandro Tachella Acosta, olvidaron que el plazo corría: ni tomaron la posesión ni firmaron la escritura, único documento público que acredita la propiedad de un bien. Pese a ello sí registraron el edificio como propio y lo contabilizaron entre los activos del Banco República.

  En junio de 1996, el Banco República vendió el edificio terminado a otra sociedad del propio Moneta --República Compañía de Inversiones-- en 98 millones de pesos. En su peregrinaje por las diversas sociedades de Moneta, el bello edificio había más que duplicado su valor. Los agentes inmobiliarios consultados fruncieron el ceño cuando se les preguntó por el verdadero valor de plaza de esa propiedad de 3000 metros cuadrados y una superficie cubierta de 26 mil (33 mil si se computan los dos subsuelos de cocheras), aunque coinciden en que 2500 pesos el metro cuadrado parece una tasación exagerada. En todo caso, el que tiene plata hace lo que quiere y Raúl Moneta se dio el gusto de comprarse a sí mismo por casi 100 millones lo que el mercado cotiza en no más de 70, a todo tren.   

Mis ladrillos

  Quizás los contratiempos sufridos por el Banco República durante el Tequila hubieran nublado el entendimiento del banquero. Entre diciembre de 1994 y septiembre del '95, el banco había perdido el 57 por ciento de sus depósitos y debió recurrir a importantes auxilios del Banco Central. Al mismo tiempo, salían a la venta, saneados, los dos bancos de la provincia de Mendoza con una condición: el adquirente debía tener un patrimonio neto superior a los 50 millones de pesos. La cláusula parecía inalcanzable para el Banco República que venía de dos ejercicios con quebrantos.

  Para adecuar la situación a los requerimientos de la provincia de Mendoza, Moneta se esmeró en los balances. Contabilizó "honorarios" en tareas de consultoría: "Estudios de las Telecomunicaciones en América" (dos millones), "Asesoramiento en la colocación de acciones bajo el Programa de Propiedad Participada" (casi 3 millones), otro millón "Evaluación de rebalanceo de las tarifas telefónicas". También computó 15,8 millones por la venta del Edificio República. Para venderlo a su vinculada República Compañía de Inversiones le había otorgado a ésta un préstamo hipotecario de 98 millones, a diez años y con un interés preferencial del 7 por ciento anual. En síntesis, Moneta obtuvo el visto bueno de la provincia para quedarse con los bancos de Mendoza y de Previsión Social.

  La aventura financiera mendocina duró menos de 3 años y el 8 de abril de 1999 el Banco Mendoza (denominación bajo la que se habían fusionado las dos entidades mendocinas) dejó de operar por disposición del Banco Central. La medida involucró asimismo al Banco República, que entregó al Central la hipoteca de 98 millones que pesaba sobre el edificio como respaldo a los redescuentos que Pedro Pou había concedido hasta pocas horas antes de ordenar el cierre de sus puertas. Se ignora qué hará ahora el Central con un inmueble que tiene alquilado sus 20 pisos, pero cuya renta trimestral de 2,6 millones (que incluye los 800 mil dólares anuales que paga Telefónica por la instalación del cartel de letras verdes que la identifica) no alcanza a cubrir los 3,3 millones del pago trimestral de la hipoteca.

  En la historia del edificio ubicado en el corazón elegante de la ciudad, proyectado por César Pelli (el mismo que diseñó el World Financial Center de Nueva York, el aeropuerto de Washington o las Torres Petronás de Kuala Lumpur) y dirigido por Mario Roberto Alvarez, quedan flotando dos preguntas. Una: ¿por qué razón el Banco República declaró como propiedad un bien que no le pertenecía? La otra: ¿por qué Telefónica de Argentina, socia de Moneta, no compró el inmueble que tiene como sede? Para ellas no hay respuestas sino hipótesis. Respecto de la primera se conjetura que Moneta "infló" su activo registrando el edificio pero preservándolo de los efectos de una débacle puesto que nadie puede pagar deudas con lo que no es suyo; acerca de la segunda, los agentes inmobiliarios apuntan que el valor del edificio está muy por debajo de la hipoteca de 98 millones que Moneta le endilgó al Banco Central como respaldo por los abundantes redescuentos recibidos. Dos impecables verónicas financieras ejecutadas bajo la mirada permisiva de Pedro Pou.

 

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